Los vaivenes discursivos de mi colega Caravario seguramente serán muy buenos, por lo que no voy a contestarle sino que simplemente plantearé mi posición. Primero en lo filosófico y político y luego, como a él le gusta, en lo fáctico.
Ganar o perder es una categoría que puede ser aceptada relativamente en el fútbol pero que mucho daño le ha hecho a la sociedad. El culto al ganador es algo que ya deberíamos dejar atrás. También deberíamos preguntarnos: ¿quién es el ganador? ¿Acaso aquel que se pasea del brazo con la modelo de moda, con una gruesa billetera y con un auto importado? ¿Y quiénes son los derrotados? ¿Los que la yugan por un sueldo desde el amanecer hasta el anochecer y probablemente lleguen apenas a fin de mes? ¿Quién es mejor? ¿El que gana el Nobel de la Paz, como Kissinger u Obama? ¿O el oscuro señor que pelea en algún país africano, americano o europeo por los derechos de las minorías o por los derechos humanos y al que nadie le cuelga una medalla?
Ya sé, me van a decir que son extremos. Pero así y todo sostengo que son extremos de la misma madeja en que nos meten los medios de comunicación, la publicidad e incluso el hombre de a pie. Está en cuestión eso que habla del éxito como único fin. La trascendencia. El reconocimiento. La medalla. Levantar la copa. Estar en el escalón más alto del podio.
Por supuesto, al hacer la valoración de estos vencedores no se habla de cómo llegaron, las posibilidades que tuvieron o las desventajas que debieron sortear los supuestos perdedores para acceder al humilde lugar que tienen. Todo es igual. Es lo mismo un pibe de Barrio Norte que otro de Fuerte Apache, por citar dos ejemplos. No importa si en la carrera de la vida uno corre con una Ferrari y el otro con una bicicleta.
“Lo único que sirve es ganar”, dicen algunos. O “del segundo nadie se acuerda”, defienden otros. Y por eso todos se creen merecedores del mejor lugar y la frustración, al menos en el fútbol, se transforma en resentimiento, en violencia. ¿Deben aspirar a lo mismo Barcelona y Getafe? ¿O Boca y Aldosivi? ¿O Argentina y Bolivia a nivel selecciones? Es obvio que no.
Pero pasemos al fútbol, porque muchos dirán que estoy haciendo trampa.
Hagamos un ejercicio. ¿Qué se recuerda más? ¿A la Alemania campeona del mundo en el 74 o a Holanda? ¿A la Juventus, campeón Intercontinental del 85, o a Argentinos, que tristemente perdió por penales? ¿A Vélez campeón del 2009 o al Huracán de Cappa?
Son solo tres ejemplos que dan por tierra eso de que lo único que se recuerdan son los vencedores. Hay más.
Pero vamos a darle un salto de calidad aún mayor a la discusión.
Supongamos que efectivamente lo más importante es levantar una Copa. ¿No es mejor ganar siendo además el mejor? ¿Algo más lindo que recordar a Brasil del 70? ¿A los Matadores de Tim del 68? ¿O al Huracán de Menotti del 73? ¿O al River de Labruna del 75? ¿O al Estudiantes de Bilardo del 82? ¿O al Independiente de Pastoriza y Bochini o al Boca de Bianchi y Riquelme? ¿O a la Argentina en el 86?
Vamos muchachos. Ahí está la verdad. Ganar jugando bien. El resto, se puede festejar, por supuesto, pero el sabor amargo es inevitable.
Ahora planteemos las cosas por la negativa. En una competencia se puede ganar o perder. Y el que no está dispuesto a aceptarlo, es mejor que se quede en su casa. Entonces, si en una final nos toca perder (el 50 por ciento de posibilidades), ¿no es preferible caer como Holanda del 74, el Argentinos de Yudica o el Huracán de Cappa? ¿Qué saber le quedó a Argentina después de la derrota con Alemania en el Mundial del 90? Más allá de la heroicidad y de la eterna discusión del penal en contra, el equipo hizo un papelón en la final. ¿Qué sabor le quedó a la Italia de Arrigo Sacchi que perdió penales la final del Mundial del 94 ante Brasil? ¿Qué nos quedó de aquella eliminación de la Argentina de Pekerman, por penales, contra Alemania, en el Mundial del 2006?
Obvio que si se gana es mejor. Como le pasó a Argentina en las semifinales del Mundial pasado ante Holanda. El tema es si se pierde. ¿Qué hacemos con esas derrotas?
¿Se hubiera valorado igual una derrota con Holanda por penales que una derrota ante Colombia por la misma vía? ¿Les parece –con la mano en el corazón– que el merecimiento entre uno y otro equipo fue el mismo? En aquel partido ante Holanda, el equipo de Sabella pateó una o dos veces al arco. En cambio, el de Martino, ante Colombia, debió haberse llevado el triunfo, al menos, por tres goles de diferencia. ¿La actitud fue la misma?
Después de tantas preguntas llego a la respuesta que más me gusta y quiero compartir. Ganar o perder es una circunstancia muchas veces ajena a los merecimientos y ni que hablar a las posibilidades de uno y otro. Las evaluaciones de un equipo no se deben hacer únicamente por el resultado. Y mucho menos todavía si ese resultado llega después de una definición por penales.
No es un secreto que me gusta el fútbol audaz, bien jugado y ambicioso. Por más que me sigan diciendo que soy un lírico, un romántico o que quiero un partido sin arcos. Me gusta ganar y por supuesto ni que hablar de ser campeón. Pero siempre voy a proponer y defender, por encima del resultado, mis preferencias estéticas.
Y a los que no les guste mi opinión, que desempolven un bolillero y decidan el resultado de los partidos por sorteo. Total, lo único que importa es quien gana. Y no el que juega mejor y merece más.