Hace casi una década que, desde está revista, se pide la incorporación de la tecnología para auditar las decisiones arbitrales. De acuerdo con el momento que se esté viviendo, el tema se puede instalar con mayor o menos suceso. Por eso, nada mejor que -como dicen los mediáticos- colgarse de las tetas del River-Boca para debatir sobre el asunto y para dejar muy claro que o se incorporan adelantos técnicos o el fútbol como juego virtuoso dejará de existir para convertirse en otra cosa poco atractiva y amorfa.
¿Cuál puede ser la razón por la que los gerontes que manejan la FIFA no aceptan que se revisen las jugadas? Un mal pensado podría decir que es para seguir teniendo control sobre cuestiones de juego, es decir discrecionalidad a la hora de digitar que este o aquel equipo debe ganar, perder o empatar. Para decirlo con todas las letras: no sería sencillo para un árbitro corrupto cobrar un penal para inclinar la balanza del resultado o para un juez de línea subir o bajar una banderita para anular un gol en supuesta posición adelantada o para convalidarlo, según los intereses del oferente de turno.
Es raro que no haya looby de las grandes casas de apuestas, las que deberían ser las primeras interesadas en evitar el arreglo de partidos. ¿O acaso están en la joda y acomodan las cosas para sus intereses? De ser así, con la aplicación de la tecnología, tampoco tendrían posibilidades de acomodar resultados. O, en su defecto, deberían recurrir a otras prácticas, como por ejemplo sobornar jugadores.
Dicho esto, pasemos a las virtudes que conllevaría poseer el respaldo de la tecnología para dirimir cuestiones confusas como, por ejemplo, la mano y posterior expulsión de Gago en el superclásico. También debemos decir que lo que pomposamente se llama tecnología, en realidad, no es ni más ni menos que ver la repetición de las jugadas en televisión, algo que hacen los periodistas desde hace décadas y que tanto bien le hizo, por ejemplo, al rugby profesional desde que se implementó el TMO (Television Match Official), también llamado Video Referee, que no es ni más ni menos que la existencia de un árbitro de revisión en una cabina para, en caso de pedido del árbitro, observar la jugada en la televisión para darle su parecer y así llegar a decisiones justas. En el rugby, repetimos, el pedido lo puede hacer exclusivamente el árbitro.
Sin ir más lejos, hace pocos días, en el partido entre Australia y Los Pumas, en el segundo tiempo, se dio una jugada curiosa. El juez galés Nigel Owens expulsó temporariamente al australiano Folau por una supuesta carga sobre Tuculet cuando el argentino estaba en el aire, algo que está terminantemente prohibido porque puede generar lesiones serias. Antes de reanudar el juego y sin haber pedido el TMO, el juez vio en las pantallas del estadio que, en realidad, Folau se llevó puesto a Tuculet porque segundos antes había chocado con un argentino y había perdido la estabilidad. Owens llamó a los capitanes de ambos equipos y les explicó que, si bien mantenía la decisión del penal, reincorporaba a Folau al juego porque el empujón había sido involuntario.
En el tenis está el Ojo del halcón a pedido de los jugadores, en el hockey tenemos TMO a pedido de los jugadores en algunas jugadas muy precisas, en el fútbol americano hay revisión de jugadas a pedido de los entrenadores (tienen un desafío por tiempo) e incluso, cuando resta poco para el final, las revisiones sólo pueden ser pedidas por los árbitros de la cabina, es decir para aquellos que miran el partido por televisión.
Vamos a desarticular algunos de los mitos que se crearon en torno a la utilización de la TV en el fútbol.
Se dice que se acabarían las polémicas y que se le sacaría sal al fútbol. ¿De qué polémicas me hablan si una vez que se repitió la jugada nadie tiene dudas de los aciertos y errores de los árbitros? De lo que se habla es de lo incomprobable, es decir más pérdida de tiempo. ¿Qué hubiera pasado si no cobraba ese penal? No lo sabemos. ¿Qué hubiera pasado si no echaba a ese jugador? No lo sabemos. ¿Qué hubiera pasado si echaba al otro? No lo sabemos. Estamos empantanados permanentemente en debates contrafácticos que no nos llevan a ninguna parte. ¿No les parece más interesante discutir sobre si un cambio estuvo bien o mal hecho, sobre planteos de juego, sobre goles errados, actuaciones individuales, cuestiones técnicas y tácticas antes que perder el tiempo con los árbitros o con debates sobre cosas incomprobables?
Se dice que demoraría o que cortaría la acción. El partido estuvo parado 3 minutos con 32 segundos tras el penal mal sancionado a Gago y sólo vimos ahí protestas, empujones, un árbitro acorralado, dudando sin saber qué hacer. En 3 minutos y medio la jugada se podía haber revisado 30 veces. O sea que en 30 segundos, un árbitro de cabina, tranquilamente, podía haberle dado a Vigliano las herramientas para no equivocarse y jugar condicionado.
Elizondo dijo tras la jugada que a Vigliano le había faltado experiencia. Que si hubiera caminado la cancha, escuchado, evaluado mejor la protesta de Gago, charlado con sus colaboradores, podría haber solucionado el asunto. Veladamente deslizó que también se podría haber apoyado en el cuarto árbitro para que éste, por izquierda, chequeara con la tele lo que había pasado. Sin ir más lejos, Elizondo sugirió hacer lo que él mismo había llevado adelante en al final del mundial de Alemania 2006, cuando expulsó a Zidane.
Se dice también que el fútbol es juego para pícaros, que es el eufemismo para hablar de tramposos o ventajeros. Desde la FIFA sostienen que el Fair Play es vital para la salud presente y futura del juego. ¿Por qué entonces no avanzar en el sentido correcto para erradicar del fútbol las simulaciones o los engaños de algunos futbolistas? ¿Por qué no aplicar esa picardía para hacer jugadas maravillosas en lugar de usarla para fingir una infracción y engañar al árbitro?
Hay centenares de razones más que avalan la utilización de la televisión. Y ya no tiene sentido tapar el sol con las manos o, peor aún, sobrellevar decisiones erróneas diciendo que son parte de un juego que vive poniendo el ojo más en el error que en los aciertos. Se dice que los jueces deben convivir con el error, pero si se equivocan se los sanciona. ¿En qué quedamos? ¿Conviven con el error o lo padecen? Hay un doble estándar para medir las actuaciones de referís que los deja en inferioridad de condiciones para defenderse. Mientras ellos deben decidir en un segundo, el resto de la humanidad los juzga con repeticiones inacabables para constatar sus aciertos (no son aplaudidos en este caso ni se les sube el sueldo) o descubrir los errores (son denostados públicamente y suspendidos por la AFA).
Sé que Vigliano se va a recuperar y que alguna vez va a dirigir otro Boca-River y que, seguramente, lo hará mucho mejor de lo que lo hizo. Creo en su honorabilidad. Se equivocó feo. Muchas veces, demasiadas. Pero nadie le dio una mano. El “convivió” con el supuesto error y dirigió 50 minutos más con la incertidumbre de no saber -aunque lo sospechaba- si se había equivocado o acertado mientras que millones de personas, durante ese mismo tiempo, observaron el partido con otros ojos, con los ojos de los que tenían muy claro que Vigliano era culpable y que él era el único que, aún, no lo sabía.
Y lo más grave de todo, ¿alguien me puede explicar por qué la FIFA reniega de la excelencia? ¿O por qué se abona y se defiende la consagración de la injusticia? Las respuestas son dos y se oponen. O son muy corruptos o son muy boludos. Ustedes tienen la respuesta.