Uno nace en Punta Alta, allá en Bahía Blanca, y el otro en los andurriales de Zárate; dos regiones bonaerenses cruzadas por los vientos del mar y del río, apacibles suburbios de humildes trabajadores cuyos niños escapan y crecen en los vastos potreros lugareños. Diecisiete años después, sin conocerse, levantan las banderas de la improvisación futbolística en una práctica histórica en la cancha de Ríver Plate, como candidatos para una selección juvenil. Y en ese preludio de recitales más completos, todavía sin auditorios de resonancia, comparten el idioma de la pared, el toque, los cruces, piques y engaños con una pelota en movimiento.

4ac26525ef3ca_300x0Las anécdotas se apiñan en poco tiempo: la participación en un torneo internacional de Cannes, una transferencia, la titularidad conjunta, los títulos argentinos, las Copas Libertadores de América, Intercontinental, Interamericana, la selección mayor.

Año 1974. Ricardo Enrique Bochini y Ricardo Daniel Bertoni hace dos años que son amigos y desde entonces, sus vidas corren paralelas. Llegan juntos a los entrenamientos; son receptores de las simpatías de purretes y mayores; besan los mismos trofeos que contribuyen a conseguir como brotes renovados de un añejo tronco con savia inalterable; se colocan con igual frecuencia las camisetas roja de Independiente y azul y blanca de la selección nacional; en la cancha, uno puede ir por el medio y el otro por los laterales, pero cualquiera de los dos se arrima en sus secretas complicidades para juntar tecnicismos y codicias; se unen en una y mil paredes; un día glorioso transportan sus genialidades a Roma y dejan a varios italianos del Juventus en el camino, quiebran un récord de invulnerabilidad que enorgullecía al guardavalla Zoff y le facilitan a Independiente el virtual título de campeón mundial de clubes; son dos grandes ausentes del Mundial de 1974; representan, con autenticidad, el fútbol-arte, el atrevimiento, la alegría de jugar; después de todo esto, de cada partido, vuelven a la casa común, a la vivienda de la familia Bertoni, que recoge a Bochini como un hijo más.

Bochini: su amanecer y presentación

La niñez de Bochini, “el Richard” para su familia, se desarrolla en Villa Angus, en los cordones geográficos de Zárate, en medio de industrias y un cercano quejido de bocinas motonáuticas. Es un chico tímido, que juega “un cabeza” de cama a cama con sus hermanitos, que tienen casi su mismo talento natural para jugar con una pelota en la canchita sin alambrar del barrio. El padre, un empleado municipal, es un hombre íntegro, ejemplar, que inculca la decencia y la humildad como norte en la vida de sus hijos.

bochaRicardo juega al baby fútbol, gana torneítos y es el número 9 de Belgrano, club de la Liga zarateña; allí se registra cuando tiene 13 años, para sexta, pero al año siguiente actúa en primera división. Un día su padre lo lleva al club de sus amores, San Lorenzo, donde Diego García probaba a chicos de 16 años; pero estaban jugando los de 14 años y él tenía 15. En otra oportunidad es rechazado en La Candela, de Boca Júniors, por el examinador Campos. “Jugué 10 minutos como creo que no lo pueda hacer nunca, por lo bien, pero me pidieron que vuelva otro día y que rindiera más. No me animaba, no podía jugar mejor y no volví”. El director técnico de Belgrano, Henricot, lo recomienda a Independiente y la novedad se la comunica un día Miguel Angel Giachello (delantero zarateño por entonces en el club de Avellaneda). En un preliminar del partido San Martín (Tucumán) v. Independiente lo prueban Nito Veiga y Ernesto Díaz. En 1971, Independiente lo incorpora definitivamente (estaba a préstamo) por 400 mil pesos moneda nacional. Juega en 7° y en otras divisiones, combinando sutiles paredes con su compañero Ruiz Moreno. Córre el año 1972. Bochini está en 5°división. Varios titulares (Santoro, Semenewicz, Raimondo y Pastoriza) dejan momentáneamente el equipo, para integrar la selección, en la Minicopa de Brasil y el director técnico de la primera, Pedro Dellacha, acude a los mejores juveniles. Así, en la 26° fecha, Independiente forma con Gay; Commisso, Sa, Garisto y Pavoni; Palomba, Moreyra y Saggioratto; Balbuena, Magán y Rubén González. A los 74 m, sale Saggioratto y entra un chiquito que parece un muñeco de pelo ondulado, rubión, de pasmosa tranquilidad. Juega muy bien. El día anterior había hecho dos goles en la 5° división. Tiene 18 años.

