Habían pasado seis meses, desde aquel mediodía de junio de 1955, en el que la aviación naval tuvo su bautismo de fuego arrojando catorce toneladas de explosivos sobre la población civil en la Plaza de Mayo, con el objetivo de derrocar a Perón. El saldo fue de más de 300 muertos. El Golpe de Estado contra el gobierno democrático se produjo finalmente tres meses más tarde y al asumir el poder los golpistas instalaron una consigna, “Ni vencedores ni vencidos”.

Ninguno de esos tristes acontecimientos se vio reflejado en las páginas de la revista El Gráfico de aquellos días. Podría justificarse la omisión, ya que se trataba de un asunto que excedía el interés específico de una publicación deportiva. Sin embargo, durante los años del peronismo, la revista había celebrado con énfasis las políticas de fomento al deporte del gobierno popular.

Los recursos que el Estado aportaba a las disciplinas amateurs habían florecido en mil flores: en los Juegos Olímpicos de 1948 y en los Panamericanos del 51; en los campeonatos “Evita” que cumplían una función social garantizando a los niños la posibilidad de una periódica revisación médica y el derecho a practicar deportes; en la obtención del Campeonato Mundial de Básquet de 1950; en la contratación de profesores de tenis y atletismo y en la creación y el mantenimiento de campos de entrenamiento gratuitos para los estudiantes secundarios y universitarios.

evaPerón y Evita aparecían con frecuencia en las fotografías de El Gráfico y también Roberto Pettinato (padre), el humanista Director de Institutos Penales, que apostaba a la educación integral de los reclusos promoviendo el deporte, el estudio y el trabajo en las cárceles.

A pesar de ese tácito respaldo, al menos en la cuestiones relacionadas con el deporte, que la revista había brindado al peronismo, en enero de 1956 el entonces joven periodista Dante Panzeri escribía en El Gráfico un larguísimo artículo -que reproducimos en su totalidad más abajo-  titulado “A los pecadores: ¿perdonarlos o castigarlos?”

La nota venía a cuento de que el gobierno de facto, en el marco su estrategia de “desperonización” de la Argentina y en nombre de los valores republicanos y de la libertad, había creado una Comisión Investigadora de Irregularidades Deportivas, para estudiar los presuntos hechos de corrupción en los que pudieran haber estado involucrados los atletas.

peronbasEl periodista caracterizaba como “pecadores” a aquellos deportistas amateurs que, según su óptica, se habrían beneficiado materialmente con el peronismo.

(Una pequeña digresión: en esa fecha, Panzeri podía -todavía- escribir libremente la palabra “peronismo” sin correr el riesgo de ser condenado a prisión de 30 días a dos años o a pagar una multa de  m$n 500 a m$n 1.000.000, que era la pena que se impondría desde el 5 de marzo, según el tristemente célebre Decreto-Ley 4161/56 de la Revolución Libertadora, que prohibía hasta la mera mención del nombre del ex presidente o el de su esposa, y las palabras justicialista o peronista, entre otras ridiculeces.)

Según Panzeri, un verdadero deportista amateur no debía recibir, como reconocimiento a sus desempeños, ninguna otra cosa más que copas o medallas. Por lo tanto consideraba un oprobio que: “al caer el telón de los 10 años del régimen peronista” unos cuantos centenares de deportistas argentinos se encontrasen incursos en lo que se llamaba  “delito de motorización”. El “delito” consistía en aceptar de manos del Estado -como ocurrió por ejemplo con los integrantes del equipo de básquet  Campeón del Mundo-  un permiso para importar un automóvil de regalo. O en acogerse al beneficio de una licencia laboral con goce de sueldo para dedicarse intensivamente al entrenamiento en vísperas de una competencia internacional de trascendencia.

Panzeri no veía que las políticas deportivas del peronismo persiguieran un genuino interés por desarrollar las capacidades de los atletas. Estaba convencido de que “…todas las tiranías modernas necesitan del deporte como recurso de conscripción de adeptos; como opio de los pueblos .Y esta no fue la excepción: usó al deportista, resquebrajó primero su moral y enlodó su mano después con el poder de las tentaciones materiales…”.

Sospechaba que los deportistas podían ser corruptos o, en el mejor de los casos, corruptibles por el “oleaje incontenible de un festín popular de nacionalismo estatal, de corrupción de conciencias, de compra-venta de voluntades…”. Estaba convencido que los deportistas vivían con el temor de “caer en desgracia” sólo por no dedicar un triunfo a la pareja gobernante.

Dante Panzeri, una persona sin dudas inteligente, no podía controlar un enorme prejuicio de clase. Se consideraba moralmente superior a quien adscribiese al peronismo. No lograba entender que alguien, gracias a esas políticas, pudiera alcanzar derechos y oportunidades negados por generaciones. Utilizaba un razonamiento muy similar al que tanto se escucha en estos días para descalificar a quienes asisten a movilizaciones y son acusados de hacerlo a cambio de dinero o un choripán y no por convicción.

Resulta desconcertante que un hombre que caracterizaba como “orgía de prebendas” a los recursos que el Estado destinaba a las políticas deportivas, sea considerado un prócer incuestionable por buena parte del periodismo progresista bienpensante argentino.

Sin condenarlo, sin dudar de su honestidad y sin dejar de reconocer los indiscutibles méritos de Panzeri, dejamos a consideración del lector el polémico artículo para que saque sus propias conclusiones. 01

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