En el primer torneo sin Julio Humberto Grondona, el fútbol argentino se liberó. La relación es temporal, energética, caprichosa e incomprobable, pero sincera también: hay más goles, equipos que no exudan miedo, otra pretensión. Hace tres meses, en su última visita a Buenos Aires, Guardiola les dijo a las cinco mil personas que lo escuchaban en el Luna Park que hay dos tipos de entrenadores: los que son valientes, y los que no. Al primer torneo del fútbol argentino sin Julio Humberto Grondona lo comandan los valientes que Guardiola formó.
De la misma manera que los Sub 35 quisimos ser He-Man o alguno de los Halcones Galácticos, la televisión europea nos trajo hace seis años un dibujito buenísimo: Pep y sus tres enanitos. Trece de los 19 técnicos de Primera (ya sin Alegre, hay que exceptuar a Russo, Troglio, Zielinski, Perazzo, Sensini y Bauza) se criaron como entrenadores viendo ese dibujito. Ninguno le ha copiado la corbata ni la pelada. Pero el espíritu, el sueño, parece que sí.
“Debemos asumir ciertos riesgos, y si los asumimos correctamente, eso nos va a dar ciertas ventajas; por ejemplo, si asumo el riesgo de salir jugando desde el fondo, eso me da el control de la pelota, poder manejarla, dominarla, y llegar con ella hasta tres cuartos de cancha”.
La exposición es de Pablo Quatrocchi, técnico de un Quilmes que todavía no ganó en el torneo pero que intenta exorcizar el miedo que siempre movía a su técnico anterior. “Yo quiero ver al Barcelona en la cancha de Tigre, de Arsenal, a ver si juega así. Allá los defensores te dejan pasar”, gritó una vez el Técnico Anterior. Uno de los defensores que lo dejaba pasar era el Cata Díaz, zaguero del Getafe mientras el Barsa brilló, a quien Boca repatrió hace dos torneos para que hiciera el papel de matón.
Diego Cocca fue otro técnico que tomaba la leche mirando a Pep. Mientras lideraba la B Nacional con Defensa y Justicia le contó a El Gráfico: “Su Barcelona es el mejor equipo que vi jugar en mi vida, y tan consciente estaba de eso, y de que algo así no se volvería a repetir, que me pude dar el gran gusto: ir 15 días allá, ver cómo se entrenaban, saludarlos, charlar con Tito Vilanova, con el coordinador de inferiores, tener el privilegio de compartir un almuerzo con Guardiola y decirle sin vueltas: ´Son lo más grande que vi en mi vida´. Traté de incorporar lo más que pude”.
Él lo incorporó; su Racing, hasta ahora, no.
Guardiola ha dicho unas cuantas veces que el fútbol nace en dos wines, algo que ha escrito con tiza indeleble Guillermo Barros Schelotto en su Lanús. Bielsa siempre profesó algo parecido: el setenta y pico por ciento de los goles se gesta desde las bandas, los extremos, el intento de una cancha infinita. Bielsa es el dibujito que pasaba el otro canal. El dibujito que había inspirado a Pep.
Este Campeonato de Primera División tiene un promedio de 2,57 goles por partido. Es el décimo torneo que se juega en la década, y el más goleador. Quizá -quizá- hayamos entendido algo: de cualquier manera, hagamos lo que hagamos, alguien va a perder; todos, hagamos lo que hagamos, vamos a perder. Aceptarlo es entender que no somos tan importantes. Que mejor -entonces- es intentar lo que siempre nos ha obnubilado, lo que nos enamoró de los equipos que vimos por la tele: jugar.
“La intensidad con la que buscamos el arco rival y tratamos de defender es propia del estilo de Bielsa”, ha reconocido Almeyda, por su Banfield, mientras Darío Franco concede que “hay algunas cosas de él (él es Bielsa, no Almeyda) que trato de incorporar a mis equipos”. Almirón también ha dicho algo así, a El Gráfico diario: “Trato de copiar cosas de muchos técnicos a los que admiro; por ejemplo, me gusta muchísimo Marcelo Bielsa”. Doce años después, Bielsa parece haber superado la primera ronda del Mundial de Corea y Japón.
Bielsa también dirigió a Raggio, que intenta acelerar el Newell’s que le dejó Berti, en un equipo que aún hace covers de Martino, otro lector de la novela rosa de Pep. Todo esto mientras Palermo revisa los pasadizos de la cancha de Arsenal buscando dónde escondieron los enganches y Perazzo exilia colombianos en el Sur. Exceptúo a River por obvio y a San Lorenzo porque sólo es sí mismo cuando lo están por eliminar de la primera ronda de la Copa. San Lorenzo necesita del abismo. San Lorenzo es un artista, un escritor. San Lorenzo es Kafka.
Este Campeonato de Primera División tiene un promedio de 2,57 goles por partido. Como San Lorenzo y Olimpo aún deben su duelo de la primera fecha, se jugaron 49, con 126 goles. Es el décimo torneo que se juega en la década, y el más goleador. Quizá -quizá- hayamos entendido algo: de cualquier manera, hagamos lo que hagamos, alguien va a perder; todos, hagamos lo que hagamos, vamos a perder. Aceptarlo es entender que no somos tan importantes. Que mejor -entonces- es intentar lo que siempre nos ha obnubilado, lo que nos enamoró de los equipos que vimos por la tele: jugar.
O sea: los que son valientes, y los que no.
Mientras tanto, al cierre de este boletín, Falcioni continuaba dirigiendo en Chile, Simeone en España y Caruso Lombardi a Tristán Suárez, en la Primera B. A Gustavo Alfaro no lo había contratado ningún equipo después de que lo echaron de Arsenal.