Guillermo y Gustavo Barros Schelotto se sentaron en el banco y nunca perdieron la calma. Los hermanos que conducen a Boca parecían preparados para disfrutar una función de gala. En las tribunas, la gente eligió un griterío tan constante como imposible. Había que somatizar de alguna manera esa procesión interior. Los técnicos con una imagen irreconocible, los hinchas como siempre y los jugadores, por fin, acorde a la clase del talento que indican sus apellidos.

Boca Juniors (Argentina) - Alianza Lima (Peru) PH: JAVIER GONZALEZ TOLEDOPorque sí, Boca salió decidido a destrozar a Alianza Lima, a marcar las claras diferencias de jerarquía que hay entre sus planteles. En fin, a jugar como el campeón que es y como uno de los grandes candidatos a llevarse cualquier torneo que juegue por estas tierras. Pero sus obligaciones eran condición necesaria pero no suficiente para tener la noche soñada. Los deberes no muy bien hechos en los partidos anteriores del grupo le depararon este final angustiante. El runrún por los pasillos de la Bombonera era el equipo alternativo que ponía el Palmeiras. Por ese lado, preocupación. Por el otro, cualquier hincha de Boca, después de haber visto los dos partidos contra Junior intuía que los colombianos no estarían en condición de ganar en San Pablo, salvo por alguno de esos accidentes que tiene el fútbol o porque el Palmeiras jugara con el freno de mano puesto. Entonces la procesión iba por dentro y cada uno de los protagonistas de la noche la manejó a su manera.

Y todos patearon para el mismo lado y con la misma fuerza. Los hinchas alentando y los futbolistas jugando. Como si la vida de Boca pasara sólo por la victoria en casa. Es que sin eso no habría nada. Después ya sería momento de preocuparse por la otra historia. Boca manejó la ansiedad a la perfección. Y por perfección se entiende resolver su compromiso con la mejor actuación del semestre. Con Pablo Pérez conductor, con el despliegue de Nández desde el lugar que corresponde, con Fabra profundo, con el Pavón de siempre, con la racha goleadora de Wanchope y hasta con un Tevez renovado. Así, Alianza Lima fue pulverizado en minutos. El hincha iba gritando goles con una facilidad asombrosa. Sin embargo, al desahogo tan necesario para la garganta le faltaba algo, le faltaba la música para sus oídos…
Con la chapa ya puesta se podría decir que ni contratando al mejor guionista de suspenso a Boca le hubiera salido tan bien la noche. Porque la historia se dividió claramente en dos. En el primer acto, la Bombonera jugó adentro y bramó afuera. En el segundo, los que jugaron fueron los otros, los del Palmeiras, los cómplices necesarios para la noche perfecta. Y la radio, claro, como en otros tiempos. Cada grito del relator de turno que llegaba desde San Pablo era un poco menos de tensión. Y fueron cuatro: el primero, el penal atajado, el segundo y el tercero, que llegó después de un descuento del Junior. El mundo Boca deberá hacer mucha memoria para recordar un gol ajeno más gritado que el tercero del Palmeiras. Es que era un gol propio. Un gol para viajar sin escalas de la frustración más dura al festejo descontrolado. Porque anoche Boca pasó de ronda en su torneo más preciado, celebró el título local, saludó a River y se puso la pilcha de candidato que nunca debió haberse dejado de probar. En una noche de Libertadores y radio que será recordada por siempre.