El 23 de marzo de 1962, la primera plana de la portada de Deportes del diario La Vanguardia titulaba en un rincón: “El entrenador de la selección española en Chile podría ser H.H.”. Debajo, agregaba: “En los próximos tres o cuatro días el seleccionador nacional, Pablo Hernández Coronado, resolverá la cuestión. El señor Hernández se inclina por el nombramiento de Helenio Herrera pero le pone las siguientes condiciones: Una mordaza, para que hable lo menos posible; un sometimiento absoluto a la disciplina que marque el seleccionador en todos los aspectos deportivos, y que acceda a venir por poco dinero”.
Efectivamente, cuatro días después, en la misma página, se hizo el anuncio oficial. El afamado Helenio Herrera, ya campeón en la Liga con Atlético y Barcelona y reciente subcampeón de Italia con Inter, decía con su habitual arrogancia: “Considero un gran honor este nombramiento. Estoy convencido de que España hará un gran papel en los campeonatos del mundo de Chile. Cuenta con espléndidos jugadores, como Di Stefano, Gento y Santamaría, mis preferidos. En Chile se verá lo que España es capaz de hacer”.
En España, se esperaba que la selección fuera capaz de mucho. Sus hinchas consideraban que ya era hora de que sus futbolistas mostraran, a nivel internacional, el mismo dominio que exhibían sus clubes. En especial Real Madrid, que en ese 1962 fue subcampeón de Europa por primera vez luego de ganar cinco de las primeras seis ediciones.
Esa selección, además, tenía refuerzos de lujo. A esa base de jugadores del Madrid (Araqustaín, Pachín, Del Sol, Gento), se sumaban Luis Suárez, figura del Inter de Herrera y mejor jugador de Europa en 1960, y una larga lista de veteranos extranjeros nacionalizados: Di Stefano (35 años, argentino), Púskas (35, húngaro), Santamaría (32, uruguayo) y Eulogio Martínez (30, paraguayo). Así se ganaron el apodo de “El equipo de la ONU”.
En noviembre de 1961, esa España multinacional se había clasificado a la Copa del Mundo de Chile luego de superar una eliminatoria ante Marruecos. Había ganado 1-0 en Casablanca, casualmente en el estadio donde H.H. se había formado como futbolista en su juventud marroquí, y luego empató 1-1 en Madrid. Su entrenador era Pedro Escartín pero renunció tras conseguir el pase al mundial.
La Federación sorprendió al elegir como reemplazo a Pablo Hernández Coronado, ex arquero de Real Madrid en los años 20, exárbitro, excampeón de boxeo en Castilla, experiodista y exdirectivo del equipo blanco. Un personaje omnipresente en el fútbol español que, muy consciente de sus limitaciones, decidió convocar a un entrenador de prestigio para conducir a la selección. La contratación de Helenio Herrera, para conformar una dupla técnica, cayó muy mal entre los DTS españoles, pero dado el carácter multicultural de ese plantel parecía coherente.
Una mañana de mediados de abril, Helenio, sin dejar de ser DT de Inter, se subió a su auto en Milán y manejo 1600 kilómetros hasta Madrid, para hacerse cargo del primer entrenamiento del preseleccionado español. La tarea, sabía, era muy complicada pero el desafío de disputar un Mundial lo entusiasmaba. El sorteo, realizado en enero en el Hotel Carrera de Santiago de Chile, había puesto a España en el grupo más complicado junto a Brasil, el campeón defensor, y a Checoslovaquia, tercero en la última Euro, los dos que terminaron jugando la final.
Luego de semanas de preparación, con intensos amistosos y severos entrenamientos, en el País Vasco y en Madrid, la preselección de 29 jugadores se redujo a la definitiva lista de 22 que volaron a Chile. En esas jornadas exigentes, a la altura de su reputación, Herrera transmitió sus conceptos con frases cortas e impactantes, en un idioma propio, mezcla de árabe, francés, español e italiano, las lenguas de su vida de trotamundos.
En la madrugada del 20 de mayo la delegación de 32 personas partió desde Barajas. El interminable vuelo hizo escalas en Lisboa, Dakar, Rio de Janeiro, Buenos Aires y Santiago antes de llegar a Viña del Mar, donde se disputaba ese Grupo C. La gran preocupación, ya antes de subir al avión, era Di Stefano. “Se me ha reproducido la lesión y creo que no estoy en condiciones de jugar en Chile”, admitió el futbolista que, por su relevancia para el equipo, viajó de todos modos.
