Hace unos años (yo trabajaba en Olé) me acercaron una encuesta en la que debía contestar cuál era el mejor jugador de la historia. Como cuando se firma una solicitada, creo que pusieron arriba de mi escritorio un papel en el que ya se leían –en lápiz, en birome roja, en birome azul– las respuestas de otros periodistas: Maradona, Messi, Maradona, Pelé, Messi otra vez, algún Di Stéfano por ahí. Apoyé los codos en el escritorio, y mientras me preguntaba qué poner, la respuesta me vino como un mandato: Cruyff. Como la mayoría de las cosas en mi vida, primero se me ocurre algo y después lo tengo que justificar. Pero entonces fue más fácil: el tipo inventó todo lo que vemos hoy, me dije. Es Lennon. Así que escribí, contento: “Cruyff”. El compañero me retiró la hoja con la lentitud y la elegancia de una maestra, leyó la respuesta

A picture shows Dutch newspapers with frontpage tributes to late Dutch football legend Johan Cruyff in Rijswijk on March 25, 2016. Cruyff, one of the greatest footballers of all time who dazzled with his artistry, died on March 24 at the age of 68 after losing a battle with lung cancer, prompting an avalanche of tributes from around the sports world. / AFP / ANP / ALEXANDER SCHIPPERS / Netherlands OUT (Photo credit should read ALEXANDER SCHIPPERS/AFP/Getty Images)

Y mientras daba el primer paso para irse, me volvió a mirar: “¿Cruyff?”.sí, Cruyff. Además, bueno, quería poner a alguno que nadie haya puesto. De haber leído Cruyff capaz escribía Puskas, Van der Vaart. La luz de los mediocres es que siempre nos queremos diferenciar.

Está claro que Maradona o Messi la gastan mucho más que el holandés, pero mientras el show de ellos se acaba con ellos –como si su magia implosionara cuando los invade la vejez, la lentitud– Cruyff tuvo la solidaridad de fundar un mundo, el fútbol que vemos hoy: Ajax 71-73, Holanda 74, Barcelona 92, Barcelona hoy y todos los equipos que, como los nenes que juegan en la calle y relatan que son Messi, parten desde el Barcelona de hoy. En una de las hermosas clases que dio sobre Borges en la TV Pública, Ricardo Piglia diferenció lo que es la influencia de lo que es la creación: “Borges inventó una forma. Hay una novela genial de Philip Dick que se llama El hombre en el castillo. En la primera línea nomás, ya se plantea todo: los Estados Unidos perdieron la Segunda Guerra y los domina Japón. Más o menos a la mitad de la novela se descubre que hay un tipo, en un castillo, que escribe un libro que no se puede nombrar. En ese libro cuenta una historia: Estados Unidos ganó la guerra, es un país libre, bla bla bla. Bueno, eso es Tlön. Es decir, que la realidad ficcional es la realidad, o como lo quieran poner. Pálido fuego, de Nabokov, no hubiera existido sin Borges. La vida breve, de Onetti, no hubiera existido sin Borges. O sea, cómo alguien inventa un procedimiento, ¿no?”.

Como Cruyff, que inventó el suyo: un ballet de pases sin roles fijos, una tenencia hipnótica, una belleza total. El fútbol del holandés es una mancha de sangre en la nieve, tiene la violencia del gol y la victoria con una hermosura que a veces, muchas veces, no se puede poner en palabras: no se puede explicar. Ya sé que fue Rinus Michels el que propuso todo eso (y debe haber algún técnico prehistórico, también), ya sé que fue él quien sentenció: “Vamos a organizar un estilo al que llamaremos el pressing football. Ningún jugador debe tener posición fija. El jugador deber cumplir una función de acuerdo con la posición del campo en la que se encuentre. Si un atacante cae en su defensa será zaguero y viceversa”, ya lo sé. Pero, otra vez, nada de eso hubiera sucedido al nivel que sucedió –copas de Europa, mundiales– sin Cruyff. Como suele decir el poeta Fabián Casas, el mejor comienzo de la literatura universal no es de Kafka, Cervantes ni Nabokov: el mejor comienzo de la literatura universal es el Alemania-Holanda del Mundial 74, la final. Saca Holanda, la tocan entre ellos sin que la toque ningún alemán, la agarra Cruyff, se limpia a dos, se mete al área, lo bajan: penal. Va Neeskens. Derechazo al medio –derechazo alemán– para el 1-0 provisorio de la revolución.

Dutch midfielder Johann Cruyff dribblesEn las últimas dos páginas del cuento El jardín de senderos que se bifurcan –Borges, como Cruyff, otra vez–, el maestro escribe: “A diferencia de Newton y de Schopenhauer, su antepasado no creía en un tiempo uniforme, absoluto. Creía en infinitas series de tiempos, en una red creciente y vertiginosa de tiempos divergentes, convergentes y paralelos. Esa trama de tiempos que se aproximan, se bifurcan, se cortan o que secularmente se ignoran, abarca todas las posibilidades. No existimos en la mayoría de esos tiempos; en algunos existe usted y no yo; en otros, yo, no usted; en otros, los dos. En éste, que un favorable azar me depara, usted ha llegado a mi casa; en otro, usted, al atravesar el jardín, me ha encontrado muerto; en otro, yo digo estas mismas palabras, pero soy un error, un fantasma”.

En otro, entonces, Lionel Messi es un zurdo rosarino que llegó a un Barcelona que juega con la tristeza heredada de los 60 y los 70, un pibe que pinta bien pero en los partidos surfea en una desarmonía casi argentina, lo tiran contra la raya y le gritan que haga la banda, corré, muerto, dale, corré; en otro, Lionel Messi es un zurdo rosarino que llegó a un Barcelona que juega con la tristeza heredada de los 60 y los 70, un crack que como ve que sus compañeros desafinan se calienta y los reinventa a todos, es Maradona, el Maradona blanco new age, una bestia cuya furia dura dos o tres temporadas y luego se autodestruye, porque, como creía el escritor colombiano Andrés Caicedo, vivir más de 25 años debería dar vergüenza, o porque, como creía el bailarín brasileño Ronaldinho, con dos añitos ya está, ya va bien; después podemos dedicarnos a hacer fiestas, a vivir: a joder.

“Yo no sabía nada de fútbol hasta que lo conocí –dijo este viernes Pep Guardiola–. Él nos descubrió este mundo”.

Él nos lo inventó.

Como Borges, como Lennon: antes de él,después de él. Hendrik Johannes Cruijff.