Lunes por la tarde. En la habitual reunión editorial de Un Caño nos alcanzó la misma necesidad que tuvo todo el mundo en estos días de discutir sobre lo que pasó en la Bombonera, lo que vino después y lo que debería venir. Entre varios debates que se armaron transcribimos y ampliamos uno que, nos parece, es el más interesante. ¿Sirven las sanciones deportivas para resolver la violencia en el fútbol? Dos de nuestros periodistas reproducen un mundo ideal y cambian opiniones hasta alcanzar un principio de acuerdo.

Pablo Cheb: ¿Estamos de acuerdo en que una sanción deportiva es la solución para terminar con la violencia en el fútbol?

Mariano Mancuso: Para nada.

PC: Olvidate de este caso en particular. No te hablo del castigo blandito que le dio Conmebol a Boca. Imaginate una pena en serio, algo realmente doloroso para el club. Algo más similar a lo que se venía manejando: suspensión del equipo en torneos internacionales por una cantidad de años e inhabilitación del estadio. ¿No creés que eso ayudaría?

MM: Sinceramente, no me parece que penas más grandes vayan a resolver ningún problema, en ningún ámbito. Es el típico discurso que escuchamos una y otra vez acerca de la severidad de las leyes, de la mano dura, con respecto a la inseguridad. Es lo que Zaffaroni llama “demagogia punitiva”, prometer soluciones mágicas con castigos más severos, que nunca tocan el origen del problema y sólo sirven para legitimar la exclusión social. En el fútbol sería sancionar si los barras -siempre marginales- hacen algún quilombo, pero nunca castigar a un club por lo que cantan los plateístas o por la reventa que organizan los directivos, por ejemplo. Para muchos serán cosas diferentes, pero para mí es parte de lo mismo. Hay una cuestión de fondo que una sanción de Conmebol no resuelve. Y me parece que tiene que ver con los valores de la cultura del fútbol, que es violenta -machista- y exitista -más que ganar hay que no perder-.

PC: Sin dudas. Existe un tema de fondo que no se va a ir de la noche a la mañana, pero si le imponés un castigo livianito a los tipos que se deciden a agredir jugadores, ¿qué impide que lo vuelvan a hacer? Te digo más: ¿por qué alguien se gastaría en combatirlos? El costo por enfrentarse a la barra es mucho más alto para un dirigente que la pena que eligen para castigar el desastre que generan.

MM: ¿Y qué impide que vuelvan a hacer algo parecido, incluso si les ponés una pena más rígida? Alguno te podría decir, como dice ahora Angelici, que les estás dando más poder a los que arman quilombo para apretarte. Algo así como: “Si no hay plata para nosotros, va a haber quilombo, y ya saben que el quilombo trae aparejada una sanción fuerte”.

PC: Es cierto, pero si hay una pena dolorosa, realmente dolorosa, les tocás el lugar donde más le duele al club y a los barras: el bolsillo. Dejalos cinco años afuera de la Libertadores y vas a ver cómo se achica la caja que hay para repartir. Imponé quita de puntos o descensos de categoría en AFA por alguna reincidencia. No creo que un presidente de club tenga el mismo poder, ni sus barras sean tan útiles para él, si hacés descender al equipo a la Primera C. Además tiene un costo político enorme.  Y como agregado involucrás al mal llamado hincha común para que empiece a reaccionar frente a ciertas cosas. No le apuntás sólo a la barra: metés en el problema a los tipos que le dan poder a la barra.

MM: Todos le damos poder a la barra. Justamente ahí está la cuestión. Dicen que hay que sacar a los violentos de la cancha. ¿Vas a sacar a todos de la cancha? ¿Y a dónde los mandás, qué haces con esos violentos? Lo que hay que sacar es la violencia, no excluir personas. 

PC: No, lo que yo creo es que si vos sabés que un hecho de violencia termina con un castigo deportivo y sos uno de los 40 mil muñecos que está en el estadio, vas a oponerte con resistencia activa a que haya un grupo -legitimado por la dirigencia, amparado en poderes políticos- que quiera parar un partido por intereses particulares. Te digo más: creo que hasta los dirigentes se verían obligados a frenarlos, o al menos en el dilema de pensar qué les conviene: perder poder por culpa de la violencia o someterse a los que generan la violencia, con todos los costos que eso implica. Si la barra se pone deportivamente en contra del club, los hinchas -a los que tanto les importa el resultado- tienen que reaccionar.

MM: No creo que eso suceda, la verdad. El resultadismo extremo que me estás planteando encuentra su límite ahí. Hay un lenguaje de violencia que vale más, que atraviesa todo. No siento que hoy haya tantos valientes que se animen a plantarse contra esa lógica. Insisto, la violencia instalada la legitimamos todos. Por acción u omisión. Mirá cuántos hablan ahora de lo que pasó en términos de ganar o perder. Si perdimos todos. Además, seguramente los hinchas de cualquier club que reciba una sanción dura se victimizarían. Con algo de lógica, plantearían que nunca hubo una pena tan dura y preguntarían por qué les toca a ellos, como hace una porción de la hinchada de Boca hoy. Porque no quieren precisamente justicia. Lo que quieren es que la injusticia se reparta igual que en el pasado. O que en todo caso la justicia arranque con otro. 

PC: Pensá en lo que pasó después de Heysel. Varios años con una federación suspendida de cualquier competencia internacional. Todos los equipos argentinos afuera de las copas. Una sanción más colectiva todavía. Hasta River castigado sin su equipo en la Libertadores por desmanes en La Boca. ¿Esa solución inclusiva, en la que todos los involucrados tienen que empezar a controlarse entre ellos para no perjudicarse mutuamente no te parece un buen paso para arrancar?

MM: La sanción deportiva tiene que estar. Pero no la veo como LA solución. En todo caso es parte de una solución. Y eso es todo. Hoy, no importa si es más rígida o más leve. Lo que digo es que el mal es mayor. Existe un escenario sobre el que se van desarrollando los hechos de violencia, casi siempre legitimados. Tenemos que reeducar a todo el mundo del fútbol (hinchas, jugadores, directivos, policía, periodistas), reeducarnos, para que la violencia no sea el denominador común del fútbol. Una pena más dura no va a cambiar todo eso.

PC: Pero en algún lugar hay que poner el límite. El castigo deportivo sería un primer paso, una medida para comenzar a reestructurar. Es obvio que después queda mucho trabajo a nivel social y el Estado tiene que estar involucrado. Si la Policía y los partidos políticos son socios de los barras, está claro que no vas a curar la violencia del fútbol en el tribunal de disciplina. Pero puede ser un comienzo.

MM: Ojalá. En eso, quizá, solamente en eso, podemos ponernos de acuerdo.