Menotti decía que, ya que no lo llaman para dirigir, bien podría prestar servicios en algún club como asesor personal de los jugadores que estuvieran flojos de rudimentos futboleros. La rutina de trabajo consistiría en ir a tomar un café con el futbolista necesitado de consejo y, en amable charla, explicarle, por ejemplo, que uno no debe girar con la pelota sino soltarla (tocar de frente) y sólo entonces encarar al arco adversario, y otro montón de capítulos elementales.

CenturiónEsa función pedagógica es la que justifica la existencia de directores técnicos. Y, desde luego, donde más se justifica es en las divisiones inferiores, en la etapa de formación, cuando se supone que los aspirantes a Primera asimilan los conceptos fundamentales. Ya no de la táctica, sino de la técnica individual. Es decir, cómo aprovechar mejor lo que natura les dio.

Sin embargo, hay jugadores crecidos que deben algunas materias del ciclo básico. Uno de ellos es Ricardo Centurión, pura destreza de barrio sin procesar. Habilidad salvaje que muchas veces termina siendo conspirativa. Centurión tiene gambeta, velocidad, valentía. El equipaje de un crack. Pero sus condiciones se concentran en los pies. Y la clave está en la cabeza. En desarrollar un sentido de la oportunidad para que gambetear no sea un rodeo sino un atajo hacia el gol. Para que no se transforme en redundante y, peor, en irritante para propios y extraños.

Centurión, en ocasiones, no sólo elige mal (no la pasa cuando debe, patea cuando no debe), sino que confunde habilidad con exhibicionismo. Lo cual suele despertar el instinto sanguinario en algunos adversarios de pocas pulgas. Buscar que el rival se cargue de tarjetas es un cometido pobre para el talento de Centurión. Tendría que pensar en bellas definiciones antes que en inmolarse bajo la suela de su marcador.

Centurion 2Por algún motivo recóndito, le gusta pensarse como víctima, la presa a sacrificar. Como si eso fuera la verdadera confirmación de su capacidad. Por algo acostumbra a fingir faltas, a revolcarse. Al parecer, en su concepción del juego, eso le da chapa de imparable.

Centurión podría convertirse en una figura mundial o en un desperdicio de condiciones. Todo depende de que encuentre entrenadores que le enseñen a leer mejor el escenario en el que se mueve. A entender que picardía no es igual que inteligencia y a tener más alta estima por su dominio de la pelota. Que no se trata de un elemento decorativo, sino de una herramienta muy preciada y eficaz.