Hace más de noventa años, en el seno de una numerosa familia platense, los Di Bastiano, se formó un equipo de fútbol. Solamente podían integrarlo primos y hermanos que como condición debían llevar aquel apellido. Algunos lo recuerdan como el Deportivo La Sangre, pero en las actas consta como La Sangre Football Club. El desaparecido diario platense El Argentino precisa que la fecha de fundación fue el 9 de noviembre de 1922. Veintidós jugadores y la Comisión Directiva, representantes de dos generaciones, tuvieron la idea de anotar al cuadrito familiar en uno de los torneos de la época, con la finalidad de “unirse cada vez más”.
Sin sobrevivientes de aquellos tiempos, algunos descendientes ayudaron a reconstruir la historia: “En ese grupo estaba mi abuelo Lorenzo, que tendría hoy más de cien años. Le decían el Mono. Somos una familia muy grande”, cuenta Rubén Di Bastiano, el Nene, marcador de punta que jugó en Gimnasia y Esgrima y en Temperley, entre 1970 y 1979. Hoy es taxista.
Lorenzo Di Bastiano fue el promotor de la idea y el arquero del equipo. Vivió hasta los ’90 y en sus últimos días daba fe de que “sobre todo Vicente, el insider izquierdo, se destacaba por sus buenas condiciones”. Los Di Bastiano ya venían jugando en equipos de la Federación Platense y a inicios de 1923 se inscribieron en una Liga alternativa, llamada “Francisco Mancini”. La voz del estadio, de haber existido, hubiese anunciado la siguiente formación: Lorenzo; Andrés y Ángel; Juan, Mario y Bernando; Roberto, Liceo, Liberato, Vicente y Antonio. Entre los suplentes: Franco, Rómulo, Francisco, Bernardo, Gregorio, Alberto, Esteban y Cecilio. Todos Di Bastiano.
El balance del único torneo que jugaron fue: doce ganados, un empate y una caída. La Sangre quedó segundo detrás de River Plate del barrio platense Cirio. En 1924, ya con la fama hecha, un memorable asadito reunió a los integrantes del club. Era importante seguir jugando juntos, pero pensaron que si se afiliaban “podían lesionar los intereses de los colores a los que ya defendían”: la mayoría jugaba para el Ever Ready, pero también tenían jugadores en Gutenberg, Huracán, Independencia y Belgrano. “Ante el problema -decía Lorenzo- y siguiendo las indicaciones de nuestros padres, optamos por disolver el equipo”.
Don Osvaldo tiene 70 años y atiende a Un Caño, en su maxi kiosco. Es, por supuesto, Di Bastiano. El único hijo del crack Vicentito. “Papá nació en 1901, murió a los 52 por el cigarrillo”, evoca con ojos humedecidos mientras, paradójicamente, despacha atados a la clientela. “Era un petiso que saltaba como los dioses. No lo vi jugar, pero me han dicho maravillas. El día que fui a firmar a la Liga para jugar por Circunvalación, un dirigente me mira y me dice: ¿así que usted es Di Bastiano, el hijo de Vicente? Mire ese cuadro, ¿lo conoce? Tenían una foto de mi viejo cuando salió tricampeón con Gutenberg”. Vicente vivió como casero en 13 y 71, donde estuvo la primera cancha de Gimnasia y Esgrima, que luego pasó a ser de los albiverdes de Gutenberg. “Mi viejo fue testigo cuando en 1924 trasladaron la casilla de madera al Bosque”.
Los Di Bastiano son originarios de Massa d’Alhe, un pueblito de Italia. El primero en llegar a la Argentina fue Andrés, en 1890, para emplearse en las cuadrillas que pavimentaban las diagonales. Años después les dio el visto bueno a cinco hermanos para que vinieran a hacerse la América. Cuentan que Andrés no quería que jugaran al fútbol, pero cuando lo nombraron presidente de La Sangre cambió de idea. Las mujeres armaron una subcomisión de fiestas para recaudar fondos y alquilar la ropa, confeccionar los carnets, pagar la cuota de afiliación y el alquiler de la cancha. Otro dato surge de la biblioteca del periodista Horacio Ferretti: “Antes de cada partido, el jugador de La Sangre debía rendir cuentas sobre su conducta (en su vida personal); si le detectaban algún problema, debía conformarse con mirar el partido desde afuera”. Vicente, el goleador, trabajó en Obras Públicas y ayudó a construir el murallón de Punta Lara. Se dio el gusto de jugar con uno de sus hermanos: Liberato, constructor y luego presidente de la Casa Radical. Otro de los hermanos, Cecilio, fue bailarín de circo. A Vicente lo pidieron de Estudiantes y de Boca, y en el fútbol platense era comparado con dos grandes: Raúl Echeverría (ex Estudiantes y Selección) y con Roberto Bacchi (Gimnasia, compañero de Pancho Varallo). Quien logró profesionalizarse fue un hijo del defensor Juan, Nelson Di Bastiano. En 1957 fue transferido de Gimnasia a Portugal, y de allí a un club de Nueva York. El memorable periodista Mercurio, en una crónica con trazo de época, recordaba en el diario El Día: “Juan era el único con el que La Sangre metió la mula, porque era primo segundo y no primo hermano”.
Publicado en Un Caño#54 – Diciembre 2012