Jorge Valdano siempre fue un bicho raro dentro del fútbol. No por sus características en la cancha, donde sobresalió como un delantero potente y de buena técnica, nada infrecuente en los pastos argentinos. Su singularidad residía en el calado de su cultura, en sus inquietudes intelectuales.
Los periodistas soñaban con entrevistarlo. Su verba, aguda para enfocar el juego y amplia para aventurarse en asuntos sociales y políticos, le daba brillo –se lo sigue dando– a cualquier conversación. A punto tal que alguien lo bautizó el Filósofo y le quedó.
Campeón del mundo con la Selección de Carlos Bilardo, Valdano, sin embargo, siempre se proclamó menottista. Como el Flaco, el ex jugador y entrenador de Real Madrid ha ejercido con celo la defensa del juego creativo y de neto corte ofensivo. Como Menotti también, ha cultivado un perfil romántico, más atento a la inspiración, la gambeta, la herencia del potrero y esas cosas, que a las glosas profesionalistas y la celebración del músculo.
Valdano además se ha expresado como un hombre de izquierda. Reactivo al acoso imperialista a Cuba y a “la codicia de la derecha”, podría haber terminado –si el fútbol fuera previsible, pero Panzeri ya dictaminó que no lo es– como un librepensador socialista en el páramo político de la pelota. Un faro para un gremio salvaje y blindado. Quizá un sindicalista o un militante revolucionario de fuste como el grandioso Sócrates, padre de la Democracia Corinthiana. Tal vez un literato melancólico, abrumado por el mercantilismo circundante. Algo así.
Pero no. Valdano se ha revelado como un eximio asesor corporativo. Un lobista.
Apenas unos días atrás visitó la Argentina del brazo de Tatxo Benet, CEO de Mediapro, la empresa radicada en Barcelona, con filiales y negocios en el mundo entero, que arrimó su oferta para competir por los derechos de transmisión del fútbol argentino. Aprovechando su prestigio, su llegada clara y sin marcas al corazón del periodismo progre, Valdano se despachó, con la elocuencia que lo distingue, sobre los méritos enormes de la compañía que lo tiene conchabado. Describió elogiosamente la televisación de la liga de España, mercado manejado por sus empleadores, donde le ganaron la pulseada nada menos que al Grupo Prisa. Palabras más, palabras menos, el ex futbolista dijo: somos peces gordos, híper profesionales, dispuestos a comernos la cancha y a convertir el fútbol en un producto de excelencia para aquellos que paguen.
“Estamos en un momento en el que se habla de llegada de inversiones, de abrir fuentes de trabajo. Eso encaja con la propuesta de Mediapro para el fútbol argentino. Que finalmente decidió oxigenarse un poco, abrirse a algo que parece una licitación y que es un comienzo para la reconstrucción profunda que precisa”, agregó el Filósofo.
Seguramente los accionistas de Mediapro no son lo ricos insaciables que Valdano fustigó en la entrevista con Público, un diario digital español de izquierda. Quizá los considera la excepción a su raza, capaces de “oxigenar” el fútbol argentino con una propuesta que ponga fin al populismo ruinoso de Fútbol para Todos (una pena que no haya pronunciado una palabra sobre este saqueo al sagrado erario, la plata del pueblo). Por ahí Valdano no es el colmo de la incoherencia como podría sospecharse. Y ha encontrado en Mediapro empresarios de izquierda, amantes de la libertad, defensores de los derechos conquistados por las clases populares y, como si eso fuera poco, sensibles a las penurias de Cuba.