En 1967, el interventor de la AFA y hombre fuerte de Banfield, Valentín Suárez, logró su proyecto soñado: un torneo Nacional de clubes. La idea apuntaba a una federalización futbolística a partir de un campeonato a disputarse en la última parte de cada año. Dicho evento, pensado como una suerte de Copa a la usanza europea, estaría conformado por algunos equipos de Primera División, clasificados por el torneo Metropolitano, más representantes de las ligas del interior (surgidos de los campeonatos regionales) y otorgaba una plaza para la Copa Libertadores del año siguiente. Desde un comienzo la disparidad entre “porteños” y “provincianos” se tornó evidente; no obstante, durante la disputa de la primera edición ganada por Independiente, se dio la primera gran sorpresa: el 15 de octubre Central Córdoba de Santiago del Estero derrotaba en la mismísima Bombonera a Boca Juniors por 2 a 1. Pudo haber sido un golpe de suerte pero lo cierto es que en años subsiguientes los “grandes” sufrieron algunas derrotas a manos de equipos semiprofesionales de tierra adentro. La primera goleada a un grande en condición de visitante la logró Gimnasia y Esgrima de Mendoza. En el Gasómetro de Boedo, el 24 de octubre de 1971. Conducidos magistralmente por Víctor Legrotaglie, los cuyanos le ganaron a San Lorenzo por 5 a 2. El héroe de esa tarde comentaba que el árbitro Roberto Goicochea les solicitó en pleno partido que no siguieran tocando, ya que no podía responsabilizarse por la reacción de los hinchas azulgranas. Lejos de violentarse, dos cuadras de hinchas del Ciclón aplaudieron el paso del micro mendocino al retirarse por Avenida La Plata. Un año antes, noviembre de 1970, el irregular Kimberley de Mar del Plata recibía al último campeón del Metropolitano, Independiente, en el viejo estadio San Martín. Aquella tarde la delantera Davino, Valiente, Catalano y Mitrovich pulverizó a los de Avellaneda; fueron cinco, pudieron ser más. Otro marplatense, Alvarado, también llegó a media decena ante San Lorenzo, en el Gasómetro, a fines de 1978, de la mano de Alaniz y Porté (más tarde incorporado a Boca). Racing también tambaleó en más de una oportunidad. Es recordada aún la jornada en la que Renato Cesarini de Rosario, en Arroyito, borró a la Academia, en 1982. La formación del local estaba integrada por once jugadores libres y dirigidos de manera artesanal por los hermanos Solari y Luis Artime. Sin embargo, con tres goles de Omar Da Fonseca, se impusieron por 5 a 1. Obviamente, el registro más doloroso de los blanquicelestes fue la derrota por 4 a 3 frente a su homónimo cordobés, el día en que Racing, en el Cilindro, descendió a Primera B. Pero si hablamos de la Academia cordobesa, su máxima expresión futbolística se dio en el marco del Torneo de 1980, cuando alcanzó el subcampeonato de la mano de Alfio Basile. Por las semifinales de ese certamen, despachó a Independiente por 4 a 0. Los fanáticos del Racing de la Docta consideran ese enfrentamiento como el mejor partido de la historia de su club y aún hoy se emocionan con esa faena liderada por Aramayo, Amuchástegui, Ballejo y Gasparini. Por supuesto que hay más: el triunfo de San Martín de Mendoza frente a River en 1972 por 4 a 1, o la goleada de Gimnasia a Boca en 1978, un categórico 5 a 1 en la Bombonera. Pero lo más importante, más allá de los batacazos, fue la posibilidad de disfrutar en aquellos años de notables jugadores, como los ya nombrados, y agregar en la lista a la Pepona Reinaldi, el Chupete Guerini, Felipe Barroso, Llamarada Eresuma, el Hacha Ludueña, entre otros virtuosos. Algunos recalaron en el fútbol metropolitano. Otros, en tanto, optaron por quedarse en el “barrio”, derrochando talento y generándonos una sana envidia. Nota publicada en la edición número 18 de Un Caño, en octubre de 2009.