Como sujetos sociales estamos constantemente inmersos bajo la mirada del otro, de los medios, de nuestra familia, desde que llegamos al mundo hasta que vamos conformando nuestra identidad desde la interacción y la relación social. El ámbito deportivo no es una excepción a todo esto, no queda exento de la construcción de los sentidos de pertenencia, ni de los valores que cada deporte manifiesta.

El imaginario que configura los sentidos en el rugby, va más allá del grado de violencia y contacto de la práctica, sino que se constituye por fuera de esto, encarnando valores anclados en la aristocracia inglesa al estilo fairplay, con moralidades asociadas al honor, la caballerosidad y la lealtad. Por fuera de lo netamente deportivo, se encarna una construcción sobre el ideal de jugador, entonces el planteo es: ¿Existe una forma legítima y dominante de ser hombre dentro del rugby?

ThomasLas clases sociales, los medios de comunicación que son consumidos a diario, forman parte de la construcción integral de nuestra identidad, en este caso, el rugby se configura a través de valores anclados en sociedades urbanas contemporáneas organizadas en torno a un sistema capitalista, es uno de los espacios desde donde se genera una representación de hombre que estigmatiza y crea estereotipos de “modos de ser”: ser padre, ser rugbier, ser masculino.

Como explica el sociólogo Juan Branz “el rugby significa el espacio de atribución y conquista de un prestigio social reconocido entre círculos de privilegio. Es una ‘escuela moral’ distintiva, donde se clasificó, históricamente, lo que significa ser un verdadero hombre, a partir de un sistema de pautas dominantes y hegemónicas, emparentadas con el atributo de la heteronormatividad y con la exaltación de la virilidad, dentro y fuera del campo del rugby”.

Por fuera de la distinción social del deporte, también existe una limitante física, es decir, no cualquier hombre es apto para la práctica. El cuerpo del rugbier se entrena de manera tal que la contextura física sea voluptuosa, musculosa y, sobre todo, se requiere de un cuerpo estrictamente caracterizado por la fuerza y la potencia, que demuestre una carencia de debilidad y sensibilidad.

Pero más allá de todo, tiene que demostrar garra, vigor, ánimo y solidez. Por ende, estas leyes excluyen a gran parte de hombres que no llegan a ese físico requerido, marginándolos de la práctica.

Estas formas legítimas y dominantes se ven reflejadas en una de las publicidades comerciales, enmarcada dentro del Mundial de Rugby Francia 2007, donde se expresa –de alguna manera– el apoyo a Los Pumas bajo la firma de una de las empresas más reconocidas dentro del mundo deportivo, Adidas.

Se ve reflejada la bravura y el coraje bajo el enunciado “Soy un Puma” como apelación a una garantía que renueve las formas de soportar la angustia y/o el dolor que les genera (a cada personaje de la publicidad) cada acontecimiento, ya sea hombre o mujer. “La bravura aparece así, como una característica de lo ‘argentino’ y la valentía y el coraje vinculado a lo salvaje. Es representado como la dimensión animal, irracional del hombre, representada en una estructura que garantizará y moderará la dosis de agresión y violencia, viviéndola legitima, en tiempos y espacios determinados” explica el doctor Garriga Zucal, en su investigación acerca de esta publicidad.

Una de las maneras de organizar la masculinidad es generar una “auto identificación” es decir, pertenecer, apropiarse tanto del espacio deportivo como del sistema de relaciones sociales en las que se mueve, el rugby es un espacio muy fuerte de operación identitaria.

Generar valores morales en un deporte tanto contacto físico parece difícil, pero es necesario al saber que estos valores migraron desde Europa en el siglo XX, y se instalaron de lleno, dejando la marca de un sistema de reglas consensuadas por el sistema civilizatorio, haciendo del rugbier un hombre de “buenos hábitos y costumbres”.

Como sujetos sociales vivimos influenciados por tabúes que se nos imponen, bajo cierta legitimidad del discurso social hegemónico, seleccionado, dominado y distribuido, se las brinda los avales de las instituciones escolares, deportivas, mediáticas que contribuyen a la formación y reproducción de un modelo de ser. Una de las instituciones que fija estos esquemas son los medios de comunicación que a través de su discurso limitan, tanto en el rugby, como en otros espacios, la voz de la diversidad sexual.

