En el partido entre Chile y Venezuela por el Sudamericano Sub 20, el jugador Nicolás Díaz de Chile le dijo dos veces “muerto de hambre” al defensor venezolano a Pablo Bonilla cuando faltaban pocos minutos para terminar el juego.

El episodio fue divulgado por las redes sociales y desde allí se multiplicaron las críticas para Díaz, quien pocas horas después reconoció el error pese a que lo justificó con esa estupidez de que “son cosas que pasan en la cancha”, como si un campo de juego fuera terreno fértil para decir cualquier cosa y la ética, la moral o las leyes quedaran suspendidas para darle paso a la bestia en reemplazo del humano.

Dijo Díaz en su Instagram para disculparse: “Quiero decirle a todos que lo que dije en el partido no lo siento de verdad. Yo y mi familia tenemos muchos amigos venezolanos y respeto muchísimo a toda la gente que ha venido a Chile a trabajar y ganarse la vida de buena forma. Si respondí como respondí, es porque Bonilla me insultó con algo que no vale la pena repetir cuando me caí en esa jugada, y en la calentura del momento son cosas que pasan en la cancha. Espero ver pronto a todo el plantel de Venezuela en el estadio para saludarlos y resolver el mal entendido. Ahora a trabajar para seguir peleando por un cupo en el hexagonal. De todas maneras, me da mucha pena todas las amenazas que he recibido, que ha recibido mi familia, mi hermano y mi polola. Cometí un error por cosas que pasan en la cancha y ojala que pronto se solucione todo”.

Luego, la Asociación Nacional de Fútbol Profesional chilena difundió una carta de Díaz con otro pedido de disculpas, más preciso y sin justificaciones o victimizaciones absurdas: “Pido las más sinceras disculpas a Pablo Bonilla, al Profesor Rafael Dudamel y todo su equipo de trabajo, a la Federación Venezolana de Fútbol, al pueblo venezolano, a toda la comunidad venezolana que vive en Chile y, por supuesto, a todo aquel que se sintió ofendido por mis dichos”.

Que Venezuela sufre una crisis humanitaria nadie lo va a negar. Que muchos de los problemas que padece son responsabilidad de Maduro, tampoco. Que la comunidad internacional se está ocupando de asfixiar a Venezuela para forzar que caiga el presidente reelecto, tampoco es un secreto. O sea, las razones de lo que ocurre en Venezuela son múltiples y de diferente calibre.

Pero si todo es analizable y discutible hay algo que no lo es: que el presidente de Brasil Jair Bolsonaro se ponga al frente de reclamo y que tilde al gobierno de Venezuela de dictatorial o ilegítimo parece un mal chiste. El tipo alcanzó la primera magistratura de Brasil elogiando cuantas veces pudo a las dictaduras americanas de los 70 y en una democracia amañada por el fraude político: en dos años, Dilma fue destituida por una cambio de partidas presupuestarias, Lula fue encarcelado por el testimonio de un fulano que dijo que le dio un departamento como coima sin un solo papel que lo demuestre y el tipo que encarceló a Lula y lo sacó de la carrera electoral (el juez Moro) asumió en el gobierno de Bolsonaro como Ministro de Seguridad y Justicia. Si tiene cuatro patas y ladra, seguro que es perro, diría una persona por más mal informada que pueda estar.

Seguramente la campaña de prensa para demonizar todo lo que pasa en Venezuela le jugó en contra al pibe Díaz y por eso dijo lo que dijo. Lástima que en su disculpa en Instagram habla de que tiene amigos venezolanos (seguramente también alguno judío y otro negro y por ahí hasta un puto), destaca a los venezolanos que fueron a su país para trabajar en forma buena (a los otros que los parta un rayo) y se escuda en que esas son cosas que pasan en la cancha. Es chiquito Díaz, todavía puede aprender. Todo lo que hizo fue seguramente por inexperiencia y falta de información. No es lo mismo que pasa con los periodistas que se ocupan de denostar a Venezuela sin preguntarse qué pasa efectivamente en ese país o se llenan la boca hablando de Bolsonaro como si él sí fuera un presidente democráticamente electo cuando todos sabemos que tiene menos legitimidad que nadie para hablar.