“En un tiempo en que los personajes literarios fumaban mucho, Juan Carlos Onetti reinventó el arte de respirar”, escribe Juan Villoro en la primera línea de su libro Balón Dividido, publicado este año por Planeta. Unas líneas más abajo nos revela lo increíble: el escritor y periodista uruguayo también fue vendedor de entradas en el Estadio Centenario de Montevideo.
Onetti nació en 1909 y dejó un par de obras memorables poco conectadas al deporte. Posiblemente la más famosa sea El Astillero, escrita en 1960. Villoro es un mexicano de prosa amable, simpático y absolutamente futbolero, que se autodeclara su discípulo, o su aprendiz, o vaya uno a saber qué, y que descubre esa faceta un poco escondida de un autor con fama de poco popular y algo pesimista.
“Sus personajes se embarcan en proyectos sin futuro y amores contrariados; luchan por imponer una razón que sólo ellos conocen. Pierden en el mundo de los hechos, pero conservan la dignidad de quien supo oponerse a la evidencia”, lo define el propio Villoro.
Y agrega: “Curiosamente, el supremo artífice de la devastación fue durante un tiempo vendedor de ilusiones. ¿Qué es un vendedor de entradas si no un promotor de la esperanza? Una magnífica ironía hizo que el puesto recayera en un inventor de derrotas”.
El dato de aquel trabajo temprano no pudo haber sido fácil de alcanzar. Onetti fue peón de albañil, pintor de paredes, portero de un edificio e incluso vendedor de calculadoras y neumáticos antes de llegar a ser periodista. Sin embargo una carta del escritor fechada el 10 de julio de 1937 deja marcada su profesión transitoria: “Novedades no hay –salvo que me han prometido emplearme como vendedor de entradas en el Estadio o cancha del Nacional de Fútbol; creo que el domingo ya entraré en funciones”.
Sigue Villoro:
En las Cartas de un joven escritor, el novelista recomienda ver Montevideo “desde el mástil del estadio”: “Frente a mí, el pueblo; en cima mío, el orgulloso mástil donde flameara la insignia de la historia, las gloriosas tardes de 4 a 0, 4 a 2 y 3 a 1, la gloria entre aullidos, sobreros, botellas y naranjas” (alude al Mundial de 9130 y a la final en que Uruguay ganó 4-2 a Argentina).
Otra cita salida de sus cartas: “Me voy para el Stadium a fin de crearme una sensibilidad de masas, multitudinaria y unanimista”.
Pocas cosas menos más lejanas al creador de La vida breve que lo unánime, pero siente “esa entusiasta tentación cuando raja pal jurgo”. Después de todo, como concluye Villoro, “en sus libros y en el Estadio Centenario Onetti permitió la entrada a un entorno que mejora por lo que creemos y mostró que la gloria es, a fin de cuentas, una causa modesta que ocurre “entre aullidos, sombreros, botellas y naranjas”.