En la conferencia de prensa que anunció el despido de Carlos Bianchi, el presidente de Boca, Daniel Angelici, dijo que “el club está por encima de los hombres”, como si Boca fuera una entelequia, la nada misma, una especia de aura, un alma en pena sin ninguna relación con los humanos. Esa es una de las tantas estupideces que dijo e hizo Angelici, quien ha demostrado por su falta de personalidad que el cargo de presidente de Boca le queda grande.
Justamente por ese defecto, la falta de personalidad, el dirigente despidió al entrenador más grande de la historia de Boca con un paso de comedia que lo califica. Angelici tenía por lo menos tres opciones frente a lo que estaba sucediendo en Boca.
1) Respaldar a Bianchi pese a todo y a todos.
2) Respaldar a Bianchi condicionando la continuidad del entrenador a los próximos resultados.
3) Despedirlo pero cuidarlo. Es decir, reunirse con él y arreglar una salida elegante y negociada que dejara a todos más o menos contentos y que no expusiera a un ícono de Boca.
Pero no eligió ninguna de ellas. Se cagó en todo y echó a Bianchi como si se tratara de un inútil. Y todo ocurrió porque el único inútil, en verdad, es el propio Angelici.
Para colmo, montó ese comunicado circense en el que no hizo ninguna mención a lo que realmente sucedía. ¿Por qué no confirmó anoche la asunción de Arruabarrena como DT? ¿Alguien puede pensar que el nuevo técnico arregló subir al cargo en algún momento transcurrido desde ayer a la noche, cuando habló el presidente, hasta hoy a la mañana cuando se anunció que dirigiría la práctica de la tarde? Seamos serios. Angelici tenía, por fuerza, todo resuelto con el sucesor, no hay otra lectura. Pero se guardó el dato del nuevo entrenador para que no le cayeran tan duro.
¿Por qué Angelici es un inútil? Porque llamó a Bianchi para que fuera a su casa a conversar, como si fuera un patroncito de estancia. Porque en esa charla el entrenador le dio los argumentos necesarios para extender su vínculo con el club. Y porque un rato más tarde, frente a la presión de Mauricio Macri (su verdadero jefe), debió retroceder en chancletas y despedir a Bianchi. Macri en la conversación que mantuvieron lo puso a Angelici entre la espada y la pared: “O lo echás o te hago renunciar a toda la comisión directiva”, le dijo. Y Angelici, que más que delfín de Macri quedó como un súbdito del Jefe de Gobierno, agachó la cabeza y sacó de su puesto al entrenador más exitoso de la historia de Boca.
Macri finalmente se cobró aquel desplante de Bianchi en 2001 (¿se acuerdan cuando lo dejó dando vueltas como un trompo en una conferencia de prensa?) y Angelici demostró que no tiene la agallas suficientes para gobernar a Boca sin obdecer lo que le dice Macri. Y lo que es más grave aún: que está más solo que Robinson Crusoe en la isla porque la comisión directiva que lo acompaña, en realidad le responde a Macri más que a él.
¿Todo esto quiere decir que Bianchi debía seguir o que estaba tomando buenas decisiones en Boca? No. Se había equivocado y hasta podemos decir que no le encontraba la vuelta al equipo. Pero una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. Que Bianchi no estuviera teniendo un buen desempeño, de ninguna manera justificaba lo que finalmente ocurrió.
¿Y por qué no lo justificaba? Justamente porque Boca no es una entelequia. Boca no está por encima de los hombres. Boca es sus hombres. El club se hizo grande gracias a las personas que defendieron sus colores y no gracias a espíritus mágicos que habitan en la estratósfera. Boca es lo que sus hinchas quieren, adoran y defienden. Boca es sus ídolos y sus estrellas. Boca es su historia, su pasado, sus luchas, su presente. No hay Boca sin los hombres que estuvieron en Boca. Y Angelici, como su presidente, deshonra el puesto que ocupa. Es un hombre que no está a la altura de los otros que alguna vez fueron presidentes del club.
Además, la desprolijidad en el manejo de la desvinculación de Bianchi, le costará a Boca casi cuarenta millones de pesos. Hace dos meses, de haber utilizado la cláusula de rescisión que figuraba en el contrato le hubiera costado cero. Queda claro que ese mito de que la derecha administra bien es otra zoncera enorme.