Durante treinta y cinco minutos, en 1959, el arco de la selección argentina de fútbol estuvo defendido por un joven ucraniano de apenas veinte años. Defendido es una forma de decir, ya que en ese lapso de poco más de media hora, el protagonista de esta historia, en la que fue su increíble noche de debut y despedida, debió buscar tres veces la pelota dentro de su arco antes de retirarse lesionado para nunca más volver a ocupar ese puesto.
Vladimir Tarnawski había nacido en Kiev, capital de Ucrania -en ese entonces parte de la Unión Soviética- el 19 de agosto de 1939. De muy pequeño emigró a la Argentina junto a sus padres que huían de la guerra. Instalado en el sur del conurbano bonaerense, en Valentín Alsina, al niño Vladimir no le costó demasiado adaptarse a su nueva circunstancia. En aquel tiempo las barriadas populares se nutrían de inmigrantes de todas las nacionalidades y el fútbol en los potreros, sobre todo entre los pibes, funcionaba como un eslabón fundamental para la integración. Aprovechando su contextura física y su capacidad atlética Vladimir desarrolló tempranamente su vocación de arquero. Sus amigos del barrio lo llamaban Walter o Rusito, y gracias a sus formidables condiciones, era uno de los primeros en ser elegido en las pisadas para armar los equipos.
A los doce años Vladimir ya era un enfermo del fútbol. Decidió probarse en el club de su barrio, El Porvenir, que militaba en la tercera categoría de la AFA y quedó fichado para las inferiores. En 1955 El Porve ascendió a la Primera B y Tarnowski , con sólo dieciséis años, fue confirmado como arquero titular del equipo. En 1957 lo compró Newell’s Old Boys donde debuta, se consolida en Primera y tiene el honor de ser nombrado capitán. Hacia fines de 1959 se rumoreaba en el ambiente que San Lorenzo, el reciente campeón, pretendía incorporar a Tarnawski, y al mismo tiempo el nuevo entrenador del seleccionado argentino, José Manuel Moreno, lo convocaba como segundo arquero para jugar un amistoso frente a Chile en Santiago.
El partido en cuestión, si bien era sólo un amistoso en homenaje al legendario arquero Sergio El Sapo Livingstone -uno de los máximos ídolos de la afición chilena- que se despedía de las canchas, iba a quedar en la historia del fútbol trasandino por ser el primero en el que después de casi medio siglo de enfrentamientos, La Roja lograra vencer a La Albiceleste.
El ambiente del fútbol argentino estaba aún por entonces bajo los efectos psicológicos del llamado Desastre de Suecia. Tras más de veinte años en la conducción técnica de los equipos argentinos, Guillermo Stábile, sin alejarse de la AFA, había dado un paso al costado y delegado la responsabilidad de seleccionador en José Manuel El Charro Moreno, representante cabal de la quintaescencia de lo que se suponía la manera argentina de jugar a la pelota. En su primera convocatoria, para el compromiso contra Chile, Moreno prescindió de sus antiguos ex compañeros de River Plate -Pipo Rossi, Labruna, Amadeo Carrizo- señalados como responsables de la pésima actuación en el Mundial de 1958 y apostó por un puñado de nuevos jugadores. Entre ellos, se encontraba el protagonista de nuestra historia, Vladimir Tarnawski. El pibe rubio de veinte años y un metro ochenta y nueve de estatura había sido inesperadamente convocado como suplente de Osvaldo Negri, el titular desde el Campeonato Sudamericano jugado a principios de 1959 en Buenos Aires. También esa noche hizo su debut, llevando la cinta de capitán, un jugador que en poco tiempo se convertiría en un fetiche de los seleccionados argentinos: Antonio Ubaldo Rattin.
El trámite del partido disputado en el estadio Nacional de Santiago fue muy extraño: el homenajeado Livingstone jugó sólo un minuto en forma simbólica y fue reemplazado. La idea -muy conservadora, por cierto- era que al veterano arquero no le marcaran goles y evitar que pasara un mal momento la noche de su despedida del fútbol. No fue una mala decisión ya que a los 27 minutos Argentina ganaba 1 a 0 con gol de Miguel Ruiz, un santiagueño que jugaba en San Lorenzo. En el entretiempo El Charro Moreno pensó que el partido era un trámite y decidió un montón de cambios (recordemos que era un amistoso), entre ellos el del arquero: salió Negri y entró Vladimir Tarnawski.
Aquel niño inmigrante que había viajado sin escalas desde Kiev hasta Valentín Alsina, debutaba en la selección argentina convirtiéndose en el primer y único extranjero, hasta el día de hoy, en defender esos tres palos.
Al minuto de iniciado el segundo tiempo, José Sanfilippo, con un derechazo de rastrón marcó el segundo gol. Todo parecía indicar que iba a ser una noche tranquila para los argentinos. Pero Chile siguió intentando y a los diez minutos llegó el descuento marcado por Bello sin que el recién ingresado Tarnawski pudiera hacer nada. Dos minutos más tarde, el defensor José Varacka le cometió penal a Ríos y Leonel Sánchez, el mejor de los chilenos, fusiló a Tarnawski. A los veintitrés minutos, la defensa argentina titubeó ante un centro que venía desde la derecha, Tarnowski chocó con su compañero Norberto Anido, y la pelota quedó servida para que el wing izquierdo Bello rematara. Pareció que el arquero lograba controlar el balón, pero se le escurrió entre las manos y fue el tercer gol de los chilenos.
En sólo veintitrés minutos, los primeros veintitrés minutos de Vladimir Tarnawski en el arco argentino, el visitante pasó de ganar 2 a 0 a perder 3 a 2. Pero al arquero debutante le faltaba todavía padecer otra desgracia: a los treinta y cinco minutos el wing derecho chileno Mario Moreno entró al área a toda velocidad con pelota dominada, Tarnawski se arrojó al piso para interceptarlo, pero fue eludido por el delantero y el full-back argentino Anido que venía detrás pisó sin querer la mano de su arquero. La jugada no terminó en gol pero Tarnawski con su mano destrozada no pudo seguir jugando y Negri tuvo que regresar al campo para ocupar su lugar. Después Argentina recibió otro gol y el resultado final fue derrota 4 a 2.
Vladimir Tarnawski no volvió a ser convocado al seleccionado argentino. En 1960 jugó para San Lorenzo y figurará por siempre en la historia del club por haber estado presente en los cinco primeros partidos que El Ciclón disputó por la Copa Libertadores de América (en ese entonces conocida como Copa de Campeones). Ese año además, salió en la tapa de la revista El Gráfico posando en una foto en la que simulaba acomodar a su barrera, con un escueto epígrafe que pretendía subrayar su estilo de juego, “Vladimiro Tarnawki: sabe tapar el arco”. A fines de 1962 fue transferido a Estudiantes de La Plata dónde jugó sólo ocho partidos sin nunca alcanzar la titularidad. Terminó su carrera, otra vez lejos del pago, jugando en el abúlico soccer norteamericano.