En el fútbol, o mejor dicho en el periodismo deportivo, se tiende a adjetivar excesivamente. Una frase habitual es que un equipo, tal como se manifiesta en el título de esta nota, va a buscar un milagro. Sin embargo, en este caso, no me parece que se esté exagerando al expresar que si San Lorenzo llegara a vencer al Real Madrid en la final del sábado estaríamos frente a un fenómeno similar a la multiplicación de los panes y el vino, a la resurrección de Lázaro o a la curación de ciegos y leprosos.

Los argumentos para sostener esta hipótesis no son arbitrarios o antojadizos. ¿Vieron el partido de San Lorenzo ante el limitadísimo Auckland City? ¿Un equipo incapaz de sostener la pelota ante los voluntariosos neozelandeses, podría hacerlo en caso de sacar alguna ventaja ante el Madrid? ¿Hay alguna chance de que San Lorenzo, siempre en el hipotético caso de que se adelante en el marcador ante los españoles, pueda defenderse con inteligencia y astucia?Mauro-Matos-Lorenzo-Auckland-AFP_CLAIMA20141217_0247_27

Si hay algo que no ha demostrado este equipo de en su recorrido en el torneo local y en la Copa Libertadores es que no es un equipo inteligente. Hay casos aislados, como el del Pichi Mercier, que normalmente hace lo que corresponde. Pero… ¿y el resto?

Si el equipo gana 2-1 en el alargue y quedan cinco minutos, ¿acaso lo mejor no es tener la pelota, hacerla circular, buscar los espacios, aprovechar la desesperación del rival y jugar con el tiempo a favor? ¿Es razonable tirar un pelotazo de 40 metros en la salida de un tiro libre para que Cauteruccio o Matos se fajen con los centrales y pierdan?

No nos vamos a detener en otros aspectos del juego, que son realmente preocupantes para San Lorenzo, y sí vamos a hacer eje en la cuestión del resultado, que en este tipo de finales definitivamente es lo más importante.

San Lorenzo apuesta gran parte de sus fichas a embarullar el juego, a sostener el partido en tres cuartos para después salir con réplicas que sorprendan al Madrid, ya que los españoles no retroceden con eficacia y dejan algunos espacios que podrían ser aprovechados por los rapiditos de San Lorenzo (Verón, Barrientos, Mas, Buffarini…)

Pero una final no se gana sólo trabando el juego. Hay que dar algo más. Incluso los equipos que han defendido su arco como principal premisa tenían una idea de qué hacer con la pelota las pocas veces que se cruzaba la mitad de la cancha. Recordemos sino aquel partido entre Brasil y Argentina, en Italia, con el gol de Caniggia. Argentina se defendía, pero cuando conseguía la pelota lastimaba a su rival.

San Lorenzo, en cambio, es un equipo que parece no tener nada claro. No sabe cómo defender cerca de su arco o en tres cuartos, no sabe tener la pelota en la mitad de la cancha ni salir rápido de contraataque, no sabe aprovechar la velocidad de sus extremos y, lo que es peor, siempre deja solo al delantero de turno, que se tiene que ganar la vida contra tres o cuatro adversarios. Así, es muy difícil tener chances ante un adversario como el Madrid.

Francamente no veo cómo San Lorenzo podrá sostener el cero en su arco o, en caso de ponerse en ventaja, cómo haría para defender esa hipotética diferencia. Ni que hablar de lo que podría pasar si el Real Madrid se adelanta en el marcador y el equipo de Bauza tiene que salir a buscar un empate.

Soy hincha de San Lorenzo y quiero que gane el sábado. Nada me haría más feliz. Espero el milagro. Sé que, en estas condiciones, de cien partidos, San Lorenzo sólo podría ganar uno. Quiero creer que todo será mejor. Pero, lamentablemente, soy pesimista. O mejor dicho, realista.