Los futbolistas son muchachos difíciles. Mucho más cuando se convierten en estrellas. Un técnico como Martino lo sabe a la perfección. También lo sabía Sabella, que prefirió no convocar a “nuevos” delanteros para el Mundial pese a que sus atacantes llegaban a Brasil un tanto enclenques. No sea cosa que se le revolucionara el patio.
Cuando el Tata tomó la batuta que dejó Sabella, sabíamos que la idea futbolística iba a ser otra. Sin embargo, los intérpretes fueron más o menos los mismos. Es cierto: en las listas ya no se vieron los Campagnaro, los Basanta o los Federico Fernández. Jugadores por los que nadie iba a reclamar.
Más allá de los Pereyra o los Lamela, las dos grandes novedades de Martino estuvieron en una punta y en la otra: en el arco y en el ataque.
Tevez no sólo mantuvo el nivel que mostró en Italia antes de Brasil sino que lo superó. Y como el Tata aclaró mil veces que no se iba a guiar por el pasado para tomar ciertas decisiones, ahí ¿estuvo? Carlitos. Pese a que muchos hablaron de que la convivencia con Messi y Mascherano no sería la mejor, el técnico lo quiso comprobar por sí mismo. Cada vez que Tevez tuvo la oportunidad de hablar desde Chile, confirmó que Martino hizo muy bien en no prejuzgar.
La otra novedad fue un poco menos llamativa: Nahuel Guzmán. Claro, fue menos llamativa porque, por ahora, el arquero vino a llenar un espacio en la lista y no a interpretar un papel protagónico. El gran tema es: ¿hasta cuándo? Porque no hay ninguna duda de que el Patón es el hombre ideal para un equipo que pretende salida limpia desde la primera pelota (no contamos la final con Chile, claro).
Para nosotros, Sergio Romero es un arquero entre normal y bueno debajo de los tres palos, pero es muy flojo con los pies. No sólo por cómo los usa, sino por las decisiones que toma. Básicamente, Romero no siente salir a cortar lejos (el mejor ejemplo es un contraataque de Suiza en el Mundial que Shaqiri quiso resolver con una emboquillada pero que nunca debió haber agarrado la pelota con un arquero rival atento y parado donde debe) y menos siente jugar con los pies.
“Lo que hace daño es sacarla y que el rival nos vuelva a atacar. Ahí es cuando más necesidad hay de sostener la pelota”. La frase es de Martino tras el 2-2 inicial ante Paraguay. Y uno de los que más la reventó cuando el equipo de Ramón se venía fue precisamente Romero. Sería injusto decir que también abusó del pelotazo contra Chile porque ese día lo hicieron todos.
Otra vez con Paraguay, el único momento de zozobra que pasó la Selección fue cuando descontó Barrios. Ya se habló un rato largo de lo mal que estuvo Otamendi, pero la jugada nace en el desconcepto de Romero, que le pasa la pelota a un compañero que está casi en el banderín del córner. Es para aplaudir que haya repetido tres minutos después, señal de que hace lo que pide el entrenador. Y está muy bien. El asunto es que lo hace mal. Entonces el responsable termina siendo Martino. Por eso, es el propio Tata el que tiene que atreverse a tomar una decisión drástica. Bueno, drástica… Es una decisión futbolera, tampoco es que hay que bajarle el dinero a los jubilados.
No sería una novedad para el entrenador porque ya lo hizo en Newell’s, justo con el mismo involucrado. Antes de su llegada, Sebastián Peratta era el titular y no lo estaba haciendo mal. Parecido a lo de Romero. Pero Peratta no encajaba en la idea de Martino y ahí apareció Guzmán. Claro, el Tata en Newell’s es Dios y puede hacer lo que quiera sin reproche alguno. En la Selección, en cambio, es un extraño. Y cambiar a un arquero que “hoy te convertís en héroe” y que es muy querido por sus compañeros no es tan simple como, por ejemplo, poner a Demichelis por Garay.
Martino ya avisó que la Selección sufrirá goles como el de Paraguay porque el equipo seguirá jugando así y se puede equivocar. Obviamente, lo mismo pasaría con Guzmán que, al abusar de su confianza, podría generar algún inconveniente. Sin embargo, su presencia sería más lógica que la de Romero.