Hay una regla que entendimos mal. Bueno, ni siquiera es que la entendimos mal: la aplicamos mal, de manera torcida, violando su espíritu. Se trata de esa ley vigente en Sudamérica que importamos de las copas europeas y que reza que a igualdad de puntos y diferencia de gol en una serie de ida y vuelta, ganará el que más goles haya convertido de visitante.
La idea de esa norma era que se arriesgara un poquito más. Que el apertrechado equipo chico que viajaba a arañar un empate tuviera un incentivo que lo sacara de su propio campo. Después de todo, empatar 1-1 de visitante otorgaba una ventaja, aunque fuera mínima, de cara a la vuelta.
En la Champions League, el reglamento tuvo bastante éxito. Cuando se aplicó, empezaron a verse partidos un poco más abiertos y varios conjuntos apostaron por salir a anotar cuando antes especulaban.
Acá fue muy distinto.
Desde que se aplicó esta cuestión, familiarmente conocida con el espantoso mote de “gol de visitante vale doble”, tuvo el efecto inverso al buscado: los equipos del continente fueron progresivamente llegando a una conclusión ligada a la avaricia, al cuidado extremo, al conservadurismo.
El gol de visitante mal entendido nos lleva a decir que el cero de local es valioso. Lo repite Closs, hasta el hartazgo. Lo replicamos como una verdad obediente. “Al menos no nos hicieron goles en la Bombonera”. ¿Valioso para qué? “Mejor empatar 0-0 en casa”. Y no, la verdad, mejor ganar.
Pero bueno, así es como los clubes piensan la cuestión. Lo normal no es que vayan a buscar goles cuando salen de casa. No. Más bien piensan en que no les conviertan cuando son locales. En mantener el cero en el estadio propio. En anular el beneficio ajeno. Se cuida como si el cero valiera doble, cuando en realidad es siempre cero. En vez de aprovechar el gol con valor extra, se gastan energías en que el rival no lo aproveche.
Y en lugar de que
Pero el engaño es que se trata de un cero menos doloroso, porque otorga la posibilidad de empatar 1-1 de visitante y pasar de fase. Bueno, muchachos, una noticia: ganar 4-3 otorga la posibilidad de empatar con cualquier resultado y pasar igual.
Pero el engaño es que se trata de un cero menos doloroso, porque otorga la posibilidad de empatar 1-1 de visitante y pasar de fase. Bueno, muchachos, una noticia: ganar 4-3 otorga la posibilidad de empatar con cualquier resultado y pasar igual. ¡Pero si perdés 1-0 te ganan por goles de visitante! Y bueno, qué querés que te diga, todo no se puede, no proyectes la derrota. Fijate cómo ganás.
Más de una vez se ha escuchado de boca de técnicos y jugadores. De hecho, anoche, después de perder 1-0, sufrir un par de pelotas en los palos y eliminar a Sao Paulo en la tanda de penales, el arquero de Atlético Nacional de Medellín, Franco Armani, declaró que en la final con River o Boca (que Nacional arrancará como local) tienen que mantener el cero en su arco en la ida, porque eso fue lo que los llevó hasta donde llegaron.
En los tres partidos de semis de Sudamericana, el local terminó con el arco invicto. Muchísimo peor fue lo que ocurrió en la última Libertadores. Pueden repasar los cuartos, semis y final y van a encontrar una cantidad indignante de ceros. Y eso que San Lorenzo prácticamente se aseguró la serie definitoria por un golcito que consiguió en Paraguay.
Sin embargo, no hay caso. Ya vimos en el Boca-River lo triste que puede ser cuando los dos se dedican a cuidarse más de lo que se dedican a lastimar al rival.
Para colmo, dejamos que el que consiguió mejor puntaje en la primera fase tenga el “beneficio” de definir de local, cuando normalmente es una ventaja con este sistema jugar el último partido como visitante. ¿Por qué no dejamos que el beneficiado elija dónde quiere arrancar jugando?
La culpa no es de la regla, que no parece tan mala. La ley depende de su aplicación y de su interpretación. Con tanto miedo a perder, en los torneos continentales se nos vio la hilacha.