Del honor a la manipulación de los medios de comunicación

gareth-thomas-92636473Desde 1995 logró superar los 100 partidos con la camiseta de su selección, anotó 41 tries, jugó cuatro mundiales y fue capitán en el Campeonato del 2005 y 2007. Un crack que mantuvo en silencio su homosexualidad, se ganó el honor, el respeto dentro y fuera del campo de rugby y lo confesó. Gareth Thomas jugador de Gales, libró una batalla durante más de 20 años, escondiendo su elección sexual, atendiendo a los parámetros heteronormales que impone la práctica.

Culminaba el año 2009 y su vida privada empezó a ser adulterada por los grandes medios de comunicación. En un principio la pelea con su ex mujer que hicieron pública a pesar de querer mantenerlo en intimidad y por último, las sospechas de que Gareth no era lo que todos creían.

Él se declara públicamente como homosexual, dejando en claro que quiere ser reconocido como jugador y no como un rugbier gay. Pero su amor por este deporte condicionó totalmente su decisión. Ésta fue influenciada por su reconocimiento en un contexto social dado, como figura deportiva, como persona y como modelo a seguir. El galés, sin estos logros y sin el respeto ganado no hubiera podido sentir la comodidad de dar a conocer su orientación sexual dado el prejuicio de ser algo “diferente”.

La batalla que tuvo que dar fue mucho más fuerte que la que daba en el campo de juego, fue un martirio mantener una falsa identidad para poder ser reconocido, y ser un legítimo rugbier. Lo que más sorprende es el después de esto, ya que entendemos al rugby como un espacio de construcción del ser viril, masculino y fuerte. A partir de allí, recibió el apoyo de entrenadores y compañeros y agradeció el respaldo recibido por parte de la Federación Galesa de Rugby y de los Cardiff Blues, club el cual formó parte.

Luego de esta declaración, el debate de la homofobia en el rugby pasó a estar en boca de todos, no solo en Gales sino a nivel internacional. Este acontecimiento, sumado a la tratativa mediática del mismo llevó a que la World Rugby firme un “memorándum de entendimiento”, con el fin de reconocer el derecho de cualquier jugador, árbitro y espectador que se involucre con el deporte, sin discriminación por motivos de orientación sexual. La situación pone de manifiesto que fue necesario un hecho puntual y mediático para que se empiece a tratar la temática de la homosexualidad en este deporte.

Este prototipo de jugador ha comenzado a modificarse luego de que varios profesionales hayan declarado su homosexualidad en la disciplina. Empiezan a surgir nuevas conceptualizaciones y vinculaciones entre la sociedad elitista y el rugby: el memorándum y la organización de rugby gay, lo que abre nuevos escenarios para la lucha de aquellos sectores que históricamente han sido considerados incapaces y desvalorizados para practica y para la relación en sociedad.

Esa exigencia social del hombre como único ciudadano, reproductor, distinguido, es la que condiciona la libertad de elección sexual, tal es el caso de Gareth Thomas que pese al reconocimiento público mantuvo en secreto más de veinte años su condición.

No es casual denunciar esta transgresión y violencia mediática, al calor de un mundial de rugby, en el cual como argentinos somos protagonistas. Es necesario enfatizar en este tipo de hechos que calan profundo en el imaginario tanto de los jugadores que luchan en el campo de juego, como los espectadores desde las tribunas, que consumen un estereotipo que nadie se anima a criticar.

El tercer tiempo, la familia y los valores dentro y fuera de la cancha, hicieron que el rugby se manifieste como un deporte inclusivo, respetuoso y disciplinado. La cobertura de los medios masivos de comunicación, levantando la solidaridad y el compañerismo, entre otros valores, invisibilizaron esta discriminación tan naturalizada y vulneración constante de un tipo de rugbier.

Actualmente como sociedad, nos encontramos derribando mitos y desterrando algunos tabúes acerca de lo sexualmente correcto, dando otros pasos, para desandar el camino que nos mostraron como único.