Antes de que arrancara el San Lorenzo-Vélez que cerró el último torneo, el periodista en el campo de juego le preguntó al Turu Flores qué balance hacía sobre su campaña en Vélez. El técnico explicó que no podía responder hasta no terminar el partido, ya que el análisis iba a depender mucho de los 90 minutos que estaban por jugarse. Vélez ganó y eso le sirvió para ingresar a la Libertadores del año que viene. Entonces, suponemos, el Turu habrá considerado que el balance fue bueno. Pero si San Lorenzo embocaba un gol de carambola sobre el final y el 3-2 se transformaba en 3-3, el balance habría sido malo. Ridículo es poco, pero así estamos.

Sin haber visto todos los partidos de Vélez, se puede decir que el equipo del Turu fue súper ofensivo en sus comienzos y que intentó siempre jugar desde el arquero. Así, regaló dos partidazos contra Lanús y Newell’s. Claro, partidazos para los neutrales porque Vélez terminó perdiendo. Pero había una idea. Y las ideas no explotan de un día para el otro. Tal vez porque los resultados no fueron los esperados, el equipo fue perdiendo confianza hasta deshilacharse en los momentos decisivos del torneo local y la Copa. Ya en la recta final, y con poca presión, Vélez sacó la jerarquía de algunos de sus futbolistas y terminó, por esa clasificación a la Libertadores, creyendo que el balance fue más o menos bueno.

Sin embargo, el caso más emblemático sobre balances y proyectos  es el de Bauza en San Lorenzo.  Claro que para el hincha lo único que importa es que en un par de meses jugará por conseguir la primera Copa de su historia. Y con eso ya se acaba cualquier debate. Y sin debate, por lo tanto, se acaba todo. Si la gana, será dios. Si la pierde, un inservible.

Más allá del resultado a futuro, no hay dudas de que el balance de Bauza es muy flojo. Empecemos por la Copa. A San Lorenzo le tocó un grupo que regalado era caro. Aun así, estuvo a punto de quedar afuera y se salvó porque sus rivales parecieron no querer pasar de ronda. En el medio, tiró el torneo local con un puñado de suplentes a los que el técnico jamás les tuvo confianza. Todo por el capricho de querer modificar lo que funcionaba más o menos bien. Bauza se escuda en que su equipo es más equilibrado que el de Pizzi. Pero eso no es cierto: simplemente tuvo la suerte de que le convirtieran menos goles. Y eso que se defendió mucho más. No hubo jugadores potenciados. Terminó ¡undécimo! en el campeonato. Despilfarró la ventaja que tenía para entrar en la próxima Copa. Tampoco logró ingresar a la Sudamericana. Y el único partido que le quedará grabado al hincha en este semestre es el 3 a 0 a un Botafogo sospechoso y más por lo que pasaba en Chile que por lo del Nuevo Gasómetro.

Aunque ningún dirigente lo vaya a reconocer, a Bauza lo quisieron echar después del papelón en Ecuador, cuando la clasificación parecía una utopía. Claro, no lo hicieron porque no tenían margen de maniobra. Y ahí estarán, seguro, para jactarse por haber traído a un técnico que “sabe cómo ganar la Copa” si la suerte ayuda al equipo en los cuatro partidos que le quedan. Eso sí: detrás de eso quedará la nada misma.