Década del veinte. España. Final de Copa. Lluvia. Partido parejo. Casi violento. Entonces, el arquero de uno de los equipos se juega la vida para salvar un gol en contra. Lo consigue, pero se lastima muy fuerte la cabeza. Deben atenderlo y vendarlo. Entonces, un morocho desconocido se ofrece para hacer la tarea. Nadie le dice nada. Tiene una presencia tan fuerte que si pidiera entrar a jugar, el entrenador lo pondría. Pero no, sólo aparece para vendar al arquero y vuelve a la tribuna. El partido sigue. El guardavallas culmina el juego como el héroe de la jornada y su salvador se va del estadio feliz. Cantando a lo Gardel.
La anécdota es un mito. O no. No importa demasiado. Quizás Carlos Gardel no vendó a Franz Platko, quizás ni siquiera se quedó a ver todo el partido, quizás no se fue tan feliz, quizás se aburrió. Son circunstancias que no interesan porque la historia pasa por otro lado. Pasa por la relación del cantor popular más trascendente de la historia de nuestro país con el FC Barcelona. Sí, porque mucho antes de Maradona y Messi, hubo otro argentino -o rioplatense- que hizo feliz al pueblo catalán.
Gardel no era un fanático del fúbol. Su deporte era el turf, está claro. Sin embargo, como todo artista de ley, tenía una gran sensibilidad para comprender las pasiones del pueblo y por eso el amor por la pelota no le era ajeno. Nunca se declaró hincha de ningún club argentino, aunque las grandes campañas de Racing en la década del diez llamaron su atención, como la de todos. Pero sí fue conocida su simpatía por el conjunto catalán, símbolo de una de las dos ciudades europeas que le abrieron las puertas -la otra es París-. Su primera visita a la ciudad condal fue en 1923, cuando hizo varios amigos a los que visitó en cada uno de sus viajes. José Samitier era uno de ellos.
Pepe Samitier es uno de los futbolistas catalanes más importantes de la historia. Fue el primer gran ídolo del Barça, donde jugó durante catorce años y ganó una Liga, cinco Copas del Rey y doce campeonatos de Catalunya. El Mago fue mucho más que un buen jugador, fue un ídolo popular, una estrella que protagonizó publicidades y hasta una película, “Once pares de botas”. Se codeaba con artistas y era habitué de los bares de moda. De esa manera conoció a Gardel. Se hicieron amigos y, cada vez que el Mudo visitaba España, allí estaba con él Sami.
Es posible que no haya sido la primera vez que lo fue a ver jugar, pero aquella final de la Copa del Rey 1928 ante Real Sociedad en Santander quedó en la memoria del Morocho, del Mago y de todos los que estuvieron presentes. El equipo culé logró un empate y se coronó campeón tras ganar el tercer partido una semana después. Gardel ya no estaba en Barcelona para festejar el título porque había comenzado una gira por Castilla y León. Sin embargo, se lo puede ver en una foto junto a Samitier y Platko en el hospital donde se recuperaba el arquero tras aquel duro golpe.
Fue tal el cariño que se formó entre Carlitos y el Barça que se llegó a decir que fue él quien hizo posible le gira del equipo por América en la segunda mitad de 1928. Por supuesto que no tenía la influencia para hacerlo por sí sólo, pero sin dudas que su relación pesó en el viaje del conjunto culé. Fue una de las primeras giras internacionales de un club de fútbol y, aunque los resultados fueron muy malos, sumó una experiencia muy valiosa que les sirvió para conquistar la primera Liga cuando regresaron.
Carlos Gardel estuvo entre los 35.000 espectadores que vieron a Barcelona frente a River Plate en el segundo encuentro de la gira. Se recaudó la cifra récord de 77.000 dólares y Sami saludó a su amigo desde el campo de juego antes del inicio del partido que terminó 0-0. De todos modos, se dice que el cantor se aburrió mucho y en el entretiempo se marchó rumbo al hipódromo de Palermo. En cada una de las veladas de honor que se le dieron al FC Barcelona, estuvo presente Gardel, como una especie de “anfitrión”. De hecho, cuando el plantel viajó para jugar en Montevideo, Carlitos fue con ellos. En el duelo ante Peñarol, Samitier no iba a jugar por una lesión, pero fue el propio Gardel quien lo convenció de que saliera a la cancha. Por supuesto, marcó un gol.
Gardel conoció a Samitier en Barcelona y fue a ver al equipo blaugrana en varias ocasiones, tanto en Europa como en América. Incluso llegó a considerarse como una “mascota” de los culés.
El regreso del plantel catalán coincidió con un nuevo viaje de Gardel a Europa. En 1931, mientras vivía en París, se trasladó exclusivamente a Londres para ver un choque contra un equipo británico. Su amigo Edmundo Guibourg, quien viajó con él, lo cuenta mejor: “Los españoles lo querían de verdad. Íbamos a ir en avión, pero Carlos se opuso. No quería. A veces pienso que fue como una premonición. La cosa es que viajamos, porque él se consideraba una mascota del Barcelona. Pero la cosa no anduvo bien. Tomamos un taxi e íbamos detrás de un ómnibus repleto de hinchas. Cuando ellos se bajaron, nosotros también. El problema fue que no era el estadio, sino una estación terminal. Llegamos tarde y Barcelona perdió por goleada”.
El idioma de Carlitos era el tango y, por supuesto, dejó plasmado su amor por Barcelona en una canción. En realidad se permitió modificar la letra de “Patadura” y le agregó los nombres de sus amigos. Esta pieza habla de un mal jugador de fútbol, pero no es sólo eso, es un canto a la amistad. En la versión “culé”, el Morocho nombra a Piera, Sastre, Sami, Platko y al Divino Zamora, el mejor arquero de la historia del fútbol español. La grabó en 1929, cuando el plantel catalán había vuelto de la pésima gira por América y era criticado por la prensa y los hinchas. Fue un guiño a sus amigos en un mal momento. Ni más ni menos.
“Querés jugar de forward y ser como lo es Piera / pa’ hacer como hace Sastre, de media cancha un gol / querer hacerle goles al colosal Zamora / y ser como lo es Sami, el mago del Balón”. Carlitos Gardel habla de nuestra vida en sus canciones. Las grabó hace casi cien años, pero siguen hablando de lo que nos pasa, lo que nos pasó o lo que nos va a pasar. En “Patadura” hay un muchacho sin talento que sueña con ser un crack. Quizás no lo sea nunca, pero no importa, porque lo que vale es ese sueño.