El presidente de Boca, Daniel Angelici, dijo que está dispuesto a “blanquear” a la barra brava. La frase bastó para que cundieran las sentencias escandalizadas, reacción inconcebible ante alguien que se compromete –creámosle por el momento– a fomentar la transparencia en un mundo de sombras, silencios, mentiras y violencia sorda.
¿Qué está diciendo Angelici? Que, a menos que ejerza la discriminación de por vida o viole leyes vigentes, en algún momento deberá tolerar el ingreso a la cancha de los villanos principales Rafa Di Zeo y Mauro Martín. Ante el panorama inminente, plantea identificarlos, hacerles marca personal y publicitar su conducta.
Boca, sugiere Angelici, se hará cargo de una tarea preventiva dentro del estadio. Eso sí, agrega: si roban o matan fuera de la Bombonera, que se ocupe el Código Penal.
Las expresiones del presidente enfocan parcialmente el asunto. El verbo blanquear siempre hay que alentarlo. Pero el público ya sabe quiénes son los líderes de la tribuna y sabe también que aprovechan esa investidura para montar un negocio espurio.
Además de colocar una placa o de pintar un sector para que todos se enteren de que ahí están los pesados, Angelici haría bien en ventilar la inserción institucional que tienen estos muchachos. ¿Trabajan en alguna dependencia del club? ¿Tienen algún tipo de prerrogativas? ¿Boca terceriza a través de ellos alguna actividad comercial? En fin, la lista sería infinita.
Desde hace dos años se tramita una causa por una presunta asociación ilícita entre autoridades y barras de Boca para revender entradas y elaborar carnets mellizos que salpicó a directivos de cierto rango. El propio Angelici fue convocado como testigo.
Existe la firme sospecha que en algunos despachos (en Boca y en tantos clubes) facilitan o comparten negocios con la barra. Un blanqueo implicaría, para evitar los mecanismos mafiosos y la proliferación de delitos, discutir a la luz del día si el club, por caso, debería avenirse a algún tipo de vínculo o contrato con La Doce para explotaciones comerciales de mutuo beneficio y dentro del marco legal en el que se desarrollan estas actividades.
Blanqueemos de paso que estos hinchas no son románticos que siguen afanosamente una camiseta y a sus ídolos. Blanqueemos que si se van a repartir quioscos (mejor que no), es preferible que se haga según protocolos estatutarios, en lugar de promover la discrecionalidad, las apretadas y la clandestinidad. ¿Les convendría esto a los barras y a los directivos corruptos?
Por lo demás, Angelici tiene razón. Si se portan mal fuera de la Bombonera, que los atiendan los tribunales ordinarios. Pero la policía está ocupada en tomar su porcentaje en la renta módica de los trapitos y de la reventa de entradas, así que tenemos otro enemigo del blanqueo de mecanismos. Por ejemplo: encargados con nombre y apellido de una concesión planificada del cuidado de los autos y orientada a personas sin empleo formal sería una pésima idea tanto para la barra como para la policía.
Blanquear arruinaría una cantidad de alianzas truchas. Creo que Angelici no está hablando de eso. Debería.