Joan María Pou no tiene idea de que está pensando en el momento en que el derechazo de Andrés Iniesta se encamina a la red de Chelsea. Honestamente, no podría importarle menos. Es el último minuto de la revancha de la semifinal de la Champions League de 2009 y Barcelona está en a punto de ser considerado uno de los grandes equipos de la historia del fútbol. Pero también están a punto de quedar eliminados. Después de empatar en la ida 0-0 en el Camp Nou contra los azules de Guus Hiddink, están abajo con un gol de Michael Essien y quedan segundos. El sueño se desvanece. Todo parece perdido. De repente, Iniesta dispara. Caos.
Comentando para RAC1 en España, Pou explota en un ataque de histeria delirante. “¡Kaiserlautern!” grita Pou en medio de los gritos salvajes de la cabina, en referencia a un agónico gol de visitante contra los alemanes en el camino de Barcelona hacia su primera Copa de Europa en 1992. Una vez puede ser suficiente, pero Pou no puede detenerse. “¡Kaiserlautern!” “¡Kaiserlautern!” Ocho veces lo grita.
Mientras, en Chelsea están furiosos. Pidieron cuatro penales que no les cobraron y se quedan afuera con un gol de visitante. Michael Ballack chilla maníacamente en la cara del árbitro noruego Tom Henning Ovrebo. Un apoplético Didier Drogba irrumpe en la cancha y grita a la cámara: “Es una puta vergüenza”.
No fue el único empate importante que se definió por el gol de visitante. El año siguiente, el Bayern Múnich de Louis Van Gaal alcanzó la final de la Champions League por la puerta de atrás por los goles de visitante en las series de Octavos y Cuartos de final. “Es duro digerir algo así”, lamentó Alex Ferguson después del partido (mientras se quejaba de que los de Bayern rodeaban al árbitro como “típicos germanos”). Seis series de Champions League se definieron por el gol de visitante desde entonces, incluyendo a Bayern de nuevo en 2013, los Bávaros levantaron la copa después de eliminar a Arsenal gracias a esa regla.
Una creciente percepción de que la regla del gol de visitante está inclinando la balanza demasiado a favor de los visitantes llevó a que se levanten voces que piden abandonarla. La idea de borrar la regla completamente fue debatida en septiembre en una conferencia de la UEFA, de dos días, con entrenadores de élite en Nyon. “La influencia del gol de visitante es demasiado pesada, demasiado grande y no se justifica más”, argumentó Arsene Wenger, mientras Ferguson, que presidió el encuentro en su capacidad de embajador de entrenadores de la UEFA, reveló que algunos técnicos “piensan que ya no es tan importante como era… el énfasis en el ataque hoy significa que más equipos van de visitante y ganan”.
Desde el cambio de siglo, 22 series de Champions League se decidieron por el gol de visitante y las estadísticas muestra que el promedio de goles a domicilio en el segundo partido en competencias europeas se incrementó establemente en cada década desde los ’80. Adicionalmente, mientras el promedio de goles por partido se repartía por igual entre la ida y la vuelta en la década del ’60 -la década en la que la regla fue introducida (3.18 goles en el primer partido contra 3.17 goles en el segundo)- en cada década desde entonces, el promedio de goles anotados en la revancha fue significativamente más alto.
El número de equipos que ganan lejos de su estadio en Europa ahora, comparado con los ’60 también se duplicó. “Quizás los defensores están ganando menos plata”, apuntó Rafa Benítez. “Los equipos no son tan negativos de visitante”.
Todo esto plantea la pregunta: ¿Hay que borrar la regla del gol de visitante?
En una era del fútbol que corrió tan rápido hacia la modernización parece extraño pensar que el pináculo del juego europeo continúa dependiendo de una regla que se acerca a su 50 aniversario. Antes de 1965, los empates europeos se decidían con un tercer partido, a menudo en un terreno neutral. Si el desempate terminaba igualado después del tiempo extra el lanzamiento de una moneda decidía el ganador -un modo insatisfactorio y cruel de definir después de 300 minutos de fútbol-.
El catalizador del cambio vino en 1964-65, cuando Liverpool avanzó a la semifinal de la Copa de Europa tras superar a Colonia en el lanzamiento de una moneda. “El árbitro sacó un plástico del doble del grueso de una media corona, roja de un lado, blanca del otro”, escribió Horace Yates en el Liverpool Echo. El capitán de Liverpool, Ron Yeates ganó el sorteo y los rojos avanzaron, el sentimiento de farsa se agravó cuando la moneda cayó de costado en el suave pasto del estadio De Kuip de Feyenoord y hubo que tirarla una segunda vez. “Qué forma más desagradable de separar dos galantes y tan emparejados equipos”, reflexionó Yates.
