La fortaleza anímica es indispensable a la hora de salir a la cancha. Además de la debida preparación física, el repertorio técnico y el libreto táctico, los jugadores necesitan entusiasmo.
Pensaba que con la alegría de vivir era suficiente. Pero el perfeccionamiento de la arenga previa me demostró que el capitán se esmera en insuflarles a sus colegas algo así como la convicción fanática del guerrero.
Como vemos domingo a domingo, el sermón no abunda en consideraciones futbolísticas. Consiste en decir a viva voz que se puede ganar, que hay que ganar y que ¡vamos, vamos, vamos carajo!
Seguramente la cosa funciona porque nadie deja de practicarla. Algo que me llama la atención es que no procedan en la intimidad del vestuario, donde pueden decir y hacer lo que quieran sin intromisiones. Prefieren el espacio público de la manga, donde siempre hay una cámara atenta. Quizá la arenga está destinada en forma oblicua al público. Tal grado de fiereza indicaría sangre caliente, huevos, compromiso con la camiseta…
El asunto no se agota en los jugadores. Ha surgido un referí, Fernando Espinoza, que también cree necesario templar el espíritu de su tropa. Y, antes de salir a escena, les baja línea a sus colaboradores. “Primero nosotros, segundo nosotros, tercero nosotros y cuarto nosotros”, enfatizó antes sus colegas a la vera de la cancha. No se trata de exacerbar el egoísmo, explico luego, sino de contrarrestar una realidad deprimente: “No nos quiere nadie, somos pocos y todos están en contra nuestra”.
Ante ese panorama, es lógico el discurso. Incluso las condolencias. El último domingo, Espinoza, que parece sentirse cómodo en el personaje del Árbitro Arengador, instó a los compañeros a “dejar todo” y “romperse el culo”, mimetizándose con las peroratas de los futbolistas.
En este punto no pude menos que verlo al borde de la autoparodia. Como un personaje capussotiano lanzado a imitar, en el austero espacio del arbitraje, los usos y costumbres de los jugadores. Por caso, besarse los antebrazos o el anillo luego de sacar una tarjeta roja o de pitar un penal.
Al margen de esta proyección, me pregunto si es conveniente que los referís, cuyos atributos indispensables son el equilibrio, la moderación y la ecuanimidad, emerjan del túnel dispuestos a comerse la cancha.
¿Habrán sido las pulsaciones disparadas con deliberación las que llevaron a Espinoza a expulsar como un atolondrado al pobre jugador de Unión Leonardo Sánchez? Tal vez no. Pero más vale estar sereno cuando uno va a tomar ese tipo de decisiones.