Estábamos alojados en el Holiday Inn de Mansfield, en los suburbios de Boston, muy cerca del ya demolido Estadio Foxboro, donde los Patriotas de Nueva Inglaterra jugaban como locales sus partidos de la NFL. La Argentina del Coco Basile y del resucitado Diego Maradona concentraba a unos 20 kilómetros, en el Babson College, y la estrategia de los enviados de Clarín fue ubicarnos cerca de los dos centros neurálgicos que comprometían a la Selección Nacional en ese Mundial de Estados Unidos, aquel de 1994 que Brasil le ganaría a Italia por penales.

0ap2000000159599_gallery_600Faltaban cuatro días para el debut de Argentina ante Grecia (4-0, ¿se acuerdan?, con un golazo de Maradona) e íbamos de un lado para el otro, recorriendo kilómetros y kilómetros entre el centro de prensa, el hotel donde nos alojábamos y la concentración del equipo. Era el viernes 17 de junio. En esos años el fútbol americano no me ocupaba el tiempo que le dedico actualmente. Todavía era un deporte inexplicable.

La monotonía de la cobertura del Mundial, en la previa al campeonato, se rompió de un momento a otro, exactamente cuando un desconocido (para todos los periodistas de Clarín que estábamos como enviados especiales al Mundial, entre ellos el Negro Fontanarrosa) llamado O. J. Simpson entró a nuestras vidas.

Ese día, mientras mirábamos en los diferentes televisores que nos íbamos cruzando en el hotel, en el centro de prensa o en los bares, nos enteramos que Simpson era un prócer del fútbol americano. Un tipo que había barrido todas las marcas conocidas como corredor y que, desde hacía ya nueve años, había entrado al Salón de la Fama. También nos explicaron que era carismático, y que después de retirado se había convertido en una estrella del cine, de la publicidad y del periodismo de deportes de la TV estadounidense.

diariosO. J. en ese momento tenía 46 años. Y desde la TV, en lo que para nosotros fue el primer acercamiento a un reality show, nos contaban que este miembro del jets set americano presuntamente había matado cuatro días antes a su segunda esposa ((Nicole Brown) y al amante de ella (Ronald Goldman) y que escapaba de la policía con un arma en su poder. Todos, absolutamente todos, esperaban (¿esperábamos?, no recuerdo bien, pero creo que sí) la peor conclusión para la historia y, de ser posible, que ocurriera frente a las cámaras de televisión.

Simpson escapaba de la policía en una camioneta Bronco blanca y durante horas fue perseguido por una autopsita interestatal que se dirigía a Los Ángeles. En mi memoria todo el tema duró muchos horas (creía que había sido entre diez y doce) pero leyendo crónicas de la época quedó claro que se extendió por apenas dos. No sé muy bien qué extraño fenómeno temporal funcionó en mi cabeza para semejante distorsión, pero debo admitir que ocurrió.

La persecución de O. J. fue emitida en directo por los televisores de todo el país y varias veces fue cortado el 5° partido de la final de la NBA. Mi amigo Fabián Mauri, que cubría el Mundial para El Gráfico, me dijo que también se interrumpió la ceremonia inaugural del Mundial y el primer partido entre Alemania y Bolivia, en el Soldier Field de Chicago. Dicen que la transmisión de la huida Simpson de fue seguida en directo por 95 millones de personas, quienes no podían apartar los ojos de la TV.oj-simpson6 y nicole -jpg

¿Qué veíamos los que estábamos pegados al televisor? Imágenes emitidas desde helicópteros, con una camioneta perseguida por decenas de móviles policiales y un montón de gente, a la vera de la autopista, haciéndole gestos a O. J. para que se detuviera.
También es cierto que la historia reunió todos los condimentos necesarios para alimentar el morbo de la teleaudiencia. Se trataba de un crimen pasional que involucraba a personas famosas (O. J. y Nicole, lo eran), hacía ya cuatro días que el tema ocupaba todos los titulares de los diarios y noticieros por lo que la presión mediática era tremenda, el pico de tensión estalló con la desaparición de Simpson der los lugares que solía frecuentar y ni que hablar cuando los canales de TV anunciaron que O. J. había sido localizado, que escapaba en su camioneta perseguido por la policía y que había muchísimas chances de que se volara la cabeza.

La persecución acabó frente a la mansión de Simpson en Los Ángeles, con la rendición del ex jugador de fútbol americano tras varias horas de negociaciones con la policía. Todos querían ver si era arrestado o si se suicidaba.

En 3 de octubre de 1995, tras un juicio de nueve meses que fue cubierto por más de 2 mil periodistas de todo el mundo, 145 millones de personas escucharon cómo Simpson era declarado no culpable y libre de todos los cargos en un fallo controvertido.

OJ_Simpson 67 añosLa polémica sobre el caso volvió a dispararse dos años más tarde, cuando O. J. fue condenado a pagar 33,5 millones de dólares a las familias de Brown y Goldman por ser encontrado por un tribunal civil como “responsable de las muertes”.

Simpson hoy, a los 67 años, está detenido en un correccional de Nevada. Fue detenido en 2007 en Las Vegas, acusado de robo a mano armada y secuestro, y condenado a 33 años de prisión.