“Creo en Dios pese a todas las estupideces que me han contado para hacérmelo creer” (Pitigrilli).
Esta frase del escritor italiano resume a la perfección lo que le pasa al argentino con su Selección. El hincha cree. Porque hay que hacerlo. Y si se cree en Dios sin ningún argumento lógico, ¿por qué no creer en un equipo? ¿Acaso el fútbol no es una religión? ¿No es una cuestión de fe?
Porque sólo la fe sostiene la ilusión de un país. Así como no hay argumentos lógicos para creer en Dios, no hay argumentos futboleros para creer en la Selección. Porque todo lo que mostró la Selección hasta ahora fue malo. No hay de dónde agarrarse. O sí: es fútbol. Y ya. El que quiere creer va a creer; el que no, no.
Sin técnico. Cuando Sampaoli armó un equipo para arropar a Messi, lo hizo mal. Cuando armó un equipo de acuerdo a sus gustos, lo hizo peor. Cuando tuvo que modificar sobre la marcha, peor todavía. Como si el tipo estuviera viendo un partido diferente al resto del mundo. Todo lo que hizo el técnico es inexplicable. Un capricho atrás del otro. Un generador de grietas que no existen. ¿El fútbol todo pide a Armani, incluidos los de Boca? No lo pone a Armani. ¿El fútbol todo pide a Pavón, incluidos los de River? No lo pone a Pavón. ¿Armani se puede comer un gol contra Nigeria? Obvio. ¿Pavón puede no desequilibrar nunca contra Nigeria? Obvio. Pero si no juegan no hay manera de comprobarlo. Todos los inventos que intentó hasta ahora, hacen quedar a Sampaoli como un invento. ¿Qué razones hay para creer que Sampaoli por fin hará algo normal? Una sola: es fútbol y hay que tener fe.
Sin Messi. Ante Islandia, al 10 le armaron un equipo a pedido porque él le prometió al entrenador ganarle el partido, como si en fútbol se pudiera prometer algo. Así y todo, tuvo un penal como para cumplir su palabra. Ese tirito anunciado destrozó a Messi durante el partido. ¿Y cuatro días después? No se pudo sacar la depresión de encima o jugó a reglamento por el absurdo planteo del entrenador. Porque no se puede decir que jugó mal cuando ni siquiera jugó. ¿Qué versión veremos de Messi ante Nigeria? Es Messi y hay que tener fe.
Sin defensa. Sería fácil caerle a Caballero pero el arquero es un eslabón más, que empieza en Agüero. Si Mercado y Tagliafico no saben si tienen que ser laterales o centrales, si Otamendi es Beckenbauer en el Manchester City y en la Selección no da garantías, si Rojo quiere resolver los problemas solo, si Mascherano sale en las fotos de los goles rivales pidiendo off side en vez de seguir la jugada, si no hay posicionamiento para marcar cuando Argentina ataca… Lo que se puede esperar es lo que pasó. ¿Y por qué esperar algo diferente contra Nigeria? Porque es fútbol y hay que tener fe.
Sin gol. Ya es grave no festejar, pero es muchísimo peor si pensamos que Argentina ni siquiera genera situaciones. Hay un dato que asusta si repasamos lo que pasó desde la fase de “a todo o nada” en Brasil y lo que llevamos de Rusia. 120 minutos con Suiza y un gol. 90 minutos con Bélgica y un gol. 120 minutos con Holanda y cero gol. 120 minutos con Alemania y cero gol. 90 minutos con Islandia y un gol. 90 minutos con Croacia y cero gol. Es decir: Argentina metió tres goles en sus últimos 630 minutos mundialistas. Un gol cada 210 minutos. Un gol cada dos partidos y medio. Argentina necesita ganarle a alguien para pasar de ronda. Para ganarle a alguien necesita hacer goles. El antecedente es contundente. Pero es fútbol, entonces hay que tener fe.
¿Dios tiene un plan?