Ya sabemos que es pianta votos y que ya hablamos del asunto hasta el hartazgo. Pero estamos convencidos de que, de tanto insistir, alguna vez seremos escuchados.
Estamos convencidos de que los árbitros son los seres más desprotegidos del fútbol. Cuando se produce una acción polémica o confusa, ellos son los únicos que desconocen qué fue lo que efectivamente pasó. Lo saben los futbolistas que protagonizan la jugada, lo saben lo espectadores que están en la cancha ya que inmediatamente preguntan por celular, lo saben los periodistas que disfrutan de las repeticiones y lo saben los televidentes, quienes también chequean por televisión si la determinación del juez fue atinada o no.
Todos sabén. El único que no tiene forma de conocer si está en lo correcto, es justamente de quien depende la decisión final: el árbitro. Es decir, el boludo del batallón.
En otros deportes, al contrario de lo que pasa en el fútbol, se trata de reforzar la autoridad del juez. Se busca blindarlo, que sus decisiones sean irrefutables, incuestionadas. Prefieren que se tome el tiempo necesario para verificar si sus decisiones son atinadas o no en lugar de dejarlo en ridículo. Pasa en el hockey, el rugby, en el tenis, en el fútbol americano y en cuánto deportes haya dando vueltas por ahí.
El Mundial de Rugby que se está disputando en Inglaterra es un buen ejemplo para comparar con lo que ocurre en el fútbol. Porque es un juego de equipo y porque la dinámica no se interrumpe excesivamente cuando un juez pide el respaldo de las imágenes. Más allá de una que otra sobreactuación, con este tipo de situaciones los árbitros ganan un control absoluto de las decisiones, lo que los convierte tipos respetados por los deportistas, quienes se quedan sin margen para protestar una u otra jugada.
La crisis del arbitraje en el fútbol es básicamente de credibilidad. Más allá de lo insoportable que son los jugadores que piden desde un córner, un lateral o un penal con el mismo énfasis, los árbitros a esta altura ya no creen ni ellos mismos lo que cobran. Dudan permanentemente y conviven con el error mucho más de lo que hacen con los aciertos.
¿Por qué no se implementa video reef en el fútbol? ¿Cuál es la contraindicación? Ninguna. A esta altura de las circunstancias, no aplicarlo es más un capricho que otra cosa. Salvo que se lo rechace por cuestiones menos confesables, como por ejemplo el arreglo de partidos.
El fútbol cambiaría radicalmente, incluso en su forma de jugarse. Porque no se sancionarían posiciones adelantadas absurdas y se dejaría que las jugada terminen para luego chequear las posiciones de los jugadores (como ocurre en el rugby); se podrían revisar la sanción de penales, las manos para saber si son intencionales o no y tantísimas otras cosas que hoy dejan mucho ruido para polémicas absurdas que tapan lo más importante: debatir sobre el juego, sobre el fútbol, sobre el rendimiento de los equipos en lugar de hacerlo sobre si este pito cobró esto o aquello.
Habría menos ruido y más sustancia. Algo que todos los que vemos fútbol y lo disfrutamos, pedimos a gritos.