“Amo a Boca, extraño a Boca, quiero volver y no vuelvo por dinero porque la Juventus me ofrece 874 millones de palos…”.
“En Argentina no puedo vivir tranquilo con mi familia entonces me tengo que ir pero no me voy por dinero, aunque de China me ofrezcan 393 millones de palos”.
“Me quiero retirar en Boca”.
En menos de dos años Tevez volvió, se volvió a ir y volvió a volver. Y, como el viejo cuento del pastor que los padres tratan de usar con los chicos para que no mientan, ya no sabemos por qué Carlitos hace las cosas. Si por amor a una camiseta, por devoción al dinero o por la tranquilidad de su familia. ¿La verdad? Es un problema de Tevez. Nuestro problema es abrirle los micrófonos a un tipo que ya perdió la gracia cuando dice ciertas cosas. Y festejar sus declaraciones como si fuera el mismo pibe que supo escapar de la delincuencia de Fuerte Apache para triunfar en el fútbol grande. A Tevez le podrán quedar aquellas raíces del barrio, pero está lejísimos de cumplir con eso de “el jugador del pueblo” (otra tontería del periodismo encasillador). ¿De qué pueblo es Carlitos? Del suyo.
En una entrevista con TyC, Tevez dejó algunas frases…
“El cuerpo se adapta a lo más fácil. Hoy, al no tener necesidades, es por lo que uno logró. Quiero sentir el hambre que uno sentía cuando jugaba en el barrio. Tengo que ir al barrio, comer en el barrio, estar con mis amigos, esa experiencia que yo amo, de acá salí yo. Eso me enorgullece y me da fuerzas”.
No, Carlitos, esa sensación de hambre ya no se vuelve a sentir. Ese esfuerzo imposible, esa necesidad de superación por salir de la oscuridad ya no se hace cuando estás rodeado de (muchos) billetes y los focos de la fama y la gloria te apuntan en todo momento.
“La gente me ama por lo que hago dentro de la cancha y por lo que hago afuera. Es un tema de superación”.
Quizás, Carlitos. Pero aunque a veces el amor es ciego, nunca es incondicional.
“A Lito (el hijo) lo llevo al barrio conmigo. Si no lo llevo al barrio a que le den unos cachetazos está ahí de doblar la muñeca. Quiero que se haga con los pibes de ahí”.
¿Doblar la muñeca? Suponemos que es un eufemismo para decir que cree que su hijo puede ser gay. Y, claro, eso se arregla a los golpes en Fuerte Apache, según Tevez. O, según Macri (un referente de Tevez), que cree que la homosexualidad es una enfermedad, en un hospital.
“Lo importante es que yo voy a intentar de vuelta ganar la Copa. Me podía quedar tranquilo en China pero estoy acá”.
¿Tranquilo en China? Traducción: estafando en China.
“Estuve siete meses de vacaciones… No estuve a la altura en China. Las críticas estaban bien. En la cancha me preguntaba ‘qué estoy haciendo acá’. Uno se conoce, sabía que el año lo iba a sufrir”.
Una tranquilidad extraña la de Carlitos en China… ¿O se refiere a tranquilidad económica? Y acá sí nos metemos en un mundo que jamás vamos a comprender. ¿Por qué alguien que tiene 50 palos es capaz de tomar una decisión por dinero? ¿Por qué alguien que puede repartir tanto como para que su familia, sus hijos, sus nietos y todos los hijos y nietos de sus amigos vivan de lujo quiere más? ¿Y por qué, encima, para buscar más es capaz de ir a buscarlo a China?
“Yo sabía que si no paraba un año me explotaba la cabeza. Todos hablaban de la plata, yo cuando volví a Boca, en 2015, tenía un contrato de diez millones con la Juve”.
¿Parar un año quiere decir armar 29 valijas e irse a jugar a China? Porque para jugar en China hay que vivir en China, ¿no? Tevez está en condiciones de elegir 99 opciones diferentes para “parar” o para no sentirse agobiado por la misma gente que lo endiosó.
“Mis hijas y mis señoras me sostienen. Voy a entrenar y estoy con ellas. Estos dos años se los quiero dar a Boca”.
¿Le creerá el hincha de Boca?
Y para confirmar eso de que “el jugador del pueblo” no corre más, la anécdota de la Copa América del 2011…
“Yo me equivoqué en querer poner primero el nombre en el 2011, y lo pagué. Erré el penal (ante Uruguay en la definición por cuartos de final). Le tiré el apellido al Checho (Batista) pero no estaba preparado para jugar la Copa América. Yo dije: ‘¿Donde me metí?’ Porque en mi cabeza ya estaba que no la jugaba. Después se fue dando, me lo encuentro a Guillote (Coppola) y me dijo: ‘No vas a jugar la Copa América?’ Y le dije que no. El me dice: ‘Yo hablo’. Estaba con 85 kilos y lo pagué. Ahora estoy con 75 kilos, fijate en las fotos”.