4c71f729f793e8cdd22971889f16b292Consecuencia de un crecimiento que se vio especialmente en los años ochenta, Francia llegó a la elite del fútbol -el reducido círculo de los campeones del mundo- en el torneo que lo tuvo como anfitrión, en 1998. Un equipo multiétnico -que no le hacía mucha gracia a la derecha francesa- le ganó la final a Brasil por 3-0 de la mano del eximio Zinedine Zidane.

El año 2000 estaba muy cerca y la bisagra del fin de milenio daba lugar a todo tipo de especulaciones. Sin embargo, lejos de las infaustas predicciones de Nostradamus y algunas pitonisas amateurs, el alerta más resonante por el cambio de época provino de los cráneos de la tecnología.

Por aquel tiempo, se forjó una nueva versión del Apocalipsis, que llegaría por una falla de las computadoras y que se sintetizó en una sigla inquietante: Y2K (Year, año en inglés + 2 + kilo, es decir el multiplicador por mil; una forma lacónica y codificada, muy del gusto americano, de decir Año 2 mil).

El problema residía en un error de software provocado por la costumbre de los programadores de omitir los dos primeros dígitos de los años. Este detalle impediría, el 1 de enero de 2000, reconocer el cambio de centuria. Las computadoras interpretarían que, luego del 31 de diciembre de 1999 (31/12/99 según su lenguaje de dos cifras), la cuenta debía volver a 00, es decir a 1900.

tapatimeHabida cuenta de que el pulso de las sociedades modernas está regido por los programas de las computadoras (en principio, la organización financiera tanto privada como estatal), ingenieros informáticos, empresarios y funcionarios comenzaron a trabajar en protocolos de emergencia para evitar el desastre.

En paralelo a esta razonable previsión, las hipótesis de catástrofe proliferaron. La más frecuente insistía sobre los errores posibles en las computadoras de los aviones. ¿Qué sucedería, a diez mil metros de altura, la medianoche del último día de 1999?

Aquí va una perla rescatada del sitio www.menteabierta.org, donde se enumeran las siguientes recomendaciones para afrontar la fecha amenazadora:

* “Lo primero y principal es tomar las cosas con calma y contribuir a una actitud racional y solidaria.”

* “Segundo, sería prudente asegurarse copias de documentos importantes (libro de familia, extractos bancarios, estado actualizado de hipotecas, retiros y pensiones, seguros, etc.). Sería prudente también hacerse de una cantidad de dinero en metálico equivalente a un mes de gastos (en caso de que fallaran los cajeros automáticos), alimentos y agua, así como las medicinas que se toman regularmente.”

* “Tercero, mucho cuidado con los anuncios alarmistas de sectas y fanáticos, así como de los intentos de fraude por parte de los poco escrupulosos. No acepte dar información de sus cuentas bancarias a NADIE.”

No faltó, por supuesto, la película oportuna, Y2K (1999), dirigida por Richard Pepin y con Malcolm McDowell en el elenco. Pero, por fortuna para la paz del planeta, la sangre no llegó al río. Y, salvo percances puntuales y de escasa relevancia, las computadoras respondieron correctamente a la hora señalada.

La sensación de falsa alarma hizo que se considerara excesiva y hasta descabellada la inversión global destinada a la actualización informática, estimada entre 250 mil y 550 mil millones de dólares. Si bien muchos expertos dicen que fue indispensable, hay quienes sostienen que solo las computadoras más viejas eran riesgosas. Y que desde comienzos de los noventa, hasta las PC domésticas preveían los cuatro dígitos del año 2000 y sucesivos.

Al margen de la explotación del tema en la industria del miedo, de la que el periodismo participa activamente, la saga del Y2K induce a reflexionar sobre la dependencia tecnológica a la que están sometidas las sociedades de las más diversas características culturales en todo el mundo.

portada 1998