Parece que los comunicadores tenemos cierta necesidad impulsiva de ponerle nombre a todo. De etiquetar de inmediato lo que sucede con ganas de acertar. En el fútbol, más que nunca: nombrar todo y hacerlo rápido. Queremos decir, por ejemplo, que el Mundial de Rusia 2018 es un “LOCO MUDIAL” (hola Vignolo): loca Copa del Mundo en la que cualquier cosa puede pasar. “Es el Mundial en el que la organización colectiva le gana al talento individual”, se escuchó casi hasta el hartazgo, incluso durante la final.
Pero no pasó cualquier cosa. Ni en la final, partido de trámite relativamente controlado, ni antes.
Con el transcurrir del torneo, no quedó demasiado claro por qué éste era el Mundial de las sopresas, por qué era loco. ¿Porque Argentina no pudo con Croacia o con Islandia? ¿Porque Bélgica fue más que Brasil? Podríamos ponernos a discutir puesto por puesto si Argentina tiene más jugadores de renombre que Croacia o si Bélgica tiene menos figuras que Brasil. O bien, lo que resulta más relevante, si esos jugadores supuestamente inferiores estuvieron en mejor nivel individual. Ni hablar de que podríamos analizar el juego, ver que Argentina estuvo a un penal de Messi de ganarle a Islandia, y que haciendo un partido horrible se mantuvo a tiro con Croacia hasta el grosero error de Caballero.
Porque, la verdad, visto lo visto ganó el Mundial el equipo que tenía las figuritas más valiosas. Los mejores valores individuales. Lo decíamos antes del torneo en esta nota: Francia tenía más potencial puesto por puesto –sobre todo en ataque- que cualquier otro equipo del planeta. Y las únicas dudas que surgían alrededor de su juego antes de la Copa tenían que ver con la organización colectiva de esos magníficos recursos. Por eso se cuestionaba al DT y se hablaba de Zidane. No por falta de materia prima. Al contrario.
De Croacia, lo mismo: Rakitic, Modric, Manduzkic y Perisic, pero no saben cómo alinearlos para que rindan juntos.
Mérito a Deschamps y su gente, que bancó a un 9 que ni siquiera pateó al arco en siete partidos, pero que cumplía una función específica. Que tocó donde tenía que tocar. Y ganó sin grandes estridencias todos los partidos -salvo el que arregló con Dinamarca y empató poniendo suplentes- sin prórroga ni penales. Mérito, también, a Pogba y a Mbappé, que inconstantes como son tienen madera de cracks y cambian un partido con dos o tres intervenciones.
Pasó en la final, por ejemplo. En el gol que terminó de romper el partido, después de que Francia hiciera dos goles sin patear al arco ni armar jugadas asociadas. Pase genial de Pogba para el pique imparable de Mbappé, centro atrás,toque de Griezmann y doble remate de Pogba: de derecha y de izquierda para colocarla lejos del arquero. Ni hablar en la definición de Mbappé en el cuarto. ¿Organización o talento individual? Croacia tuvo algo parecido: gran mérito de Pericic, que se autogeneró espacio y tiro al cuando su equipo era más pero no encontraba el arco de Lloris.
Ahora bien, miremos un poco más de cerca todos los cruces. México tenía más organización que Brasil y menos talento. Perdió. Uruguay, más organización que Francia, y menos talento. Perdió. Rusia, menos talento que Croacia: perdió. Suecia, menos talento que Inglaterra: perdió. Japón, menos talento que Bélgica: perdió.
El único caso en que parece haberse consumado una sorpresa es en el de Rusia y España. Y se dio básicamente porque todos los talentos de España jugaron bastante mal. Salvo quizá Isco y un poco Iniesta. En los grupos podemos sumar a Alemania, que quizá mereció haber sumado algún punto más, pero que tampoco jugó a su nivel.
Con lo cual, en el Mundial que nos apuramos a catalogar como el de las sorpresas, primó la lógica.
Y menos mal que Pitana tuvo que recurrir al VAR para darle el penal a Francia en el último partido. Porque si no, también nos quedábamos sin la posibilidad de decir que fue el Mundial del VAR, muchísimo menos usado de octavos en adelante.
En fin, tenemos ganas de etiquetar todo. De decir que Mbappé es el sucesor de Pelé porque con 19 años es un enorme jugador de tremendo potencial. Puede, también, que sea el suesor de Michael Owen, que llegó al pico de su rendimiento deportivo antes de los 20 años.
Pero estamos apurados y queremos adivinar. Como el minuto de silencio para Argentina antes de que estuviera muerta. Como la descalificación a Messi antes de Nigeria y su endiosamiento posterior para volver a enterrarlo después del partido con Francia. Como los que hablaron del espléndido Mundial de Cristiano Ronaldo después del primer partido. Apuro, apuro, apuro. Ganas de ponerle nombre a todo. Es una pequeña marca de época.
Si tuviéramos que etiquetar, diríamos que fue el Mundial de las etiquetas.
Y el de Francia.