La discusión la tuve primero en el programa de televisión Fútbol Permitido y después en una reunión con mis colegas de Un Caño. Yo sostuve y sostengo que Banfield, después de River, es el segundo equipo que mejor juega en el fútbol argentino. Por lo menos hasta la 8ª fecha de este torneo de 2014.

Salvo Christian Colonna, que es un fundamentalista anti resultado, todos -con una u otra variante- me dicen lo mismo: “Un equipo que no convierte goles, falla en uno de los aspectos trascendentes del juego. Si no sos eficaz, dedicate a otra cosa”.

almeyda banfieldEn el mundo actual, esta reflexión parece ser un razonamiento infranqueable. Si jugás muy bien pero nunca ganás, estás destinado al fracaso. Casi no hay por donde entrarle a esta idea, ya que ningún entrenador del mundo podría sostenerse en el cargo sumando derrota tras derrota. Es una lógica capitalista. Realista. Más allá de que es fruto de una premisa falsa.

¿Por qué falsa? Porque la belleza del juego y la eficacia (el resultado en toda justa deportiva) son dos cosas diferentes, que no necesariamente están vinculadas. ¿Por qué debemos suponer que un equipo debe resignar belleza en el juego para mejorar sus porcentajes de eficacia? ¿Desde qué extraña lógica sostenemos que a peor juego sobrevendría una mayor cantidad de goles y triunfos? No hay ningún argumento para contestar afirmativamente a las dos preguntas.

Queda claro que no siempre eficacia es sinónimo de eficiencia. La eficiencia es un adjetivo de naturaleza cualitativa, aplicable a la optimización de los recursos. Es importante entender que la eficacia no podría jamás ser fruto de un defecto. La eficacia, normalmente, debería llegar como resultado de una utilización inteligente de los recursos, especialmente cuando hablamos de fútbol. Es decir cuando existe un oponente que genera contingencias que podrían desembocar en derrota o en hacer fracasar nuestra planificación virtuosa.

En definitiva, ¿Banfield debería resignar su voracidad ofensiva para ganar más partidos? ¿Debería escuchar las críticas que se le hacen por su forma de jugar? Porque digamos la verdad: nadie critica directamente que ataque, pero utilizan eufemismos para descalificar su juego. Se dice: “Es desequilibrado”. O “no retrocede en bloque”. O “los volantes no colaboran en la recuperación”. O “no se puede jugar mano a mano en el fondo”. Con esto se quiere enfatizar que defiende mal cuando, en realidad, su principal problema no lo tiene en defensa sino en ataque, porque no convierte todo lo que genera. Digamos que tiene apenas 6 goles a favor en 8 partidos. Y recibió pocos goles en contra: 10.

La verdad de Perogrullo dice que la forma más cercana al éxito es jugar bien. El resultado, en el fútbol, a la larga, es una sumatoria de buenas actuaciones y de saber profundizar en las virtudes. Banfield, por lo tanto, al final del recorrido, va a trasformar este círculo tortuoso en virtuoso. Siempre y cuando sostenga su estilo y mejore su capacidad de definición. Tiene lo más complicado: generación de juego. Le falta lo que parece más sencillo: embocar la pelotita en ese rectángulo de 7,32 metros de largo por 2,44 metros de alto.

(Nota publicada en www.uncanio.com.ar el 24 de septiembre de 2014.)