La regla del gol de visitante fue incorporada la temporada siguiente. Honved fue el primer beneficiario, avanzando en la Copa de Campeones de Copa a expensas del Dukla Praga después de empatar 4-4.
Su implementación tenía sentido. Viajar por Europa era largo y costoso y jugar lejos de casa creaba una desventaja significativa. Manchester United, el primer equipo inglés en levantar la Copa de Europa, no ganó uno sólo partido de visitante en esa exitosa campaña de 1967-68. Las condiciones que los equipos enfrentaban cuando jugaban fuera en Europa quedaron demostradas cuando Everton se convirtió en el primer conjunto inglés en perder por goles de visitante, en Cuartos de final de la Copa de Europa de 1970-71, después de empatar 1-1 en el global ante Panathinaikos.
Tras el 1-1 en Goodison Park, los Toffees viajaron a Atenas sabiendo que necesitaban al menos un gol para tener alguna chance de llegar a la semifinal. Lo que los esperaba, sin embargo, era algo que nunca habían experimentado -“Una atmósfera de pesadilla que revelaba todas las peores características del fútbol europeo”, informó Michael Charters para Echo.
“En el último tramo del partido [en Goodison Park] ellos nos codeaban y pinchaban, nos tiraban del pelo y nos decían: ‘Atenas, nos vamos a ver en Atenas'”, comentó Joe Royle. “Cuando fuimos allá sus hinchas estaban en la puerta del hotel manejando sus motos para que no pudiéramos dormir”.
“Fuimos sujeto de un torrente de flema griega”, recordó el suplente Roger Kenyon en el libro Gwladys Street’s Holy Trinity. “Desde mi experiencia los hinchas de Panathinaikos eran todos grandes fumadores que sufrían de catarro”. “Atenas -como dijo David Exall, gerente de Everton- fue una absoluta pesadilla”.
Canchas difíciles, multitudes hostiles, agotadoras cantidades de horas de viaje y el temor que despertaba aventurarse en lo desconocido eran algunos de los factores que hacían que jugar de visitante en Europa fuera tan desalentador. “Entraron ladrillos por el vidrio delantero y uno por una de las ventanas laterales”, recuerda Maurice Malpas de la derrota de Dundee United en la revancha de la semifinal de la Copa de Europa en 1984 en Roma. “Es una verdadera batalla. La Policía no estaba por ningún lado”.
La regla buscaba traer más equilibrio entre el partido de local y de visitante. “Era una regulación artificial creada para evitar un tercer partido”, le dice a FourFourTwo el ex director técnico UEFA, Andy Roxburgh. “Era para alentar a los grandes equipos a atacar”.
En general, la norma fue bienvenida, aunque, por supuesto, no sin malos entendidos o críticas. En 1969, Liverpool fue eliminado de la Copa de Ferias por Vitoria Setubal después de olvidarse por completo de la regla: habiendo ganado la revancha 3-2 se quedaron esperando el tiempo extra sólo para que el árbitro les informe que el gol de visitante se aplicaba en el tiempo regular. “No derrotan por un penal, un gol en contra y las reglas de la competencia”, gruñó el manager Bill Shankly.
“La influencia del gol de visitante es demasiado pesada, demasiado grande y no se justifica más”, argumentó Arsene Wenger, entrenador del Arsenal inglés.
Con el tiempo, sin embargo, la regla creció hasta parecer anacrónica. Mejores campos, viajes más cómodos y lujosos, y desarrollos tanto en tácticas como en la preparación de los equipos hicieron que la regla del gol de visitante hoy amenace con inclinar el péndulo demasiado a favor del equipo visitante al punto que las intenciones originales se vean coartadas: uno puedo argumentar que el equipo que termina primero en su grupo de Champions League está ahora en desventaja al tener que jugar el segundo partido como local.
“Lo que pasó realmente”, plantea Roxburgh, “es que funcionó al revés. Alentó a los equipos locales a defenderse. Le da a ciertos goles un valor extra y vos podes afirmar que eso es artificial. Alienta una precaución que no estaría ahí si quitaras la regla”.
“Contraatacar es parte del fútbol moderno y es algo que se ha desarrollado realmente en el fútbol europeo en los últimos seis o siete años”, dijo Ferguson en 2009. “Tuvimos un maleficio después de ganar la Copa de Europa en 1999, decepcionamos y debimos cambiar la forma de pensar. Perdimos de visitante con PSV Eindhoven, Anderlecht y otros, todos de contragolpe”.
La Roma de Luciano Spalletti, cuya formación 4-6-0 se coronó cuando maltrataron a Inter por 6-2 en la final de la Copa Italia de 2007, en parte inspiró en Ferguson ese cambio de pensamiento. Ferguson tuvo experiencia de primera mano del sistema de Roma después de que ambos equipos se enfrentaran en los Cuartos de final de la Champions League 2006-07. Comenzó a poner mayor énfasis en un estilo rápido y contragolpeador liderado por un fluido ataque que formaban Cristiano Ronaldo, Carlos Tevez y Wayne Rooney. Funcionó: United ganó la Champions League la temporada siguiente y alcanzó tres finales en cuatros años.
