Hay una extraña sensación de bienestar en prácticamente todos los argentinos cuando vemos que Alemania queda eliminada en un Mundial. Primero, porque es un alivio. Piensen que un nacido en el año 2000 no tiene en su memoria otra cosa en la historia de la Copa del Mundo que una eliminación a manos de Alemania. Recordará de su primera infancia los penales de Lehman en 2006, el 4-0 oprobioso de Sudáfrica y el 0-1 de la final pasada. Hace 16 años que ningún otro equipo nos saca del Mundial.

Es posible que lo extrañemos en octavos (¿preferimos ver a Suecia?), pero lo que le pasó a este equipo de Löw tiene una explicación futbolística. Por lo visto antes del Mundial, por las decisiones que tomó el entrenador en el armado de la lista y por el funcionamiento colectivo que mostró el campeón del mundo en Rusia 2018.

Arranquemos por el antes. Podríamos hablar de la Euro 2016, cuando armando un equipo más defensivo que el de estos tres últimos partidos, le ganó a Italia por penales y se comió dos con Francia, que lo eliminó. O de la Confederaciones en que apareció un plantel compuesto por suplentes, buscando alternativas para el Mundial que venía. Y salió campeón jugando peor que Chile. Pero vengamos más acá en el tiempo. Hablemos, por ejemplo, de la lista. Una lista armada con una exagerada cantidad de nombres repetidos con respecto al equipo que salió campeón del mundo.

En esta nota contábamos que Löw había citado a 8 jugadores de aquel plantel. Para colmo los ocho fueron titulares en el encuentro inicial (Neuer, Boateng, Hummels, Kroos, Khedira, Özil, Draxler y Müller). Es decir que Alemania renovó los laterales y el nueve, que era Klose y se retiró. Nada más. También tenía -atención- SIETE jugadores que integraron el plantel en 2010 (uno de ellos, Mario Gómez, que no jugó en 2014). Argentina, acusada de falta de recambio, tiene seis.

Es que, en realidad, la novedad táctica se dio también con el pico de rendimiento de estos jugadores, del sistema alemán y del equipo en general: en Sudáfrica 2010. Es una postura personal, obviamente, pero considero que aquel conjunto eliminado por España en el mejor partido de ese torneo fue mejor que el campeón de 2014. Un campeón que casi pierde con Argelia, que no hizo mucho contra Francia y que tuvo que estirar todo hasta el suplementario para doblegar a Argentina. Tuvo, eso sí, su cenit en el 7-1 indiscutible contra Brasil, pero ayudado por un partido que se desnaturalizó con la búsqueda desbocada del rival. Y que tenía en Schurrle un revulsivo que no supo reemplazar en este torneo de fracaso.

Volvamos al presente. En un par de amistosos previos al torneo Alemania había mostrado dos factores preocupantes: se defendía mal y tenía poco gol (de hecho un compañero anticipó en la radio que quedaría eliminada en primera ronda). Eso se repitió en el Mundial.

El tema de la defensa  tuvo mucho que ver con el retroceso en bloque y con el juego aéreo. A esta Alemania le faltaron movimientos coordinados. Y aunque fue para adelante como un león, siempre le costó volver. Sus dos centrales inamovibles, Boateng y Hummels, solo pudieron jugar juntos en el debut. Los que jugaron se la pasaron corriendo hacia a su propio arco, normalmente intentando cerrar una contra rival. México fue el que más lo expuso en esta Copa. Pero Suecia y Corea también lo desnudaron. Los laterales comenzaron siendo Kimmich y Plattenhardt. Y si bien Kimmich es muy bueno, no es realmente un 4, sino un volante que juega de lateral. Y Plattenhardt perdió el puesto en el primer partido. Lo reemplazó Héctor, que tampoco destacó. A todos ellos les ganaron la espalda sin que hubiera relevos para cubrirlos.

El mediocampo fue un dolor sin solución durante todo el torneo. A puro cambio, Löw probó con Draxler, Reus, Khedira, Goretzka, Rudy, Gundogan, Müller y Özil. Todos ellos tuvieron momentos realmente malos. Quizá Reus fue el más constante. A Rudy le rompieron la nariz. Özil deambuló fresco por la cancha, al punto que México lo dejó llevar la pelota sin marcarlo en el duelo inicial. Gundogan demostró en el poco tiempo que jugó por qué era suplente. Y Khedira salió del equipo sólo para volver a ingresar en el tercer partido. Ninguno aportó soluciones. Muchos de ellos parecieron cansados, gastados. Ni siquiera lograron salir adelante apoyándose en la idea madre que –nobleza obliga- jamás se contradijo.

Kroos merece un párrafo aparte, el salvador con ese bombazo de última hora ante Suecia. Si bien fue de lo mejor del equipo, su función generó problemas sin solución. Es que en 2010 y 2014 se repartió el medio perfectamente con Khedira. Pero en los últimos años de Real Madrid viene cumpliendo una función diferente: con Casemiro o Kovacic cubriendo sus espaldas, él juega más adelantado y divide la cancha con Modric, con menos obligaciones de quite. A Alemania le faltó ese quite. Y el DT no lo pudo prever. Como creador no terminó de funcionar y nunca encontró un socio.

¿En ataque, cómo anduvo el campeón? Un gol de jugada en tres partidos. Probablemente lo más angustiante fue que faltó un nueve contundente. Estaba Timo Werner (relamente un timo, Werner), es cierto, pero su función pareció otra. No hacer goles. No sabemos bien cuál, quizá desequilibrar por los costados. Para eso hubiera sido mucho mejor llevarlo a Sané, uno de los mejores del mundo en su posición de wing, pura velocidad y desborde. Pero bueno, lo de siempre: los que faltaron, a la vista de lo sucedido, son los más necesarios. Alemania horizontalizó y llegó mucho con centros. De hecho tuvo varios cabezazos claros en el último partido. Así llegó su gol: con un envío desde el costado. Pero entró poco por el medio con llegada de volantes. Estaba Brandt, a quien Löw usó para pegarle desde afuera (y metió dos tiros en los palos). Y poco más.

A Alemania pareció faltarle frescura. Se la vio previsible. Con un estilo, es cierto. Pero un estilo que ya no sorprendía a nadie y que se pudo contrarrestar. Por un par de tiros en los postes y algunos arqueros brillantes, es cierto. Pero sin rivales de jerarquía real. Una idea madre hermosa pero sin sustento en el funcionamiento y con grietas que le costaron goles en contra en cada partido.

Löw tendrá otros cuatro años para armar un grupo rejuvenecido. Posiblemente, el último título conseguido haya retrasado un poco la renovación. Hoy parece simple hacer esa lectura. Algo similar pudo haberle ocurrido a Francia en 2002, a Italia en 2010 y a España en 2014 (y en este 2018, cuando repite ¡11! de los convocados en 2014).

Alemania deja la Copa sorpresivamente en primera ronda. Jugó lindo de a ratos. Pero nunca pudo volcar su tenencia de pelota ni su supremacía territorial al marcador. Estuvo siempre apurado. Siempre incómodo. Le faltó contundencia y, duele decirlo, pareció un equipo envejecido. Física y tácticamente. Porque su entrenador amagó con cambiar pero fue demasiado ortodoxo.

Ocho años más tarde, nadie se comió cuatro en cuartos de final. Ni el chamuyo de Alemania.