Osvaldo Ardizzone fue un periodista deportivo y, por suerte, mucho más que eso. Había nacido en 1919 y a los cuarenta años trabajaba como empleado administrativo en la Editorial Atlántida. Era un apasionado del tango, de la noche, de la poesía y también del fútbol. En los pasillos de la editorial conoció a Dante Panzeri, en ese momento el director de El Gráfico. Charlando de la vida y el fútbol cultivaron una amistad que, a pesar de sus grandes diferencias ideológicas, floreció. Panzeri le propuso escribir en la revista y Ardizzone aceptó. Desde 1961 y por más de 15 años las notas de Ardizzone en El Gráfico cautivaron a los lectores. Su estilo literario un tanto barroco, cargado de calificativos, echando mano siempre a un lenguaje popular y a veces hasta lunfardo, sobrepasó largamente los límites de lo que exigía una publicación deportiva de los años sesenta.
Además de trabajar en El Gráfico -medio para el cual cubrió, por ejemplo, los tres partidos entre Racing y Celtic en Glasgow, Avellaneda y Montevideo por la final de la Intercontinental de 1967 y la hazaña de Estudiantes en Manchester en 1968- Ardizzone militó fervorosamente la bohemia porteña leyendo poesía en cafés, dando charlas, escribiendo tangos. Tuvo un espacio radial inolvidable junto a Antonio Carrizo en La vida y el canto por Rivadavia y según cuenta Héctor Vega Onesime en su libro Memorias de un periodista deportivo: “Ardizzone poseía el carisma de los buenos charlistas. Con él recorrí la noche de Buenos Aires durante tertulias interminables en las cuales el fútbol y el tango monopolizaban nuestros afanes. Veladas que nos llevaban a su casa de Banfield de madrugada, justo para que les diera un beso a sus hijos que partían al colegio. El silencioso rezongo de la mirada de su mujer, el desayuno apurado y de vuelta a la redacción de El Gráfico”.
Este sucinto perfil de Ardizzone no persigue otro objetivo que rescatar para nuestros más jóvenes lectores una personalidad brillante e injustamente olvidada, tal vez por sus principios morales, en el panorama del periodismo deportivo nacional.
Compartimos a continuación un poema de Ardizzone que lo pinta de cuerpo entero en el que expresa sus valores e invita al lector a reflexionar sobre sus actitudes cotidianas. Curiosamente a cuarenta años de ser escrito, el texto conserva absoluta vigencia.
A solas con uno mismo
-Cuando sacrifiques la amistad por el poder…
-Cuando festejes el humor de los mediocres como la pobre copera lo hace con sus clientes…
-Cuando te acostumbres a juzgar a los demás por la calidad de la ropa que visten…
-Cuando mires con concuspicencia la mujer del amigo que te brindó la mesa, el techo y hasta el lecho…
-Cuando juzgues despreciativamente a un borracho…
-Cuando te erijas en juez inflexible de una prostituta…
-Cuando te inclines por lo que te conviene y no por lo que realmente sientas…
-Cuando después de tres días consecutivos adviertas que ni una sola vez levantaste los ojos al cielo…
-Cuando digas, con la voz impostada del aforista, que deben existir los pobres y los ricos, los triunfadores y los fracasados, los dirigentes y los dirigidos…
-Cuando te refieras a la gente y no te sientas incluído en ella…
-Cuando no soportes más el trabajo que te impone tu mandamás y lo aceptes sin el asomo de una rebelión…
-Cuando pronuncies por primera vez la palabra negro con asco…
-Cuando te sientas ufano y orgulloso de ser blanco…
-Cuando entones canciones de protesta porque está de gran moda cantarlas…
-Cuando tus más queridos sueños literarios, cuando la espontaneidad de tu primer soneto, desemboquen en la prosa gris y árida de un memorándum ejecutivo…
-Cuando asistas sin inmutarte a un desalojo…
-Cuando proclames ante tus hijos tu brillante carrera de triunfador…
-Cuando dejes de concurrir a los parques…
-Cuando ya no te quede la posibilidad de un asombro, ni un resto de candor, ni una lágrima para una pena, ni el estremecimiento para un abrazo de hermano, ni el valor para jugarte en un gesto…
-Cuando pierdas la facultad de arrepentirte…
-Cuando seas incapaz de perdonar…
-Cuando te sientas vacío para querer…
Entonces, ¿de qué te servirá el poder, de qué el dinero, de qué los amoríos fáciles, de qué las frases huecas, de qué tu propia vida?
Porque entonces, con solo mirarte al espejo, comprobarás que te has transformado en lo que se dice, comúnmente… ¡UNA MIERDA!!!
Fuente: Revista El Gráfico – Edición especial #22 – Agosto 2009