Papá García quería que fuera futbolista. A él le gustaba jugar a la pelota, llegó a ser wing derecho en la cuarta especial de la Unión Española. Jugaba seguido, pero siempre supo que no era por su talento. “Yo era un jugador discreto. Estaba ahí más porque mi papá era amigo del entrenador y le decía ‘haga jugar al chico'”, admite.
Mamá García fue la que terminó con su carrera antes de que comenzara. Una vez, en una práctica, un compañero le pegó una patada tan fuerte en el muslo que estuvo tres meses sin ir a las prácticas. “Mi mamá estaba indignada: agarró mi credencial de futbolista y la rompió”, recuerda.
Eugenio García García aceptó la decisión materna pero se las ingenió para seguir adentro de una cancha. Se hizo fotógrafo a comienzos de la década del cuarenta y unos años, y un par de imágenes geniales, después se convirtió en unos de los mejores reporteros gráficos de fútbol en Chile. Fundó la revista Estadio y trabajó allí hasta que se jubiló, en 1973.
Entre muchos hermosos testimonios que publicó en ese semanario se destaca que logró fotografiar en dos oportunidades, en el mismo estadio y con 18 años de diferencia, una vez de noche y otra de día, el momento exacto en que una pelota se deforma contra el travesaño. Y lo hizo con un rollo y sin flashes, mucho antes de los megapíxeles y las tarjetas de memoria.
“Esa hermosa imagen de lo que pudo ser y no fue (un gol, un amor) con apenas un vuelo estéril y una pelota de cuero aplastada en un madero”, describe su trabajo el periodista chileno Francisco Mouat, que lo entrevistó a fines de los ochenta cuando ya llevaba casi dos décadas retirado y atendía un local de lotería en el centro de Santiago.
La primera de esas imágenes la capturó en 1952. Jugaban Green Cross contra Everton un partido nocturno. “Esa foto es un premio a la constancia”, asegura. En 1942, cuando estaba dando sus primeros pasos en el oficio, había estado cerca congelar ese momento y se prometió perseguirlo. “Ya le había tomado una foto linda a William Marín, el arquero de Santiago Morning. Marín era famoso por la suerte que tenía con los palos, porque lo salvaban siempre. En esa foto que le tomé, la pelota está justo tocando el palo, pero no se sabe si antes o después de golpearlo. Ahí me quedé con el bichito. Dije: ‘A lo mejor algún día me sale la foto con la pelota achatada en el palo. Ojalá tenga la suerte'”, cuenta.
Una década después, admite, tuvo suerte. Pero también hizo lo suyo cuando Félix Díaz se paró para patear ese tiro libre a favor de Green Cross. “Era inquieto. Buscaba el ángulo adecuado, me movía de un lugar a otro. Entraba a la cancha para buscar perspectiva. Si me quedaba afuera, o pisando la línea, a uno le sale un puro palo, sin ángulo, y eso no tiene brillo”, explica.
Igual, recién se enteró de lo que había logrado cuando volvió del estadio Nacional a la revista. “Yo entré a la cancha, preparé la cámara y disparé. Después, en el cuarto oscuro, estaba con Hernán Morales, colega de Estadio, y cuando estoy fijando el negativo, le digo: ‘Oye, Hernán, mira la fotito’. Yo estaba muy alegre. Y él me dice: ‘Liiiinda, linda la foto'”, relata. El director vio la copia que le dejó en su escritorio el lunes siguiente y lo mandó a llamar para felicitarlo. “La publicó esa semana en la revista, eso sí que de un tamaño no muy grande”, lamenta.
Sus colegas culparon a la fortuna por su éxito: “‘Pucha, García, la fotito que te mandaste’ y se tocaban atrás y decían ‘el culito que te gastai, García, el culito'”. A García eso no le gustó nada. Cuando volvió a hacerlo, en 1970, de día, en el momento en que el paraguayo Eladio Zárate, ex San Lorenzo, pateó un penal para Unión Española que el arquero Strauch, de Palestino, alcanzó a desviar, dijo: “Esta última se la dedico a los incrédulos”.
Una vez podía ser suerte. La segunda ya era magia.
NdR: Las imágenes y los testimonios fueron extraídos del libro de Francisco Mouat Nuevas cosas del fútbol. 1ra ed – Santiago de Chile: Lolita Editores, 2012.