“¿Qué cambiamos? La forma en que entrenamos, nuestras instalaciones. Hay una explicación para todo. Y cuando lo analizás, tiene sentido. ¿Tienen algo que aprender de nosotros? Eso lo tienen que decidir ustedes. Son un país con tradición en el fútbol, pero eso quizás es lo que los frena. La tradición”. Heimir Hallgrìmsson, DT de Islandia, le hablaba así, hace dos años, a periodistas, directivos, futbolistas y técnicos escoceses. Hoy podría hablarle a Argentina, que se hunde en el océano de las Eliminatorias, abrazada a sus dos copas del mundo, los cinco balones de oro de Messi y el resto de las copas en las vitrinas de la AFA.
Aquellas preguntas buscaban entender el enorme crecimiento reciente del fútbol islandés. Es decir, cómo hizo un país con menos población que Lanús y una superficie similar a la de Catamarca, en una remota y gélida isla en el Atlántico Norte, para subir más de 100 puestos en el ranking FIFA en la última década. Cómo hicieron para clasificar por primera vez a la Eurocopa 2016, para empatarle a la Portugal de Cristiano luego campeona, eliminar a Inglaterra en octavos y hacerle partido al local Francia. Y ahora, después de ganarle a Croacia, a Ucrania y de golear a Turquía en el tan temible “Infierno de Estambul”, asegurar su pase al Mundial de Rusia 2018, el primero de su historia, con un triunfo burocrático en Reykjavik ante Kosovo.
“No hay un manual. Ningún plan escrito, ni un gran secreto. Pero muchas cosas tienen que hacer clic para tener éxito”, les aseguró Heimir. No hay respuestas mágicas. No hay merecimientos previos. Hay ganas de querer ser mejores, no de creerse los mejores. Hay deseos de progresar, como muestra Alemania rejuveneciendo al campeón del mundo antes de que los resultados lo pidan, no obligaciones de cumplir con la gloria autoimpuesta. Querer ser algo es mucho más estimulante que corroborar lo que uno cree que es.
En Islandia, el aprendizaje es colectivo e inclusivo. Son pocos y no se permiten desperdiciar talento. “Las mejores chicas (el fútbol femenino siempre fue muy popular en Islandia) se entrenan con chicos hasta los 16 años. Cualquiera está autorizado a venir a la práctica. Tenemos grupos basados en las habilidades. Los mejores se entrenan juntos. Los mediocres y los peores hacen lo mismo. Juegan contra equipos del mismo nivel, pero todos reciben igual entrenamiento”, explica. “Si un chico se desarrolla más tarde no abandona. No se lo rechaza a los 10, 11 o 12 como en la mayoría de los países. Si consiguen mejorar en una edad más avanzada, siguen estando con nosotros”, agrega.
Hallgrìmsson sabe que “no se puede tener éxito sin buenos jugadores”. Islandia tiene apenas 72 futbolistas profesionales. Pero el talento, aprendieron pronto, no brota espontáneamente de los géisers ni de los volcanes. “Nuestra selección fue desarrollada por técnicos islandeses durante los últimos 10 o 15 años. Los entrenadores merecen el reconocimiento”, explica Heimir. Destaca que todos los DTs están muy bien capacitados, más del 90% tienen licencias clase A y B de la UEFA, y que es así porque cobran buenos sueldos. “Por eso la calidad es alta. Los padres pagan para que los niños jueguen y ese dinero va a los técnicos. Lo vemos como una buena profesión. No muchos pueden hacerlo a tiempo completo, pero es un buen trabajo de media jornada, también”, cuenta.
Esos entrenadores capacitados y ese talento joven, con ganas de mejorar, encontraron los lugares necesarios para desarrollar su potencial. La gran revolución del fútbol islandés no podría haberse dado sin el crecimiento exponencial de la infraestructura deportiva en la isla, financiada por el Estado. En 2002, había solo una cancha de once cubierta, cinco canchas con pasto sintético y siete potreros en todo Islandia. Ahora hay siete canchas grandes cubiertas, 23 canchas con césped artificiales y 136 potreros en las escuelas (el CañoTour 2017 que jugó en algunas de ellas puede certificarlo), con iluminación para que los chicxs jueguen a toda hora y en todo época del año.
“Los estadios cubiertos hacen una gran diferencia en invierno. Todavía somos una liga amateur, tenemos la temporada más corta en el fútbol mundial, de solo cinco meses, y la pretemporada más larga, de siete meses. Eso nos permite trabajar para mejorar a nuestros jugadores. Los clubes tienen buenos canchas para entrenar la técnica. Antes los futbolistas islandeses eran poderosos pero no tenían habilidad. Eso cambió, aunque tuvimos cuidado de no perder nuestro estilo”, afirma Heimir.
Hallgrìmsson vivió esta revolución de cerca y fue uno de sus protagonistas. Nació hace medio siglo en Vestmannaeyjar, un diminuto archipiélago rocoso al sur de Islandia que estuvo a punto de desaparecer por una erupción volcánica cuando tenía cinco años. Con poco más de 4000 habitantes es una de las zonas más pobladas. Y, también, de las más futboleras. En 17 kilómetros cuadrados tienen una cancha cubierta, cuatro descubiertas, cinco gimnasios para jugar handball y básquetbol, piletas públicas y un campo de golf.
“Vemos una clara correlación entre los niños que hacen deportes y los que sacan buenas notas. También son menos propensos a consumir drogas o alcohol. Están más en forma, tienen más confianza en sí mismos. Y porque está muy oscuro en invierno, si haces deporte estás más optimista”, explica.
En esa sociedad deportiva, Heimir debutó como futbolista en 1986 en ÍBV, el equipo más importante de Vestmannaeyjar y jugó, cada vez con menos frecuencia, hasta 2007. Mientras, fue entrenador de varios equipos juveniles y de mayores, tanto femeninos y masculinos. En 2011, valorando su trabajo formativo, la Federación lo eligió como asistente islandés para el sueco Lars Lagerbäck en Islandia. En todo ese tiempo, además, fue el dentista de pueblo. Recién cerró su consultorio cuando, luego de la Euro 2016, Lagerbäck se fue a dirigir Noruega y quedó como único DT.
Antes de ir a la Euro, Hallgrìmsson dijo: “El éxito es un viaje, no un destino”. Pensando así, miren lo lejos que llegaron.
Islandia, el ritual que llegará a Rusia. pic.twitter.com/uxRkEpIbxJ
— Casa del Fútbol M+ (@casadelfutbol) 9 de octubre de 2017