El desarrollo del contraataque ha crecido, el gol de visitante es una zanahoria jugosa que sólo incentiva a los equipos a jugar más de contra fuera de sus estadios. La paliza de Real Madrid 4-0 a Bayern Múnich en el Allianz Arena en la semifinal de Champions League de la última temporada fue una obra maestra del contragolpe. “El desarrollo de los equipos para jugar al contraataque es bastante increíble”, dice Roxburgh. “El clásico contraataque era un pelotazo para arriba, pero los equipos se han vuelto muy sofisticados en lo que [en UEFA] llamamos contras colectivas. La ganan en algún lugar del mediocampo y un grupo de tres o cuatro jugadores se aprovechan del rival en velocidad”.
Los lujos de la vida moderna también debilitaron el argumento a favor de la regla del gol de visitante. “Hoy en día, los equipos siempre viajan con estilo”, dice Benni McCarthy, que ganó la Champions League en 2004 con Porto. “Los trenes son de primera clase y los micros y aviones son muy confortables. El efecto del jet lag también decayó para los equipos visitantes”. Sol Campbell desacuerda, sin embargo, al decirle a FFT que los viajes “te desgastan más de lo que pensás”.
Lo que no se puede negar es la parte que juegan los modernos estadios -prístinos en condiciones y a un mundo de distancia de los pantanos y lodazales de ayer. “Nunca vas a ver un buen partido de fútbol en un mal campo de juego”, gimió Wenger alguna vez, y dice mucho de la elevación de los estándares del fútbol actual que una vez el Barcelona de Pep Guardiola quedó tan decepcionado con el estado del campo del San Siro que presentaron una queja ante la UEFA que decía que Milan “falló en regar el césped dentro de la hora previa al inicio del partido”.
Los desarrollos tecnológicos también son un factor. Todo es grabado y analizado; las visitas por Europa ya no son terroríficas cruzadas hacia lo desconocido. “El conocimiento táctico de los equipos es mejor ahora”, dijo Campbell, quién anotó en la final de la Champions League para Arsenal. “No hay misterio sobre a quién vas a enfrentar porque la cobertura del fútbol es tan extensa, vas a ir a cualquier partido sabiendo todo lo que necesitás saber sobre cada oponente con el que te podés enfrentar”.
Además, las competiciones europeas están muy reguladas hoy: coeficientes y sistemas de ranking hicieron que cada vez sea más raro ver a equipos menos conocidos colándose en las fases de grupo.
En cierta medida, Europa se volvió demasiado familiar para el gol de visitante. En otros lugares, en competiciones de América del Sur o África, por ejemplo, todavía tiene sentido: climas extremadamente diferentes, estadios y viajes más largos lo confirman. Cuando San Lorenzo fue a La Paz para jugar contra Bolivar en la última semifinal de Copa Libertadores se hizo público que a los jugadores les dieron viagra para ayudar a oxigenar su sangre y asistirlos para acomodarse a los 3.650 metros de altitud. “Incluso jugando en Quito a menos altitud, también lo sentís”, le dijo a Olé el entrenador de San Lorenzo, Edgardo Bauza, que ganó la Libertadores con LDU de Quito en 2008.
De vuelta en Europa, sin embargo, Roxburgh siente de sus 18 años de experiencia en compañía de entrenadores de élite un entusiasmo decreciente por la regla del gol de visitante. “Hay más negatividad”, dice. “La mayoría habla al respecto ahora. Una combinación de factores llevó a un cambio de perspectiva sobre las reglas”. Para deshacerse de la regla es necesaria una nueva solución. Pero hasta ahora no se presentó ninguna alternativa creíble y la UEFA sugirió que no hay “un plan concreto o propuesta para borrar la regla”.
Mientras, algunos -como Campbell- siguen a favor del gol de visitante. “Pienso que te hace pensar más en atacar”, dice. “Cuando jugás contra los grandes equipos de Europa sabés que si podés hacerles un gol puede hacer una gran diferencia. Le da a los equipos visitantes ese incentivo extra para anotar y pienso que eso es genial. Mantiene a todos entusiasmados”.
La opinión está claramente dividida pero hasta que un plan B emerja -o los equipos grandes empiecen a quejarse y patalear- la regla del gol de visitante sobrevivirá. “Queremos que los equipos visitantes ataquen”, concluye Roxbourgh. “Ahora la regla está alentando a los equipos a defenderse. Ha tenido un impacto. Fue introducida por buenas intenciones pero es tiempo de revisarla”. Didier Drogba, sin dudas, estará de acuerdo.
Artículo publicado en la revista Four Four Two en marzo de 2015.