Fidel Castro tenía 12 años y estudiaba en el colegio lasallano de Santiago de Cuba en junio de 1938. En esos días, Ernesto Guevara De la Serna vivía una infancia tranquila en Alta Gracia, Argentina, y Camilo Cienfuegos tenía seis años y vivía con sus padres en La Habana.
Lejos en el tiempo estaban todavía el asalto al cuartel Moncada, el combate de El Uvero, la lucha en Sierra Maestra y la batalla de Santa Clara. Fulgencio Batista aún no era el enemigo de la futura resistencia y Cuba vivía en una democracia que duraría unos años más. En junio de 1938 la historia todavía esperaba a una de las revoluciones más recordadas del siglo XX.
El 4 de junio comenzó la tercera Copa del mundo de fútbol en Francia. Aquel torneo estuvo precedido por una polémica que incluyó a casi todos los equipos de América. Liderados por Argentina, que argumentó su derecho de organizar el Mundial, casi todos los seleccionados del continente decidieron no participar. En ese contexto, quince Selecciones se dieron cita en París.
Cuba fue uno de esos combinados. La deserción de Costa Rica, El Salvador, México y Surinam le abrió la puerta a la Isla, que se convirtió en el primer equipo caribeño en disputar una Copa del mundo.
Junto a Indias Holandesas (Indonesia), fue el participante más “curioso” de ese torneo, en el que los europeos fueron amplia mayoría.
Pese a ese mote casi gracioso con el que tuvo que convivir, el largo viaje que debió soportar el conjunto cubano no fue en vano y la actuación fue mucho mejor de lo esperado. Jesús Gironella fue el padre de un plantel que quedó en la historia del fútbol como el primer gran equipo caribeño.
Rumania no era una potencia, pero su experiencia en campeonatos internacionales la convertía en amplio favorita frente al simpático combinado americano. Sin embargo, Cuba se sobrepuso a un 0-1 en el primer tiempo y alcanzó un espectacular 3-3, que le dio el derecho a jugar un partido desempate.
Toulouse fue el escenario en el que se dio una de las primeras grandes sorpresas de la historia de los Mundiales. Con goles de Socorro y Oliveira, Cuba le ganó 2-1 a Rumania y se clasificó para los cuartos de final del torneo. 8000 personas asistieron al encuentro disputado el 9 de junio de 1938, que aún hoy es el más importante para el fútbol de la Isla.
Sólo tres días después y con el cansancio de 180 minutos de tensión sobre sus espaldas, los jugadores cubanos debieron enfrentar a Suecia, que no tuvo piedad y goleó por 8-0 en Antibes. Sin embargo, la leyenda ya estaba escrita. Cuba había jugado su primer Mundial y había ganado su primer partido cuando absolutamente nadie lo esperaba. Todos creían que era el comienzo de una historia de éxitos, pero nunca más el mundo vio a un equipo cubano como aquel.
Dos décadas después, la Revolución liderada por Fidel Castro, Ernesto Guevara y Camilo Cienfuegos llegaba al poder y derrocaba a Batista y su dictadura. Pero esa es otra historia. Esta vez el cuento del día tiene que ver con el fútbol y el triunfo de los débiles. Por una vez.