Como probablemente hayan leído acá, acá, acá o acá o en las 2.160.000 páginas con noticias similares (según Google), el delantero egipcio del Liverpool Mohamed Salah juntó más de un millón de votos en la reciente elección presidencial de su país. Aunque no estaba registrado como candidato, eso lo ubicó como el segundo nombre más votado por detrás del rotundo ganador, el reelecto Abdel Fattah Al Sisi. La noticia rebotó en Argentina, buena parte de Latinoamérica y la península ibérica hispanohablante. Lo que no dice la prensa internacional, es que hay una vieja ley egipcia en vigencia que le permitiría al futbolista presentarse al ballotage en su país, como puede leerse en este link de un diario local.
Un poco de contexto: el ídolo del seleccionado no estaba registrado como candidato, pero como Al Sisi era el único candidato serio –sus rivales se habían ido bajando de la elección, y la postulación de su único contrincante Musa Mustafa fue considerada una farsa por la oposición- hubo una gran cantidad de impugnaciones. Para ser exactos: 2 millones de votos, según la prensa del mundo, habían sido anulados. Y la mitad contaba con el nombre de Salah en la boleta, como se puede ver en la foto.
De manera sorpresiva, resulta que por la ley vigente en Egipto, los candidatos no están obligados a presentar una boleta oficial. Si un ciudadano escribe el nombre y apellido de quien prefiere como dirigente, ese voto debe ser considerado válido. Y de hecho, como sólo pusieron su boleta en las urnas 24 de los 59 millones de empadronados (un escaso 41 por ciento del total), los votos de Salah suman el 4,16% del total de sufragios válidos.
Es decir que no solamente terminó segundo, sino que en un giro dramático podría optar por su lugar en el sillón de máximo mandatario. Para ello, debería superar a Al Sisi en una segunda vuelta.
Según este artículo de la DW en árabe, Salah ya habría pedido que la vuelta decisoria fuera tras el campeonato del mundo, torneo que debe jugar con la selección. Y ya habría hablado con Jürgen Klopp, su DT en Liverpool, para tomarse un tiempo libre en el club inglés para organizar su campaña.
El presidente Al Sisi no quiere saber nada de eso, y espera que la justicia electoral lo nombre directamente ganador. Sobre todo porque sabe que no podría imponerse jamás a Salah si Egipto hace una buena campaña en Rusia 2018.
Si usted llegó a leer hasta este punto, sepa algo: todas las noticias citadas son falsas. No existe esa antigua ley egipcia. Tampoco es cierto que habrá ballotage. Pero lo más preocupante de todo: ni siquiera es verdad que Salah sumara 1 millón de votos. Nadie cuenta los votos anulados en las elecciones de ningún país, y menos aún los clasifica. Oficialmente, en el recuento de Egipto hubo cero votos anulados.
Pero eso no le importa a la ficción periodística replicadora de barbaridades. Porque, fíjate vos, la gente quiere a Salah presidente. Decimos que salió segundo e instalamos la ficción. Alcanza con la foto de una boleta y la repetición instantánea de miles y miles de medios para que se instale una historia en la era de la posverdad. Imaginen si se tratara de algo relevante…