bocha bocaLos pases de los futbolistas son, en algunos casos, utopías que los medios lanzan a rodar para reciclar el entusiasmo del hincha. A falta de mejores noticias, decoran algún rumor, pulsan la cuerda del deseo. Recuerdo que un verano, El Gráfico publicó en su tapa la foto de Bochini con la camiseta de Boca. El título decía: “Esta locura es posible”. Era posible, claro, pero nunca fue cierta.

A veces, los intereses de terceros inciden en la producción de estas informaciones. Representantes ávidos de instalar a su jugador, por ejemplo. Nunca falta el periodista amigo que diseña la crónica a medida, las coartadas creíbles, las coordenadas adecuadas y la lista interminable de verbos en modo potencial para redondear una fábula con aspiraciones de negocio.

Los regresos son muy taquilleros. Cada tanto, alguno se concreta y eso los torna verosímiles. Esta temporada, Pablo Aimar volvió a River. Cualquier periodista podría atribuirse la predicción porque el feliz reencuentro se viene anunciando casi desde que el jugador partió hacia Europa. Algo semejante sucede con D’Alessandro, quien seguramente algún día también desandará el camino hacia el Monumental y quizá en condiciones más saludables que las de Aimar.

La vuelta al pago tiene un condimento sentimental que la hace inigualable. No sólo arriba un crack. Además es un hijo pródigo, una estrella forjada en casa que ha escuchado a su corazón y quiere recuperar los albores. Algo así.

La narración tan socorrida tiene, en su versión real, algunos matices. Los futbolistas reaparecen pasado su apogeo, cuando su cotización ha mermado. Sin embargo, el capítulo de las rentrées registra episodios en los que la veteranía redundó en madurez y evolución. Bianchi en Vélez, Ramón Díaz y Francescoli en River, Milito en Racing son evidencias de un talento perdurable, de regresos virtuosos en los que la nostalgia fue sepultada (o refrendada, según cómo se mire) por actuaciones brillantes. En ese puñado de historias, el deseo se materializa intacto. No porque el futbolista sea el mismo que doce años antes sino porque está a la altura de los recuerdos.

Carlos Tevez En esa senda se ubica por estos días otra hipotética repatriación, la de Tevez. Como ocurre con todos los héroes locales (Messi volverá a Newell´s y Agüero a Independiente, ambos en una edénica jornada de sol), al Apache le asignan un futuro cercano en la Bombonera. Se ha dicho otras veces y Tevez siempre ha coqueteado con la fantasía colectiva.

Su contrato vence el año que viene, aunque los corrillos sostienen que emprendería el viaje al terruño antes de esa fecha. En cualquier caso, el regreso se efectuaría a lo sumo a sus 32 años. Con resto en los fuelles y en los músculos para cumplir con creces frente a las muchas expectativas y añoranzas.

Su actualidad en la Juventus demuestra que está en un pico de rendimiento y no en una racha afortunada. Es de suponer entonces que sobrarán las escuderías europeas de renombre interesadas en sus habilidades. ¿Por qué habría de platearse la vuelta a Boca?

Tevez no extraña el barrio. Es un sobreadaptado. Cualquier lugar es su casa, cualquier hinchada lo encumbra en cuestión de segundos. Desde San Pablo hasta Manchester, desde La Boca hasta Turín. Le sientan la cumbia y el golf, la Ferrari y el bondi. Si naufragara en una isla desierta, se transformaría en un arbusto o en un coco. Camaleónico y autodidacta, el fútbol lo ha ungido, quizá como a ningún colega, ciudadano del mundo. Así que no va por ese lado.

Si Tevez en realidad se ha planteado la vuelta y la imagina como un horizonte cercano es porque, además de interesarle la guita, se niega a vender por siempre su voluntad. Una remota rebeldía acaso le diga que ya ha complacido lo suficiente al sistema y que ha estado muy bien pago ese servicio. Por qué privarse de un placer vital. No hablo del gusto tardío que de los que vuelven por inercia. Sino del regocijo de quien aún disfruta del fútbol, de salir a una cancha que ruge, del clima de hechizo. De ciertas temperaturas que tal vez no ha percibido en otro lado, a pesar de haber jugado y ganado títulos en las plazas más prestigiosas del fútbol mundial. Más vale hacerlo ahora, habrá pensado Tevez. Antes de que se le vayan las ganas, de que el fútbol se convierta en un simple empleo de lujo.