El comentarista de TyC Sports, Ariel Senosiain, lo vio perfectamente: “Es el guión de una película”, dijo. Y efectivamente era eso: un plan orquestado para que todo funcionara a la perfección. Una producción yanqui que en lugar de tener de protagonista a Jack Bauer lo tenía a Lionel Messi.
¿De qué otra manera se lo puede pensar? Veamos: un jugador de fútbol acusado de defraudación al fisco español trata de demostrar su inocencia. Con toda esa carga emocional viaja miles de kilómetros para jugar con su equipo pero no puede hacerlo por un dolor en la espalda. El clamor popular es insoportable. Más de 40 mil personas (de las 55 mil que había en la cancha) gritan a voz en cuello que el malo de la historia (siempre lo hay, en este caso es el Tata Martino) lo deje ingresar en el equipo. Para colmo, Argentina no va ni para atrás ni para adelante contra un equipo entusiasta y violento como Panamá.
El otro héroe, Angelito Di Maria, ya había salido lesionado (¿desgarrado?) en el primer tiempo por lo que el temor a que Messi fuera golpeado era creciente.
Así y todo, y con el resultado 1-0 para Argentina gracias al gol de cabeza de Otamendi en el primer tiempo, el Tata autorizó que Messi saltara a la cancha ante la felicidad generalizada del público. Iban 15 minutos del segundo tiempo. Leo tocó cinco pelotas, paradito muy cerca del área, como pivote, por delante de los volantes de contención y por detrás del punta (Higuain), y parecía que su presencia le iba a dar al equipo mayor seguridad en el control de las pelota pero no demasiada profundidad, ya que era muy clara la indicación de Martino para Messi: “Que no te golpeen”.
Pero a los 23 minutos llegó la primera señal de por qué Messi es Messi. Una salida confusa de los panameños terminó con un rechazo que se estrelló en la cara de Higuain. La pelota salió rebotada hacia adelante en lo que podemos considerar una perfecta “asistencia” del centrodelantero y Messi, que andaba por ahí, definió. Transformó en el 2-0 lo que antes habían dilapidado Higuain, Rojo y Lamela. Porque esa es la diferencia fundamental entre Lio y el resto: cuando tiene una oportunidad, en el 95 por ciento de las veces, la convierte. La ecuación para el resto de los mortales es al revés: convierten el 5 por ciento de lo que se les presenta.
Diez minutos después, a los 33, y tras un arañazo en el cuello, Messi clavó un tiro libre sensacional en el ángulo superior izquierdo del arco panameño y, a los 42, otra vez, aprovechó un error en la salida para marcar el 4-0. Le quedó tiempo para, tres minutos después, cruzar un pelotazo de 35 metros para el ingreso de Rojo y la posterior definición del Kun Agüero.
Ustedes dirán: ¿todo fue Messi? Y sí. Para explicar el 5-0 no se puede recurrir a otros argumentos. Sobre resto del partido, es decir aquella hora que medió entre el comienzo del partido y el ingreso de Messi, diremos que pareció (apenas es una sensación) que el equipo se enamoró de la forma en que jugó ante Chile, y se paró, insólitamente, para contraatacar a Panamá, lo que a nuestro modestísimo juicio, le dio chances al equipo centroamericano de equilibrar un partido que uno veía con claridad que no tenía forma de ser parejo.
Es verdad que cualquier análisis muere cuando ingresa un extraterrestre como Messi y pone todo patas para arriba. Porque Argentina pasó de ser un equipo trabajador y ordenado a otro explosivo, eficaz y audaz por la sola razón del ingreso de Messi. Es muy difícil analizar racionalmente un partido cuando un tipo solo es capaz de semejante desbarajuste.
Veremos como sigue la película norteamericana de Argentina en la Copa América. ¿El guión tendrá prefijado que finalmente se alcanzará un título? Ojalá. Sería el final de 23 años se sequía.