A veces me parece que vivo en un país de extraterrestres. O por lo menos de gente que está muy preocupada por lo que pasa en Estados Unidos y México pero que no se da cuenta del elefante que le pasa delante de las narices a la vuelta de la esquina.
¿Alguien puede estar en contra de que se haga un minuto de silencio antes de cada partido de Primera por las víctimas del terremoto en México? No. Por supuesto.
¿Alguien leyó las decenas de crónicas de los diarios La Nación, Clarín o del sitio Infobae sobre el entuerto entre Trump y los deportistas norteamericanos? Suponemos que sí.
Pero si hay alguien que no lo sabe, le contamos que estrellas de la NFL (fútbol americano) y de la NBA (básquet) están protestando antes de cada partido por la violencia policial e institucional contra las minorías. La protesta consiste en ponerse de rodillas mientras se ejecuta el himno de los Estados Unidos.
Ahora bien, este gesto desencadenó la reacción del presidente Donald Trump, quien llamó a los deportistas “hijos de puta”.
O sea que para Trump “esta forma de la protesta no corresponde” y sostuvo que “hay otras formas de manifestar cuando se está en contra de algo”.
Las aguas ahora están divididas en los Estados Unidos (la famosa grieta) entre los que dicen que está bien arrodillarse durante el himno para protestar y los que dicen que con ese gesto se le está faltando el respeto a la Nación.
El conflicto original, el hecho de que las minorías negras o extranjeras son atropelladas ilegalmente por las fuerzas del orden (es casi un chiste llamarlas así), parece haber quedado en un segundo plano. Himno arrodillados sí, himno arrodillados no; mientras a los pobres los siguen cagando a palos, encarcelándolos, expulsándolos del país y hasta matándolos.
Vamos al minuto de silencio por las víctimas del terremoto en México. Ya dijimos que estábamos de acuerdo. Ahora, en el fútbol argentino, que está integrado por sociedades civiles sin fines de lucro, ¿a nadie se le ocurre una respuesta común sobre un hecho que nos atraviesa más allá de las diferencias partidarias que cada uno pueda tener? ¿No se cree necesario que este fin de semana, a dos meses de la supuesta desaparición forzada de Santiago Maldonado a manos de la Gendarmería, el fútbol debería tener una respuesta oficial similar a la de su congoja por los muertos en México?
Algunos clubes, aisladamente, lo hicieron. Temperley y Belgrano salieron con una bandera reclamando la aparición de Santiago, los jugadores de Central Ballester posaron con fotos de Maldonado sobre sus rostros y San Lorenzo ensayó un tímido reclamo (los jugadores iban a salir con una bandera que finalmente portaron empleados del club dando una vuelta por el campo de juego, sin TV de por medio). También se vieron banderas perdidas en algunas tribunas y Nahuel Guzmán, el arquero de la selección, llegó a Ezeiza con una remera alusiva. Pero nada más.
Un hecho que nos retrotrae a lo peor de la historia argentina, parece que no merece que la Asociación del Fútbol Argentino elabore una respuesta generalizada ni que los clubes, aún aisladamente, se hagan eco del reclamo. Ahora bien, el minuto de silencio por las víctimas de México se cumplió religiosamente.
Decíamos que los diarios se plegaron al debate sobre la protesta de los deportistas en Estados Unidos y que ahora el eje es si un tipo puede o no escuchar el himno de un país arrodillado. Y, por supuesto, si es un hijo de puta en caso de hacerlo.
Pocas voces se alzaron para contar lo que está pasando en los Estados Unidos desde la asunción de Trump. La persecución policial a las minorías y la violencia institucional contra los negros, los extranjeros y los inmigrantes de Centro y Sudamérica.
Suena bastante parecido a lo que pasa en la Argentina con la toma de los colegios por parte de los alumnos secundarios. A pocos le interesa discutir el tema de fondo (la reforma educativa) pero a todos les gusta deslegitimar el reclamo de los estudiantes y de la comunidad académica y docente.
Tengo hijas en la escuela secundaria y las escucho hablar del asunto desde hace cuatro o cinco meses. Una de ellas milita en agrupaciones juveniles y me contó con lujo de detalles que le habían pedido decenas de reuniones a la ministra de educación, Soledad Acuña. Nunca fueron escuchados.
No querían tomar las escuelas, porque sabían que se les iba a venir encima la deslegitimación, pero frente a la falta de respuesta, no tuvieron otra alternativa. Lo hicieron para ser escuchados. Y ahora que están en ese barco, les dicen que no van a hablar con ellos mientras duren las tomas. O sea: no hablaban antes porque no les daban bola, no hablan ahora porque toman las escuelas y no les hablarán mañana porque ya no tendrán capacidad de presión.
Y en el medio están los patroncitos de estancia que dicen que “no se puede tomar una escuela” y que “hay otras manera de protestar”. ¡Qué bien! Resulta que ahora el que protesta le debe preguntar al Gobierno o a la patronal de qué manera le gustaría que manifieste su oposición. Es un país genial. No les dicen “hijos de puta” como Trump a los deportistas pero se los acusa de antidemocráticos y se los amenaza con judicializar el conflicto.
Otro argumento es que se vulnera el derecho de los que sí quieren ir a clase. Chocolate por la noticia. ¿Alguien puede acusar seriamente a los alumnos de querer conspirar contra la Escuela Pública cuando en realidad quieren luchar para que haya cambios virtuosos? Los padres de los alumnos que hoy por unos días no pueden concurrir a clases y que están enojadísimos, ¿no se preguntan qué les va a enseñar en el futuro cuando sí puedan ir? ¿Acaso no hay debates que merecen ser dados? ¿Por qué el Gobierno de la Ciudad se niega a discutir con los alumnos, los académicos y la comunidad educativa lo que se ha dado por llamar la Secundaria del Futuro? ¿Será posible que se discuta sólo la forma (las tomas) y no el fondo de la cuestión (la reforma)?
En definitiva, alumnos que no son escuchados en sus reclamos por un escuela mejor y jugadores y dirigentes de fútbol que se hacen los boludos con un tema tan sensible como el de los derechos humanos. Así está la Argentina. Pero eso sí: nos preocupa que algunos deportistas canten arrodillados el himno de los Estados Unidos (miren el espacio que se le dedica en los diarios) y hacemos un minuto de silencio por algo irremediable, por una tragedia climática, por un terremoto, que desgraciadamente se llevó un montón de vidas humanas. Mientras tanto, acá a la vuelta, pasan elefantes pintados de amarillo por delante de nuestras narices y nos parece natural. Y hasta nos enojamos por aquellos que quieren hacer algo para detenerlos.
O somos boludos o extraterrestres. Muchas veces me ilusiono pensando que en realidad somos lo segundo. Porque de otra manera, me dejaría ganar por la angustia.