Yo también, como tantos argentinos, insulté al televisor apenas terminó el partido que Argentina no le pudo ganar a Venezuela. Me frustré, porque vi a un equipo desesperado y a un entrenador que en el costado de la cancha movía los brazos como un poseso y gritaba indicaciones inútiles. Me enojé con los muchachos, y con Sampaoli. Diría que especialmente con Sampaoli: porque no me gustaron sus cambios, porque no me gustó que se contagiara de la ansiedad general (la ansiedad ahoga al talento), porque me quedó el regusto amargo de lo que transmitió su equipo sobre el final del partido. Ceguera, decepción y fantasmas. Hasta le anuncié a mi hijo mi retiro inmediato y definitivo como espectador de fútbol.

SampaoliSin embargo, he decidido –tras un breve extravío- bancar a Sampaoli en ésta.  En ésta y en las que vengan. He decidido, a secas, bancar a Sampaoli.

No se trata de un fanatismo. Más bien diría lo contrario, estoy lleno de críticas. El tipo llamó a dos nueves que no me mueven un pelo (Icardi y Benedetto), alineó a un extremo izquierdo (Di María) que no me vuelve loco y lo reemplazó con otro (Acuña) que para mí no es extremo izquierdo, metió en la derecha a un volante/delantero (Acosta) que no termina de ser de mi agrado, inventó un volante central de dudosa consistencia (Pizarro) al que le sobra un acompañante (Bilgia o Banega) y para colmo juega con línea de tres. ¿No hablé del arquero? No hablo, para no pecar de criticón.

¿Qué es lo que banco, entonces? La visión general de un entrenador que alineó a uno de los equipos que mejor vi jugar en los últimos tiempos. El Chile 2012-2016 fue un lujo en el que cada jugador parecía una mezcla de Pelé y Cruyff dedicados en pleno a una trama mayor, que los precedía y los trascendía. Los mismos jugadores (literalmente los mismos: Bravo, Isla, Jara, Medel, Beauseajour, Vidal, Díaz, Aránguiz, Alexis, Valdivia, Vargas) están en este momento fuera de la próxima Copa del Mundo. ¿Tendrá algo que ver con que se fue Sampaoli?

Banco la permanencia en el trabajo de un tipo en cuyo profesionalismo confío. Cuyos equipos de la última década y media (incluyo a la U de Chile y al Sevilla) jugaron decididamente bien. Puedo decir, incluso, que me siento orgulloso del DT que tiene Argentina. Es un conductor de primera línea mundial y es difícil pensar en una opción mejor. Entonces, ¿por qué cambiarlo? Más todavía: ¿por qué criticarlo, despiadadamente, como se está haciendo ahora? ¿Por qué despreciar su voluntad de ataque? ¿Por qué transformarlo en un enemigo lírico y desequilibrado? ¿Por qué no apoyarlo? ¿Por qué no pensar que irá mejorando en su gestión, y que bajo su mano mejorará también el equipo?

Se pueden decir mil cosas acerca de Sampaoli (de hecho, se dicen), pero nadie es tan temerario como para afirmar que no trabaja. El hombre tiene sus ideas y trata de llevarlas a cabo. Viaja por el mundo pregonando su mensaje. Se rodea de analistas. Analiza. Busca hipótesis para arribar a diferentes conclusiones. Se saca fotos, quizá exageradamente, para evidenciar su apertura de ideas. Me identifico con esas ideas, y entiendo que para lograr convencer a un plantel de su propuesta y lograr un funcionamiento colectivo necesita continuidad y todo el tiempo que no tiene.

Por eso, voy aún más lejos: incluso si Argentina se queda afuera del Mundial, estaría muy bien que Sampaoli se mantuviera en su cargo. Que miremos, por una vez, el largo plazo. Y creo firmemente que si pensamos en Qatar 2022, en una de esas nos clasificamos sin darnos cuenta para Rusia 2018.

Ahora bien, me parece que el miedo a quedarse afuera del Mundial está haciendo estragos en jugadores, dirigentes, periodistas e incluso el DT. No se vio a un equipo “fresco y liberado”, como confesó planear Sampaoli antes del partido. También había dicho: “Al jugador que veamos con cierto grado de presión, es muy difícil que participe”. No parece que haya cumplido con esa premisa. Había llamado a “no perder el misterio, la audacia, la convicción, el humor”, y sin embargo no se vio a uno de sus jugadores sonreír durante el partido. Cero humor, escaso misterio, audacia en declive y convicción transmutada en desesperación.

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Argentina juega con una mochila llena de granadas en la espalda, y un miedo tremendo a que explote todo por el aire. Ése es el primer gran cambio que debe lograr Sampaoli, y el preciso punto donde apuntó su discurso. En la cancha no terminó de verse, ni eso ni la presión sofocante ni la forma de jugar en bloque que distinguen a sus equipos. Pero –seamos serios- pasaron dos partidos. Y el tipo intentó. Con un par de cambios, algunas caras nuevas. Nombres que le gustan más que otros nombres que estaban (aunque no a mí, a él sí: me pongo en sus manos). Se puede coincidir o no con sus decisiones inmediatas, pero todavía está empezando. Hay que tener paciencia y voluntad para ver qué es realmente lo que puede hacer como líder de grupo y evaluar en el futuro si fue o no fue conveniente su contratación.

Pero yo, qué puedo decirles, arranqué enamorado. Y a mí no siempre me gustan las decisiones que toma mi mujer, pero en líneas generales creo que es una gran compañera, y no la cambiaría por otra. Un lector nos comentaba hace poco en Facebook que había sido engañado: “Me vendieron el paquete Sampaoli del fútbol ofensivo y era un cuento”, comentaba. Algo así. No se desespere lector. Usted apueste al cariño y no se deje convencer.

Después del 1-1 con Venezuela, los medios deportivos se alinearon en hacerlo mierda en base a discursos directos, sugerencias y zócalos estridentes. Una razón más para ponerse de su lado: detestar a sus enemigos y su modus operandi: esos que tildan a Del Potro de pecho frío hasta que le gana a Federer, ahí piden 11 Del Potros para la Selección.

El lamentable Fox Sports tituló en letras catástrofe “VERGONZOSA ACTUACIÓN DE ARGENTINA”, mientras el Pollo Vignolo y compañía sostenían básicamente que con lo mal que defiende el equipo (al que le generaron una situación de gol y media en dos partidos), Venezuela podría haber hecho seis goles más si se dedicaba a atacar. Inmediatamente después, y de manera completamente contradictoria, resaltaban la frase de Dudamel con respecto a cómo hay que jugar las Eliminatorias: salir a esperar para lastimar en la contra. “¿No será hora de aprender a jugar así?”, se cuestionaban. Seguramente para no hacer seis goles está muy bien. Recordemos que Venezuela empató con Argentina tanto como Argentina empató con Venezuela.

Pero no se espera de Argentina lo mismo que de Venezuela. Y de Sampaoli no hay que esperar más que autenticidad, valentía, laburo y convicción. Hay que darle tiempo, eso sí. El resto, si llega, llegará solo. Si seguimos rompiendo procesos nos espera más sufrimiento, incertidumbre y falta de identidad.

Quiero sentirme tan feliz cuando veo jugar a mi Selección como cuando veía jugar a su Chile.  Yo confío en usted, maestro, para arreglar todo esto que parece roto. Si lo logra, no me importa nada cuánto tiempo le tome. Incluso si eso significa mirar desde afuera un Mundial.