Asistimos en estas últimas semanas a la discusión futbolística más trascendente en esta instancia premundial: si en la lista de Sabella están todos los que debían ser conocados. Y Carlos Tevez es el punto crítico en la polémica.
El jugador, que ha vestido exitosamente la camiseta de grandes clubes (Boca, Corinthians, los Manchester United y City), se ha consagrado recientemente campeón con la Juventus. Ciertamente su ausencia en el listado de integrantes del seleccionado argentino, pone en tela de juicio lo que debe priorizarse en estas circunstancias: si lo individualidad o lo grupal.
En este sentido es que gira la pregunta que titula esta nota: ¿qué es lo que el entrenador nacional debe privilegiar en esta instancia: al individual que desparrama talento y títulos o la afinidad del jugador con el grupo al que va a pertenecer?
La respuesta podría ser sencilla; no debería existir incompatibilidad si la mano de Alejandro Sabella escogiera los caminos apropiados para logar la integración grupal atendiendo la solidaridad de equipo, la identificación con el grupo y sus objetivos, la confianza en el otro. Estos serían algunos de los elementos a contemplar para la unión del grupo que permitirían el establecimiento de roles espontáneos y prescriptos que mejorarían la trama vincular.
Asimismo, es necesario tener presente que cualquier grupo necesita un tiempo para consolidarse y el futbol no está al margen de esta condición aunque muchas veces esos plazos se dejan de lado ante la necesidad del éxito deportivo.
Así por ejemplo los cambios abruptos de entrenadores dejan a los equipos en una suerte de stand by por un tiempo que es precisamente la adaptación al nuevo estilo de trabajo que se propone, producto del recambio.
Ahora bien, en la Selección Nacional, ¿el entrenador tiene suficiente margen temporal para ensamblar las diferentes individualidades y conformar un grupo?
A primera vista, Sabella tendría resueltas dos variables necesarias y que acortarían los tiempos: una es la identificación (todo convocado tiene identidad con la selección de su país), la otra es el objetivo (todos quieren salir campeón) pero existe una tercera variable que es más difícil de ensamblar y es la escasa convivencia que existe entre los jugadores.
En efecto; la premura de las convocatorias, los viajes y las concentraciones a las apuradas conspiran para generar una trama vincular de tal magnitud que rompa egos, consolide la confianza y promueva liderazgos que se conviertan en verdaderos referentes dentro de los planteles. Es raro ver en la actualidad líderes de tal potencia como Passarella, Maradona o el uruguayo Diego Lugano.
También es necesario considerar que a diferencia de los nombrados con anterioridad las nuevas generaciones son criadas en un mundo más individualista y menos solidario en el que muchas veces las jugadas son aprendidas en la play station y el desafío es poder reproducirlas más allá de las opiniones del entrenador. A esto se le suma la “generación ipod” (más frecuente en los planteles actuales) que posee una comprensión flotante que orilla entre la atención prestada al coordinador y la mirada al celular.
Esto no significa retroceso sino que por el contrario es la adaptación del entrenador a los tiempos actuales, por eso la prioridad es formar planteles considerando las mejores individualidades que en corto tiempo se afiancen en lo grupal.
En este contexto debería entenderse la no convocatoria de Tevez a la selección; sin juzgar su potencial futbolístico o la simpatía o antipatía hacia el entrenador sino en el escaso tiempo que el sistema le otorga a los seleccionadores para formar grupos y poder trabajar sobre las diferencias de sus integrantes.
Catalogar al ausente como “jugador del pueblo” podría generar la aplicación de la teoría del chivo expiatorio basada, en esta situación, en el “linchamiento popular y mediático” sólo en la figura del entrenador y quizás hacia el jugador que tuvo la “desgracia” de ocupar la plaza del ausente.
De esta manera nos quedaremos con lo explícito de la situación y no con lo implícito que se sustenta en un sistema que cada vez da menos importancia a los seleccionados mundiales priorizando las ligas nacionales.
Es por esto que debería respetarse la decisión de los seleccionadores (término apropiado en lugar de entrenador ante las presentes circunstancias) dado que a ello ha quedado reducida a su función, ahora más acotada y con menos margen de maniobra: elegir a los mejores y, dentro de ese grupo selecto, convocar a los que mejor se lleven tanto dentro como fuera de la cancha, no hay tiempo para más.
* Abogada y Licenciada en Psciología Social