Hace unos días, un lector extrañado nos hizo notar la evidente similitud entre una nota de “investigación” publicada por La Nación (revelaban los sinuosos manejos de Víctor Stinfale en Deportivo Riestra) con un artículo que sobre el mismo asunto había escrito hacía apenas unos días nuestro compañero Mariano Mancuso.

Entre fantasmas no nos vamos a pisar la sábana. Todos sabemos que los diarios tienen cierre y que hay que entregar a horario lo que el jefe te encargó. Y habla muy bien de un periodista que se disponga al ejercicio de leer todo lo que se haya publicado sobre un tema para ponerse en autos. Pero lo que asombró a nuestro consternado lector, pareció corroborarse. No hay en la nota de La Nación un solo dato original que se sume a los publicados por Mancuso. Al parecer toda la investigación de La Nación se basó en el artículo de nuestro compañero que, sin embargo, no fue citado más que en un párrafo, tal vez el más comprometido de la nota, quizás como una forma de desentenderse ante posibles desmentidas.

Si bien no sumó información alguna, el artículo de La Nación evitó minuciosamente dar cuenta de las referencias que vinculan a Daniel Angelici, hombre cercano a Macri, con el cuadro de Stinfale.

Para terminar de dar carnadura al servicio periodístico, que incluía además una foto aérea del campo de juego de Riestra con la evidencia de las áreas agrandadas, aparecía una columna de opinión.

En ella, con buen criterio, el periodista repudiaba la ocurrencia del tramposo que tuvo la mala idea de agrandar las áreas de la cancha de Riestra buscando una supuesta ventaja. Pero el razonamiento que eligió para tratar de explicar tamaño despropósito resultaba desconcertante.

Para justificar el irónico título de su columna (¡Qué gran idea, Deportivo Riestra!) el editorialista comienza su reflexión citando una frase de Maradona tras la derrota ante Alemania en el Mundial 2010: “A los alemanes, ¡no se les cayó una sola idea!”. Ese episodio, ocurrido hace 7 años en Sudáfrica, mientras Riestra invernaba en la Primera D, se constituye como la piedra basal del argumento que expondrá el columnista para ayudarnos a entender por qué suceden estas cosas en el fútbol argentino.

Siguiendo con su férrea lógica argumental, la circunstancia de que aquella Argentina que conducía Maradona haya sido goleada por Alemania –es decir la mera mención en la misma oración de los vocablos Argentina y Alemania– fue suficiente para que el columnista relacione el episodio con aquellas declaraciones de algún funcionario de la administración anterior, en la que se comparaban los índices de pobreza entre ambas naciones.

Ese párrafo, que menciona a Cristina, es funcional para plantear la insólita conclusión de la columna, que podría enunciarse del siguiente modo: “…y así como el gobierno anterior pretendía solucionar el problema de la inflación falseando los números del INDEC, Riestra pretendió solucionar el problema de ganar un partido agrandando las áreas de su cancha”.

El periodista, con candor, pretende de un modo didáctico e ilustrativo que el lector tome conciencia y cuantifique la superficie que se ganó al correr las líneas para agrandar las áreas (66 m2). “Imagínense dos departamentos de dos ambientes”. No somos agentes inmobiliarios, pero dudamos de que se pueda conseguir en el mercado un departamento de dos ambientes de 33 m2. No importa, no hace a la cuestión.

Lo que sí hace a la cuestión es que nos cuesta naturalizar el festivo razonamiento del columnista de La Nación según el cual el episodio del agrandamiento de las áreas de Riestra, sería responsabilidad de la inevitable tendencia a la trampa y al atajo que parece ser un componente central de la idiosincrasia de los argentinos, citando a dos personas como caso testigo: Diego y CFK.

Al mismo tiempo, los hombres que critican a los tramposos, fueron los mismos que plagiaron una investigación de Un Caño y, sin aportar un solo dato extra y omitiendo lo que les resultaba inconveniente a su defensa a ultranza del actual gobierno, se la atribuyeron, con felicitaciones incluidas del jefe de deportes –casualmente el mismo periodista que escribió la columna de opinión–, en twitter, para todo el equipo de La Nación que trabajó en la “investigación”. Paradójico.