Este Barcelona rompe la idea más elemental del fútbol: nunca está escrito un resultado. Da la impresión de que contra este equipo, es imposible ganar. River jugó 35 minutos perfectos, pero Dani Alves, Neymar y Messi armaron una jugada perfecta y liquidaron la final del Mundial de clubes en Japón.

¿Cuándo fue que los europeos le sacaron semejante ventaja a los sudamericanos? Seguramente, cuando se abrieron las fronteras y los mejores futbolistas de este continente comenzaron a emigrar desde la niñez. Es cada vez más difícil que el campeón de la Copa Libertadores pelee mano a mano contra el rey de la Champions League. Por múltiples razones: futbolísticas, físicas, hasta burocráticas por la organización de los torneos. River decidió jugar de igual a igual, de campeón a campeón, pero cayó de forma natural, como si éste fuese el único resultado posible.

Este equipo de Barcelona es uno de los mejores de la historia y por eso aquella diferencia cada vez más grande entre clubes europeos y sudamericanos se agigantó todavía más. Hacen goles hasta sin proponérselo y su juego ofensivo no tiene fisuras. Saben que, si juegan una final, la van a ganar y por eso rompieron la regla de oro de este juego y su impredecibilidad.

River hizo todo lo que estaba a su alcance y aún así quedó lejísimos de tocar la Copa. Hablar de imagen digna parece un elogio demasiado pequeño para un campeón de América, pero es uno de los objetivos a los que se pueden aspirar cuando el rival es Barcelona. Nadie podrá decir que el equipo de Marcelo Gallardo no intentó lastimar ni que no tuvo la intensidad necesario. Perdió porque enfrente hay un conjunto que, en finales de este tipo, es imbatible.

Hasta el gol de Lionel Messi, el partido fue parejo y el cuadro argentino intentó jugarlo en campo catalán. Gallardo retomó el espíritu de 2014 y buscó presionar bien arriba al adversario. Ocupó todo el ancho de la cancha y adelantó las líneas lo suficiente como para incomodar en la salida pero no sufrir a las espaldas de los mediocampistas centrales. Lo hizo muy bien. Barovero sólo tuvo que intervenir en una ocasión y hasta tuvo alguna oportunidad con desbordes de Mora.

A esa idea táctica, le sumó mucha intensidad en la marca y decisión para luchar cada pelota. Eso lo mantuvo los noventa minutos. No se caerá en el facilismo de decir que “jugó como se juega una final”, pero sí quedó claro que el equipo se preparó a conciencia para este encuentro y no falló desde la actitud para encarar cada situación.

River mantuvo sus chances intactas hasta el gol de Messi. En ese momento se terminó todo. Porque con la ventaja, Barcelona pudo manejar mucho mejor los espacios y los aprovechó para convertir el segundo apenas comenzado el complemento. Aunque se protestó una mano del rosarino previa a su gran definición, el toque es imperceptible para el árbitro y no hay demasiado para reclamar.

En el segundo tiempo el equipo argentino pudo marcar algún gol pero no tuvo suerte y Claudio Bravo respondió muy bien. Luis Suárez demostró por qué es el mejor centrodelantero desde el retiro de Ronaldo y Barça cedió parte del protagonismo, sobre todo después del 3-0. River terminó en campo culé, con la frente en alto. Es poco para un campeón de América, pero bastante para un rival de Barcelona.

Ahora, Gallardo deberá rearmar su equipo. Ya no estarán Carlos Sánchez y Matías Kranevitter, dos de las grandes figuras del plantel. Atrás quedó el sueño de ganarle al mejor de todos, pero siempre hay posibilidad de revancha porque habrá que demostrar que en el fútbol todavía no hay resultados escritos.