“El primer partido, ante Checoslovaquia, es de vital importancia”, afirmaba Helenio Herrera en cada entrevista. Asumiendo a Brasil como el gran favorito del torneo y a México como el rival más débil del grupo, ese debut sería decisivo para la clasificación a Octavos. “Como todos los equipos del este de Europa, se caracteriza más por su juego de conjunto que por sus individualidades. Tiene un juego viril por no decir más y juega con una decisión extraordinaria. Su técnica es irreprochable, por tradición. Juega con la táctica 4-2-4 pero sin rigidez”, analizó.
Ya en Chile, una semana antes del debut, Di Stefano jugó durante un hora en una práctica por presión de Helenio Herrera. Los periodistas españoles se ilusionaron. El jugador confirmó que no iba a poder hacerlo y se negó a jugar en la primera fase. El día previo al partido, el entrenador anunció que su figura no jugaría. “A Di Stefano le falta confianza en si mismo, tras su lesión reciente. Prefiere quedarse en la banda este primer encuentro. Pero estará, sin embargo, dispuesto a debutar en el partido contra México”, prometió en vano.
H.H. llevaba semanas pensando ese juego. Había viajado por Europa para ver a los checos en busca de debilidades. Pero, a la hora señalada, nada salió como lo esperaba. España dominó porque su rival así lo quiso. No supo como definir, sin Di Stefano la línea ofensiva no funcionaba. Y, además, sufrió el juego físico de su rival. Se lesionaron tres defensores (Reija, Rivilla y Segarra), y como no se podían hacer cambios debieron continuar jugando. Los checos lo ganaron de contra, cerca del final, aprovechando un pase corto de uno de los heridos.
Tres días después, España no podía fallar ante México. “En el campeonato del Mundo no hay enemigo pequeño y todos los partidos son de vida o muerte”, la frase de H.H., dicha antes de viajar, se había vuelto profética. La dupla técnica metió seis cambios pero el equipo tampoco funcionó ante la firme defensa del conjunto que dirigía el argentino Alejandro Scopelli. Apenas ganaron 1-0 con un gol en los últimos segundos.
El 6 de junio España tenía dos opciones: dar la mayor sorpresa del Mundial, vencer y eliminar a Brasil, o volver al hotel y hacer las maletas para regresar a Madrid. Helenio Herrera apeló, una vez más, a su verborragia. “Vamos a ganarle a Brasil”, aseguró. “Pelé es un violín; Di Stéfano, la orquesta entera”, agregó. Al final, ninguna de las figuras jugó. Pelé se había desgarrado en el 0-0 ante Checoslovaquia. Alfredo, pese a las promesas, tampoco estuvo en condiciones ese día.
España, otra vez con muchos cambios, jugó su mejor partido. A los 35 minutos, con gol de Adelardo, se pusieron a frente. Después, no pudieron aprovechar la desesperación brasileña. La leyenda cuenta que el árbitro los perjudicó al anularle otro gol, por un fuera de juego de Púskas que no participaba de la jugada. En los últimos diez minutos, dos gambetas de Garrincha, el jugador del torneo, le permitieron a Amarildo, el reemplazo de Pelé, anotar los dos goles con los que dieron vuelta el marcador.
Helenio Herrera y Hernández Coronado renunciaron a sus cargos vía telégrafo desde Chile. El equipo regresó a Madrid una semana más tarde. H.H. no subió a ese avión. H.C. volvió en silencio. Di Stefano tuvo que aclarar lo obvio hasta el hartazgo: “No jugué en Chile porque estaba lesionado”. Otros jugadores salieron a defender la preparación del equipo, a los entrenadores y a negar peleas de puños en los vestuarios.
Unos días después, se publicó un extenso informe que Hernández Coronado elevó a la Federación para explicar ese nuevo fracaso del fútbol español. “En la formación de los equipos, como en los sistemas de juego a seguir, obré de completo acuerdo con Helenio Herrera”, destacó. “Ni una sola vez discrepamos y en todo momento su labor me demostró el acierto de su nombramiento”, concluyó.
Helenio Herrera no volvió a España en mucho tiempo. Se retiró como DT en Barcelona, en 1981. Poco después de Chile 62, se reencontró con varios de sus dirigidos en Viena. Dos años más tarde, su Internazionale le ganó 3-1 a Real Madrid y se consagró campeón de Europa por primera vez bajo su mando. Comenzaba la era del Catenaccio que lo haría tan famoso. Y le permitiría olvidar eso que siempre dijo no conocer: el fracaso. El de su selección de España en Chile 1962, el único Mundial en el que pudo estar.