Aclaración ¿necesaria?: si todos los que hacemos Un Caño creyéramos que llevándose el Superclásico a Madrid la sociedad va a mejorar aunque sea un 5 por ciento, no habríamos escrito estas líneas.

Ni River ni Boca quieren dar el brazo a torcer. Ninguno quiere quedar como un cagón. Hasta el hincha más racional te dice: “A esos putos les jugamos donde quieran”. Entonces, en pos de la cultura del aguante que nos metió en esta mierda, se comen calladitos el caramelo de que les roben el Superclásico.

Como los presidentes de ambos clubes representan a los hinchas, ninguno tuerce el brazo y se acerca al otro: “Che, ¿en serio vamos a aceptar este disparate?”. Son River y Boca, hermanos. Si no se plantan ustedes ante los poderosos, ¿quién se va a plantar? ¿Realmente creen River y Boca que la Conmebol se va a atrever a desafiliarlos? ¿Saben que a la inmensa mayoría de Europa no le importa nada una final de Libertadores? Pero sí le importa un River-Boca. Si jugaran River contra X o Boca contra Y, Madrid no habría pujado ni medio segundo por llevarse el partido.

Ya sabemos, pues, que de D’Onofrio y Angelici no podemos esperar más que verlos como rebaño. ¿Y los jugadores? ¿Podrán tener un gesto los jugadores? ¡Qué hermoso sería! Nuestra fantasía ideal y más perversa para destrozar bien destrozado el negocio de unos pocos es que saquen del medio y se sienten los 22. Así, de una, ante los ojos de todo el mundo. Porque sin jugadores no hay fútbol, algo que tiene que quedar claro de una buena vez.

Sin jugadores y sin público. Y como lo del gesto de los futbolistas es una fantasía utópica, sólo será posible evitar el Superclásico en Madrid con una reacción de los hinchas. Después de darle muchas vueltas al asunto concluimos que la medida más eficaz sería un piquete en Ezeiza para que los jugadores no puedan viajar. Si los 50 mil que estuvieron en la Bombonera, más todos los que quieran sumarse, y los 60 mil que estuvieron en el Monumental, más todos los que quieran sumarse, se plantan en el Aeropuerto, no van a poder robarse el Superclásico. Cero violencia. Todos sentaditos en paz sobre la Riccheri. Defensa propia que le dicen.