Mi compañero Christian Colonna escribió una nota para Un Caño titulada “¿La copa es lo único que importa?”, para referirse al momento que vive San Lorenzo y, más precisamente, al de Edgardo Bauza al frente del equipo.
Los lectores de la revista, en su gran mayoría, comentaron la nota con dos líneas argumentales: “Bauza les dio la Copa y ahora lo quieren echar”, por un lado, y “Ustedes (por Un Caño) son los que después se quejan de que no hay proyectos en el fútbol y ahora quieren echar a un técnico”, por el otro.
Del primer argumento no me voy a ocupar, porque es el eje de la nota de Colonna. Sólo voy a concordar con mi colega en algunos aspectos: el fútbol es dinámico, no se juega solo con recuerdos y, por ahora (en un año de trabajo), Bauza nunca pudo plasmar una idea de juego atractiva en estos jugadores de San Lorenzo, más allá de haber ganado la Copa Libertadores.
Sí me voy a explayar en el segundo argumento.
¿Alguien realmente leyó alguna nota en Un Caño en la que se respaldaran los proyectos a largo plazo de los entrenadores? Desde esta revista hemos defendido proyectos de campeonatos largos, de calendarios serios y de administraciones trasparentes de los clubes, de cumplimiento de los reglamentos de AFA y de controles por parte del Estado para que los dineros públicos que llegan desde Fútbol para Todos no se despilfarren irresponsablemente. ¿Pero alguien puede jurar que este grupo de periodistas que hace Un Caño (y no somos tantos) haya defendido la continuidad de un entrenador más allá de los funcionamientos de los equipos y/o de los resultados? (Que parece lo mismo pero no es igual.)
No. Los entrenadores están para ganar y/o para hacer jugar bien a sus equipos, lo que permite valorizar el plantel y así equilibrar las cuentas con ventas de los jugadores al exterior. Si un técnico no gana ni hace jugar bien al equipo, su continuidad no tiene sentido. Es como si un gerente de una empresa (un entrenador lo es de un club) le hiciera perder plata a la compañía con sus decisiones o dilapidara cada una de las oportunidades de negocios. El CEO de la empresa lo echaría después de indemnizarlo. Con un técnico pasa algo similar: si no rinde, hay que cancelarle el contrato.
Cuando hablamos de los DT, no estamos hablando de trabajadores en el sencillo y estricto sentido de la palabra. No son tipos que se levantan a la madrugada para parar la olla. No son empleados en relación de dependencia o informales que la yugan por un salario mensual. Un entrenador es un gerente, un empelado calificado que recibe una fortuna para ganar partidos, hacer rendir a los jugadores o hacer jugar bien al equipo. Ellos se han encargado, en los últimos 30 años, de colgarse las medallas de los éxitos por lo que también les corresponden los problemas de los fracasos. Mi abuelita diría que todos deben hacerse cargo.
Un técnico obtiene mucha plata en prima, salario y premios por hacer rendir al equipo. Para eso se le firma un contrato por uno o dos años. Si no rinde, ese contrato no se debe renovar. Y si al equipo le va pésimo en el durante, ese contrato también puede ser rescindido. Es la ley. Al entrenador habrá que pagarle lo que corresponde o lo que arregle y el club quedará liberado para seguir adelante. Esto es el capitalismo, muchachos, el mismo que pregonan los técnicos cuando hacen valer, con razón, su precio de mercado para asumir la responsabilidad de gerente de un equipo.
Lo de los proyectos a largo plazo para los entrenadores es verso. Ya lo sabemos. ¿Alguien vio alguna vez una carpeta con algo parecido? Nos lo dijo el mismo Gerardo Martino en la muy buena nota que le hicimos en Un Caño. Un técnico vale y se cotiza a través de sus triunfos y/o por cómo hace jugar a un equipo (repetimos, que no es lo mismo, pero puede ser complementario). Lo otro es sanata.