San Lorenzo atraviesa el peor momento deportivo desde que asumió Pablo Guede la dirección técnica del equipo. Después de un comienzo rutilante (goleada a Boca en la final de la Supercopa Argentina, avance con paso sólido en el torneo y un juego que sorprendía a todos), el equipo lentamente se fue deshilachando, perdiendo el rumbo, tropezó con varios resultados deportivos adversos y ya no se sabe muy bien a qué juega y, básicamente, quienes juegan.
El empate ante Gremio 1-1, más allá de que fue inmerecido porque San Lorenzo había hecho más que suficiente para quedarse con los tres puntos, dejó expuesto el principal problema del equipo de Guede desde que comenzó su ciclo y que se fue profundizando con el paso del tiempo: carece de eficacia. Es decir: llega hasta el arco adversario en cinco o seis oportunidades por partido pero convierte poco o nada.
De aquella goleada ante Boca 4-0 con anotaciones de Belluschi, Blandi y Barrientos (2) a este presente en donde se depende para convertir de la pelota parada o de los penales de Ortigoza, hay una distancia abismal. O más aún: de aquel equipo audaz y ofensivo a este más controlado o timorato, también hay un paso abismal.
Tomemos un ejemplo para entender que los conceptos tambalearon y que ahí está la madre del problema. Cuando asumió Guede, Torrico trataba de jugar y de salir prolijamente con sus compañeros. Dudaba pero lo hacía igual. En cambio, ahora, Torrico revienta la pelota cada vez que la recibe. Ante Arsenal y Gremio, dividió no menos de 20 pelotas y el sistema Guede, sin la pelota, no se puede sostener. Y lo peor del asunto es que en ambos juegos, lejos de asegurar con esos rechazos, en dos ocasiones, el arquero le pegó pésimo y dejó pelotas cerca del área en poder de los adversarios. Esto lo detallamos para los fundamentalistas que se quejan de aquellos equipos que salen jugando y no entienden que dividir el destino de la pelota o tirarla de punta para arriba tampoco garantiza nada positivo.
Pero volvamos a la eficacia. Decíamos que San Lorenzo le ganó a Boca 4-0 con tres goles de acciones de juego y uno de pelota parada. Desde ese momento hasta este complicado, el equipo comenzó a perder volumen de juego y, por obvia consecuencia, dejó de convertir.
Contra Patronato (2-2) marcó dos veces de pelota parada, con Sarmiento (2-1), una; con Olimpo (2-0), una; con Vélez (3-2), una; con Liga (0-2), nada; con Huracán (1-1), no; con Toluca (1-1), una; con Gimnasia (0-0), nada; con Arsenal (0-2), nada; y con Gremio (1-1), una. Es decir: San Lorenzo anotó 16 goles de los cuales el 50 por ciento llegaron de pelota parada y el otro 50 por jugadas elaboradas. Pero ese 50 por ciento se acumuló fundamentalmente en los primeros 5 partidos de los 11 que jugó. En los primeros 5 patidos marcó 7 goles en acciones de juego y en los últimos 6 apenas 1 (el de Belluschi a Huracán).
Muchos sostienen con razón que las estadísticas no sirven para explicar los funcionamientos de los equipos y tienen razón. En realidad los funcionamientos de los equipos disparan las estadísticas, por lo tanto su utilización sirve para aplicar las correcciones necesarias.
¿Qué le pasó a San Lorenzo en estos últimos seis partidos que perdió esa capacidad de convertir? Se puede explicar por lo individual y también por lo grupal.
Individualmente hay rendimientos que no terminan de despegar. Amagan pero no concretan. Ese sin ir más lejos es el caso de Blanco. En todos los partidos tiene por lo menos dos oportunidades para anotar, pero normalmente fracasa. Su pelea con el arco ya lleva un año y medio. Lo que le pasó ante Gremio ya merece la intervención de una bruja; tuvo tres remates sucesivos en la misma jugada y todos, bien dirigidos, fueron desviados por adversarios en la línea del arco. Cauteruccio parece haberse olvidado de todo lo bueno que proponía en el pasado. Cerrutti es un generador de peligro, pero no convierte ni confundido. Romagnoli tampoco es un especialista. Y Belluschi está para otra cosa, lo mismo que Ortigoza. Matos y Blandi pueden ser las soluciones, pero tampoco puede descansar sobre sus espaldas la única esperanza goleadora. El resto debe colaborar. Y hoy, francamente, en este aspecto, empujan para atrás. Y un equipo que no hace goles, no gana. Un equipo que no define los partidos, se expone a que les los empaten. Como le pasó con Gremio.
Otro de los temas que perjudica al equipo es absoluta responsabilidad del entrenador. ¿Es necesario cambiar todo los partidos por los menos a seis jugadores? ¿Cuál es la base del equipo? Uno entiende que la rotación es importante, pero ¿tanto? Este tipo de experiencias, con rotaciones permanentes, nunca decantaron en buenas experiencias en el fútbol argentino. Y si no nos creen, pregúntenle a Gallardo, que desde hace nueve meses, cuando empezó con sus ya famosas rotaciones, jamás volvió a encontrar el equipo.
Entre enero y junio de 2015: el River de Gallardo jugó 17 partidos, ganó 11, empató 5 y perdió 1. Entre junio de 2015 y hoy, desde que hizo aquel famoso viaje a Japón para jugar la copa Friendly y Gallardo arrancó con cambios permanente, los resultados fueron los siguientes: disputó 35 partidos con 12 ganados, 10 empatados y 13 perdidos. Ergo, la rotación bien entendida, funciona. Pero la rotación indiscriminada, sin diálogo con los jugadores y sin consenso, termina minando la autoridad de los entrenadores.
San Lorenzo quedó al borde del precipicio en la Copa Libertadores. Con 3 puntos en cuatro partidos, ahora está obligado a ganar en Toluca y, algo más factible, a vencer a Liga de Quito en su última presentación en el Bajo Flores. Ni aún así, tiene garantizada la clasificación por lo que depende de otros resultados. No es imposible, pero es complicado. Y en el torneo local no termina de caerse de la tabla pero se sostiene con alambres desde hace tres fechas.
Tal vez es el momento de pegar un golpe de timón. Está en Guede decir hacia donde. O profundiza la idea que impuso cuando llegó y se olvida de esta versión más tímida del equipo. O prioriza el equilibrio por sobre la audacia y apuesta a este equipo menos ambicioso y más previsible, pero presuntamente (básicamente para los periodistas más conservadores) más serio.
Lo curioso es que aquella locura del principio tan criticada le daba mejores resultados. Y este equilibrio, lo alejó del éxito. Cosas que tiene el deporte. Se le criticaba lo que lo hacía ganar y se le elogió lo que está prácticamente a punto de dejarlo afuera de la Copa Libertadores. No es nuestro caso, vale aclarar.