Bertoni: de hincha de Bernao a crack rojo

bertoniLa familia Bertoni tiene dos mellizos nacidós en un policlínico bahiense: Ricardo Daniel, el futuro héroe futbolístico, y Carlos Jorge. Viven hasta el primer año de los hermanitos en Punta Alta para mudarse a Quilmes, en un paisaje de chacras con casitas despaciosamente levantadas. Don José Bertoni es hincha de Micheli, Cecconato, Lacasia, Grillo y Cruz. Ricardo Daniel crece en esa atmósfera “roja” y vuelve sus sueños hacia esa divisa. “Mi papá me llevaba a la cancha desde los 6 años —rememora— y yo admiraba a Bernao y después a Balbuena”. Un buceador de cracks, Aníbal Díaz (descubridor de Angelillo y Maschio) lo inscribe a los 12 años en Quilmes. Es campeón en 8° y 6° división. En primera reemplaza al wing Carrizo durante el partido que Témperley le gana a Quilmes por 3-1 (9/4/72), en esta formación: San Miguel; Sarmiento, Manna, Martínez y Gatto; Espada, Mona y Villa; Reynoso, Espinoza y Carrizo. Ithurrieta lo confirma titular desde la 10° fecha, en lugar de Reynoso.

A fin de año pasó a Independiente  por 35 millones de pesos moneda nacional (19 en efectivo y la cesión de Olivera, Giménez, Humberto y Juan Bravo). El alto rendimiento de Agustín Balbuena obliga a convertirlo en puntero izquierdo. Su debut en primera fue en la 11° fecha de 1973, en esta formación: Gay; Arispe, Giuliano, Garisto y Cuiña; Montero Castillo, Raimondo y Palomba; Bertoni, Bochini y Rubén González.

Juntos en el fútbol y la vida

Un día la selección juvenil juega con Quilmes. Ya Roberto Ithurrieta (DT de Quilmes), había advertido a Rubén Bravo (DT del juvenil), las cualidades de Bertoni, quien las confirma en el partido y marca un gol. Es incorporado junto a Bochini, el habilidoso de quien hablaban todos desde su llegada de Zárate. El primer encuentro entre los dos es revivido así por ambos. Dice Bertoni: “Fue una tarde en Ríver. Entramos a tirar paredes y nos identificamos plenamente. Nos pusieron en la misma habitación. Después, las concentraciones, Cannes, Independiente y todo lo demás, afianzaron la amistad”. Recuerda Bochini: “En la primera jugada, hicimos una pared de media cancha y yo la terminé con gol. Nos entendimos enseguida”. Los BB tuvieron estado público como preliminaristas de un partido decisivo del Nacional 1972 (San Lorenzo 3, Ríver 2), en Vélez. Aquel puntero rapidísimo que llegaba con total facilidad al fondo era Bertoni; el centrodelantero petisito, con inteligencia de crack y gambeta fascinante, era Bochini. Bertoni hizo 3 goles y Bochini dos. Los dos entran en la vorágine de viajes y gloria con las Copas Libertadores e Intercontinental. Son titulares en 1974.

BBnuevo“Él vivía en una pensión de Avellaneda y estaba solo. Comenzó a venir a mi casa y se quedó a vivir con mi familia en Quilmes”, comenta Bertoni de su amigo. Es el más dicharachero y juguetón de los dos; Bochini es extremadamente sencillo, habla a gran velocidad. Cuando sus obligaciones se lo permiten vuelve a Villa Angus y Zárate parece detenerse para agasajar a uno de sus hijos más ilustres. Regresa a casa para retomar ese microclima propio de los Bochini y gustar un “picadito” en la canchita de enfrente. Las vidas de Bochini y Bertoni corren paralelas, para iluminar a Independiente y al fútbol argentino de su tiempo.

Artículo publicado en El Libro del Fútbol (tomo III) de Editorial Abril – 1974