Entre las millones de fantasías que se escucharon decir desde el Mundial de Brasil hasta esta consagración de Alemania en la Copa Conferderaciones, hay una que resalta entre todas: que en los últimos 13 años sucedió algo que podríamos llamar el milagro alemán.
Esa teoría que se instaló sostiene que la Federación alemana llevó adelante, en los últimos 13 años, una renovación para que los jugadores alemanes dejaran de ser rústicos, toscos y poco hábiles y se convirtieran en los fantásticos futbolistas que son ahora. Se sostiene que la continuidad en el proceso que inició Jürgen Klinsmann y que se mantuvo con Joachim Löw fue el embrión de esta especie de revolución genética de los alemanes.
Los argumentos se repiten como loros porque jamás se detuvieron a leer sobre el pasado del fútbol alemán. Repasemos sus actuaciones en los mundiales: 1934, tercero; 1938, octavos de final; 1954, campeón; 1958, cuarto; 1962, cuartos de final; 1966, subcampeón; 1970, tercero; 1974, campeón; 1978, semifinalista; 1982, subcampeón, 1986, subcampeón, 1990, campeón; 1994, cuartos de final; 1998, cuartos de final; 2002, subcampeón; 2006, tercero; 2010, tercero; 2014, campeón. O sea: cuatro títulos, cuatro subcampeonatos, cuatro terceros puestos, un cuarto puesto, una segunda fase, tres cuartos de final y un octavo de final. Con estos resultados, ¿realmente se sostiene que la revolución llegó hace 13 años? Si quieren le podemos sumar tres Eurocopas (1972, 1980 y 1996) y tres subcampeonatos europeos (1976, 1992 y 2008).
Digamos, para derribar el primer mito, que es una tradición en el fútbol alemán que el segundo entrenador asuma la responsabilidad de dirigir al Seleccionado cuando renuncia el director técnico principal. No es algo que pasa desde hace poco más de una década, como algunos piensan; ocurre desde 1932, es decir hace 82 años. Justamente ese año (1932), Sepp Herberger fue nombrado asistente del director técnico de Alemania, Otto Nerz, quien estaba en el cargo desde 1923 y fue el primero de la historia.
Una vez renunciado Nerz, en 1936, por la mala actuación del equipo en los Juegos Olímpicos de Berlín, Herberger se quedó con el cargo hasta 1964. Sí, 1964. Arrancó con los nazis y sobrevivió a todo.
En 1956, Helmut Schön se incorporó como asistente de Herberger y asumió el cargo en 1964 y hasta 1978, cuando fue reemplazado por Jupp Derwall que también era su asistente.
Derwall fue entrenador sólo seis años y fue reemplazado por Franz Beckenbauer, quien se había retirado del fútbol hacía un año. El Káiser dirigió a la Selección entre 1984 y 1990 y fue sustituido en el cargo después de ser campeón en Italia (1-0 a Argentina), para variar, por su asistente, Berti Vogts.
Ocho años después, en el 98, el que asumió por Vogts fue Erich Ribbeck, quien tuvo un fugaz paso por la selección ya que fracasó en la Eurocopa de 2000 y fue sustituido por Rudi Völler, quien duró en el cargo hasta otra mala Eurocopa, la de 2004. Ese fracaso de Alemania marcó el ingreso de Klinsmann y Löw a la selección, lo que se mantiene en pie desde hace trece años y que no tambaleó pese a aque Alemania, en 2006, no fue campeón del mundo pese a disputar el mundial en su propio país y que en 2010 tampoco obtuvo el título del mundo. O sea, el premio mayor llegó diez años después, en Brasil.
Digamos, además, que ya sabemos quién dirigirá a Alemania cuando Löw decida irse: será Hans-Dieter Flick, es decir el asistente de actual de Löw.
Otra tontería que se repite es que ahora los jugadores alemanes juegan mejor que antes y a la sudamericana. Los que dicen esto, definitivamente no vieron jugar a Beckenbauer, Seeler, Gerd Müller, Breitner (un lateral a la brasileña), Netzer, Hoeness, Lotar Matthäus, Rummenigge, Vogts, Völler, Klinsmann, Brehme, Bierhoff, Sammer y, más acá todavía, a Ballack, sólo por citar de memoria a algunos jugadores que nos quedaron grabados en la retina por el juego que desarrollaban.
Que haya tantos jugadores alemanes como Özil, Thomas Müller o Khedira tiene más que ver con que en 1991 se unificó Alemania tras la caída del muro y con la inmigración, que hizo que hoy encontremos en el equipo a infinidad de futbolistas de segunda y tercera generación de gente que miró a Alemania a medidados de la década del 90. O sea que no es por influencia de la Federación alemana sino por cuestiones geopolíticas y económicas que exceden por mucho al fútbol.
Que los alemanes son más serios que los argentinos para mantener a los entrenadores y para elegir una línea de juego, es cierto. Acá saltamos de Menotti a Bilardo, de Basile a Passarella, de Maradona/Batista a Sabella, de Sabella a Martino, de Martino a Bauza y de Bauza a Sampaoli. En la Argentina nunca se sabe seriamente a qué vamos a jugar. Pero que nosotros organizativamente demos lástima, al menos por ahora, no tiene nada que ver con los resultados deportivos. De hecho, pese a Julio Grondona y la destrucción que hizo de los juveniles con su hijo Humbertito, Argentina fue subcampeona del Mundo en Brasil y subcampeona en dos oportunidades de la Copa América. Para muchos ser segundos es ser el primero de los perdedores. Es decir, hubieran echado a Löw después de los mundiales de 2006 y 2010. Seguramente los que piensan así son los que hoy se llenan la boca elogiando a Alemania .
Desde la muerte de Grondona para acá, pasaron decenas de cosas en el fútbol argentino. No nos vamos a poner a contarlas porque ya casi todos las saben. Ahora conduce Chiqui Tapia y una de sus primeras medidas fue despedir a Bauza y contratar a Sampaoli. O sea, otro salto de un estilo a otro. Es deseable que de aquí en más se mantenga una línea y, además, que ese mensaje baje hacia las Selecciones manores. Es lo máximo que se puede pedir. Si es así, tal vez dentro de 82 años nos parezcamos en algo a los alemanes.